Sábado, diez de septiembre de 1988.
Atardecer.
En el último periódico que he comprado para buscar ofertas de empleo, sobre todo de aprendiz de camarero, o dando alguna clase particular, algo por lo que no pidan demasiadas referencias, incluso estaría dispuesta a que no me aseguraran, daban datos nuevos acerca de mi fuga.
Ayer escribí que el tema se iba diluyendo, y eso me favorecía. Creo que he dicho que ya no había declaraciones altisonantes, o algo así. No tengo ánimos para buscar lo que escribí con exactitud. Como adivina no tengo precio, y como gafe todavía menos.
Han publicado unas declaraciones de Joaquín. Antes de escribir nada lo he leído varias veces, no quiero que me lleve la indignación, o la ofuscación. Mi situación es lo suficientemente delicada como para que no analice con calma cada cambio. Como prometí desde el principio, quiero que en este diario sólo esté la verdad, o al menos la verdad tal y como yo la veo, pero con honestidad, procurando no engañar a nadie, y menos que a nadie a mí misma.
Después de haber leído el artículo he sacado algunas conclusiones. La primera de todas es que Joaquín es un cobarde y un egoísta terrible, solo se ha preocupado de resolver su problema. A los demás que nos zurzan.
Aunque hay una parte positiva en todo esto. Que Joaquín me haya abandonado presenta una ventaja en la situación. Quizá, en el fondo haya sido una suerte que se haya asustado. La situación general del asunto cambia radicalmente, y esta modificación juega a mi favor. Oficialmente ya no es un secuestro. Con lo que la fama y el honor de mi casa se ve puesto en tela de juicio, para siempre. O sea que mi familia ya no puede jugar la partida tal y como quería. Ahora se tiene que enfrentar a una escapada, no a un secuestro. Cómo cambian las cosas.
(Me alegra haber acertado en eso, mamá. Al menos he acabado con esa falsa moralidad tuya. Aunque sigáis adelante con mi búsqueda, lo que no dudo, pues al fin y al cabo es vuestra obligación, y mi DNI dice lo que dice, la gran batalla del honor familiar ya la habéis perdido. Supongo que tú y el abuelo intentaréis alargar la historia. Intentaréis hacer ver que Joaquín miente, pero ahora sí lo tenéis difícil. Además Joaquín, si es preciso, tirará de la coartada de Laura, pues no es tonto. Habéis perdido vuestras bazas, respecto de vuestro verdadero deseo.
Cómo me hubiera gustado estar detrás de una ventana y haber asistido al instante en el que la poli se haya presentado en casa para contaros que Joaquín se había presentado. Me imagino que le habrán dicho, más o menos: “Verán, el presunto secuestrador de su hija ha aparecido. Se ha presentado voluntariamente en el cuartel y ha hecho declaración completa de todo lo ocurrido. Lógicamente, antes de venir aquí hemos comprobado las coartadas que nos ha dado y son todas auténticas. Así que, de momento, de secuestro nada, o por lo menos de su novio. Y por lo que él dice es una escapada de la chica, que se lo ha querido pasar bien unos días. Ya se sabe los chicos de hoy”.
En este punto seguro que a mi madre le ha dado un sofoco. El poli no habrá adivinado la verdadera razón. O a lo mejor sí, porque quizá Joaquín les haya contado algo. Me alegraría un montón. Luego habrá seguido más o menos así: “Ya se sabe como son los jóvenes. Además, a lo mejor está asustada, por lo que ha leído, y teme alguna reacción mala por su parte…”. Aunque haya tirado la piedra, ésta no habrá caído. Creo que por ese camino no habrá avanzado nada, pues se habrá tropezado con los ojos de mamá, que se clavaban en los suyos como dos ascuas. Cuando se hayan marchado, habréis formado una escena en todo regla. “¿Cómo nos hace esto? ¿Qué dirán en el barrio? Seguro que ese amigo suyo les está contando a todos las cochinadas que han hecho”. El abuelo, como si estuviera ido, seguro que repetiría algo así “¿Cómo es posible que sangre de mi sangre deje el honor de la familia tirado por los suelos? ¿Cómo es posible? Si, me está bien empleado, porque en su día te hice caso, y dejé que te casaras con este pelanas. Siembra vientos y recogerás tempestades”. Y papá a lo suyo. No sé si habrá abierto el pico. apostaría diez contra uno que no. A lo mejor intentáis rizar el rizo y planteáis la posibilidad de que Joaquín me haya asesinado, o me haya vendido como esclava a los moros. En fin, cualquier cosa con tal de alargar la historia).
Cómo me hubiera gustado estar detrás de una ventana y haber asistido al instante en el que la poli se haya presentado en casa para contaros que Joaquín se había presentado. Me imagino que le habrán dicho, más o menos: “Verán, el presunto secuestrador de su hija ha aparecido. Se ha presentado voluntariamente en el cuartel y ha hecho declaración completa de todo lo ocurrido. Lógicamente, antes de venir aquí hemos comprobado las coartadas que nos ha dado y son todas auténticas. Así que, de momento, de secuestro nada, o por lo menos de su novio. Y por lo que él dice es una escapada de la chica, que se lo ha querido pasar bien unos días. Ya se sabe los chicos de hoy”.
En este punto seguro que a mi madre le ha dado un sofoco. El poli no habrá adivinado la verdadera razón. O a lo mejor sí, porque quizá Joaquín les haya contado algo. Me alegraría un montón. Luego habrá seguido más o menos así: “Ya se sabe como son los jóvenes. Además, a lo mejor está asustada, por lo que ha leído, y teme alguna reacción mala por su parte…”. Aunque haya tirado la piedra, ésta no habrá caído. Creo que por ese camino no habrá avanzado nada, pues se habrá tropezado con los ojos de mamá, que se clavaban en los suyos como dos ascuas. Cuando se hayan marchado, habréis formado una escena en todo regla. “¿Cómo nos hace esto? ¿Qué dirán en el barrio? Seguro que ese amigo suyo les está contando a todos las cochinadas que han hecho”. El abuelo, como si estuviera ido, seguro que repetiría algo así “¿Cómo es posible que sangre de mi sangre deje el honor de la familia tirado por los suelos? ¿Cómo es posible? Si, me está bien empleado, porque en su día te hice caso, y dejé que te casaras con este pelanas. Siembra vientos y recogerás tempestades”. Y papá a lo suyo. No sé si habrá abierto el pico. apostaría diez contra uno que no. A lo mejor intentáis rizar el rizo y planteáis la posibilidad de que Joaquín me haya asesinado, o me haya vendido como esclava a los moros. En fin, cualquier cosa con tal de alargar la historia).
Sin embargo, la información de hoy tiene serios agravantes. Joaquín, el infame, ha dicho que lo más probable es que me dirigiera a Madrid. Con lo que ha destapado la gran baza que tenía. Realmente la única. Les podía haber mandado a Barcelona o San Petersburgo, a Londres, a Valencia a París, yo que sé. Solo le ha interesado inventar en lo que le afecta a él. Decía la información que él me había acompañado, porque disponía de unos días de vacaciones y queríamos hacerlas en plan romántico; y añadía, y ahora transcribo textualmente, aunque está claro que el periodista le ha dado forma. Joaquín no es capaz de hablar tanto tiempo tan seguido y en ese orden.
Y lo mismo se ha quedado tan pancho después de soltar toda esa sarta de medio mentiras. ¡Será cerdo! Si jamás me he opuesto a sus gustos y a sus deseos. Si toda nuestra relación se ha basado en el cariño y la ternura. ¿Cómo se le puede ocurrir pensar, aunque sea para justificarse, que yo le amenacé con acusarle de violación? No entiendo lo cobarde que se ha hecho. ¿O es que nunca lo ha dejado de ser…? ¿O es que todo lo suyo es pura fachada, es pura pose de cara a la galería, y, en realidad, es como los niños pequeños que se lo hace encima en cuanto les nombras al lobo feroz, o al coco?
Y lo mismo se ha quedado tan pancho después de soltar toda esa sarta de medio mentiras. ¡Será cerdo! Si jamás me he opuesto a sus gustos y a sus deseos. Si toda nuestra relación se ha basado en el cariño y la ternura. ¿Cómo se le puede ocurrir pensar, aunque sea para justificarse, que yo le amenacé con acusarle de violación? No entiendo lo cobarde que se ha hecho. ¿O es que nunca lo ha dejado de ser…? ¿O es que todo lo suyo es pura fachada, es pura pose de cara a la galería, y, en realidad, es como los niños pequeños que se lo hace encima en cuanto les nombras al lobo feroz, o al coco?
“Cuando leí la noticia de la fuga de Mila, o del secuestro, como se ha escrito, me sentí engañado. Y asustado, por qué no decirlo. El secuestro es un delito muy gordo. Desde el principio pensé que mi novia contaba con el permiso de sus padres. Yo sabía que era menor de edad, cómo no lo iba a saber, si en el barrio nos conocemos todos. Cuando leí la noticia, discutimos. Fue una discusión fuerte, se lo aseguro. Le dije que debería volver y explicarlo todo. No pude obligarla a venir conmigo, porque me amenazó con contar, si así lo hacía, que gritaría a los cuatro vientos que, efectivamente, había sido un secuestro. Incluso me amenazó con denunciarme, además, por malos tratos y violación”.
Así que, según él, intentó convencerme para que, al menos llamara a casa, pero yo dije que no, que quería tener una vida libre. Me he desesperado ante la lectura de la sarta de mentiras que este cabrón ha contado a la prensa. O de medias verdades, que es peor. Porque claro, se ha guardado muy bien de decir que él se lo ha pasado conmigo estupendamente, que sólo, cuando el otro día se acojonó, salió por patas. Hasta entonces, que yo fuera menor no le asustó para besarme, para acariciarme todos los poros, para penetrarme cuando y cómo ha querido. No sólo no le asustó, sino que le encantó, o eso parecía. Tampoco cuenta, el cerdo, que la escapada fue programada por ambos.
Esto no es cierto. Debo de intentar atenerme a la realidad de las cosas, por lo menos dentro de estas páginas. Lo obligué. Aunque sí que es cierto que el conocía perfectamente la situación a la que se enfrentaba.
Así que, querido diario, con esta historia a las espaldas, con la fama de liante que me ha echado encima y con diecisiete años, nadie me va a facilitar un trabajo en regla, pues lo primero que me exigen es la autorización familiar.
Patear por Madrid me ha enseñado una cosa, o apuesto fuerte o termino en la puta calle, como la mayoría de los que pululan por esta zona, y ya sé bien cómo acaban. A pesar de todo lo que escribí ayer, sobre la resistencia eterna, la muerte gloriosa y cosas por el estilo, me ha dado un ataque de cordura y creo que lo mejor será rendirme y volver a casa. Pero ¿Cómo volveré a casa después de todo el lío que he preparado? Seguro que ahora son ellos los que me echan.
Quizá entregarme a la policía y pasar los próximos diez meses como sea. Quizá ir al Ayuntamiento y buscar un asistente social. Alguien que pueda echarme una mano para que me puedan apoyar ante mi situación familiar.
Soy un mar de dudas.
Soy un mar de dudas.
(Continuará...)
6 comentarios:
¿Héroe o insensata? Sea lo que sea se masca la tragedia...y el tiempo nos dará la contestación.
Un abrazo.
Me sucede como a Flamenco, presiento que la tormenta está por llegar más fuerte que nunca.
Un fuerte abrazo.
Leo
Ánimo Mila, seguro que mañana encuentras trabajo...Tu sed de venganza te mantendrá en la capital. Digo yo.
Amando, ¡mira que te gusta tener a los sufidos lectores en vilo!
Besos, todos.
Muy graciosa la escena con el policía en casa de los padres y gracioso también todo lo que piensa Mila de Joaquín.
La chica (y el escribidor) tiene mucha imaginación. Imagina los sentimientos de los demás, no hasta el punto de entenderlos.
¿Terminará en la puta calle? por ser tozuda.
¡Ay mi querida Mila! Creo que la vida le va a dar una lección, que seguro le hará bien. ¡Ay que ver cuanto se aprende de los errores! Y, cuanto aprendemos, yo por lo menos, de la imaginación de nuestro escribidor Amando. Todo un lujo. Un abrazo y ser muy felices.
Pues estaba yo equivocada con Joaquín, vaya tío, es verdad que el abogado le habrá recomendado decir que no sabía nada para salvarse, pero podría haber sido menos agresivo con ella. ¡Qué decepción!.
Y Mila, siempre igual, la victoria sobre sus progenitores es su meta, si hasta la goza imaginando la escena de la humillación materna.
No voy a juzgarla, motivos tiene para sentirse utilizada por todos y es tan joven...Un poco menos de valentía quizás le habrían servido para tener paciencia durante unos meses.
Hasta el próximo, un abrazo Á
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