Martes, veintiséis de julio de 1988.
Madrugada.
Madrugada.
Por fin me decidí a abandonar el encierro de mi habitación y bajé a la hora de comer. Parece que el alimento no me lo han retirado.
Sólo se escuchó el golpeteo rítmico y anodino de los cubiertos contra la vajilla. Ni levanté la vista. En ningún momento, he querido ver los ojos de ninguno de ellos. Dudé si encararlos, no fueran a pensar que estaba asustada, pero preferí ser prudente, no fuera a ser todavía peor, si veían, sobre todo el abuelo, que no me asustaba lo más mínimo.
Mamá no ha dormido en toda la noche, fijo. A pesar de todo lo que he escrito de ella, seguro que la bofetada (y más aún el insulto), aunque no se la perdono, le ha hecho más daño que a mí. El abuelo estará rumiando planes para deshacerse de Joaquín. Habrán pensado seguir mis pasos uno a uno.
Al acabar el funeral/comida, el abuelo me comunicó, con el tono de voz que utiliza cuando lo que dice es total y absolutamente indiscutible:
— A partir de hoy, estarás en casa a las diez de la noche.
— Ya veremos—. Musité sin alzar la cabeza.
— No lo voy repetir, ¿entendido? Y mucho ojo con no obedecer, que te puedes quedar encerrada en casa el resto del verano. Tú verás.
Mi corazón es como la tierra reseca de este verano. Sólo mis lágrimas lo riegan, no sé si es bueno, el caso es que yo misma me nutro de tristeza y de angustia. Sólo tristeza y angustia. Si continúo así, el corazón se me agostará.
He visto esta tarde a Joaquín y le he contado lo que sucedía. Ha sido un triste monólogo repleto de angustia y lágrimas. Joaquín escuchaba. Por la expresión de su cara, he adivinado que no daba crédito a lo que oía. Ahora, además, también me invade otro miedo, pues lo mismo se asusta de la situación en la que le puedo meter. Me imagino que lo único que querrá será pasarlo bien con una chica. Por mucho que me quiera, buscará tranquilidad, paz, sosiego para su vida (lo cual es lo lógico y lo coherente, claro), y no la batalla campal que le ofrezco como expectativa.
Me ha consolado. Ha dicho que lo entiende, que no hay prisa. Supone que en poco tiempo se darán cuenta de que no es un vivales y que va con intenciones serias. Ha dicho algo así como que la tempestad amainará pronto.
He agradecido infinito su comprensión. Incluso, le he dicho que si él me lo pide llegaría tarde esta noche, bueno tarde, más tarde de las diez. Se ha negado en rotundo. Cree, y no le falta razón, que ahora es bueno que muestre cierta docilidad. “Así cogerán confianza”, ha sentenciado.
De todas maneras, tendrá las vacaciones en unos días y buscaremos la forma de hacer las cosas bien, aunque no estoy convencida.
Ante el silencio de la noche, como un espectro negro que cabalga hacia mis entrañas, escucho una voz en mi interior que me invoca a la sublevación. Una voz que pretende que rompa con cualquier ligadura. Una voz que indica cuál es el camino de la libertad y la felicidad, aunque sea doloroso
¿La felicidad?
Bonita palabra. ¿Existirá? Si existiera, ¿será de este mundo? Si fuere de este mundo, ¿será para mí? Me da la impresión de que tengo que ser valiente y lanzarme por la pendiente que se me presenta peligrosa, pero atractiva. ¿Atractiva, o única alternativa si no quiero enterrarme en vida?
Necesito dormir. Lo contrario, sería cederle terreno al enemigo. Necesito mis dotes al máximo. Están suficientemente mermadas por el desasosiego y la angustia, como para que el sueño las termine por paralizar. No les daré ese gusto. Que se preparen, la guerra no ha hecho más que empezar.
Continuará...
4 comentarios:
Sabias palabras las de una chica de diecisiete anos, para ser libres y felices hay que luchar, pero no me sorprende la madurez de Mila, porque cuando la vida es dura se crece con rapidez.
Espero con ansia el próximo capitulo, Amando.
Saludos.
Leo
Uno de los detalles que más me está sorprendiendo de la novela es la autoridad del abuelo…Supongo que habrá casos así, imagino que actualmente se dará más en el medio rural que en la ciudad, por costumbres…también debe influir la época, la economía de la familia. Quisiera pensar que en la época actual esta situación que vive Mila sea infrecuente.
Un abrazo.
"Me da la impresión de que tengo que ser valiente y lanzarme por la pendiente que se me presenta peligrosa, pero atractiva. ¿Atractiva, o única alternativa si no quiero enterrarme en vida?".
Esta frase encierra toda una filosofía de vida, aunque desde mi provecta edad creo que yo recomendaría prudencia y planificación. Es curioso que Joaquín, joven también, y supongo que deseoso de que Mila esté con él, sea más partidario de mi idea:"no llegues tarde, que se confíen". Es un trabajador y probablemente por ello, más acostumbrado a negociar y a no dejarse arrastrar por la tormenta.
Me temo, repito que desde la visión que dan los años y los errores de juventud, que Mila no va a aguantar mucho y que el espejismo de : libertad-felicidad, la van a llevar a precipitarse (con su doble sentido de prisa y de caída al vacío). Difícil dilema.
No veo yo, Flamenco, tan extraña la figura del abuelo. Es el representante de la "nobleza" y ejerce el poder que su unigénita le otorga. Puesto que para ella el marido es un pelele, es el patriarca el hombre de la familia. Psicologicamente y desde el punto de vista de la dinámica familiar no me resulta difícil de creer.
Seguimos sufriendo, un abrazo Á.
Sigue siendo un relato intimista y certero.
Sigo leyendo...
Besos, besos
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