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Advertencias y avisos

Querido lector, querida lectora a partir de este momento, Euritmia en la Red ha eliminado de sus contenidos la novela corta "Alas rotas", cuya primera versión fue escrita en el verano de 2003.
Como explico en el post correspondiente la razón se debe a que la editorial "La Esfera Cultural" ha decidido publicarla en papel.
Puede adquirirse si pulsáis en ESTE ENLACE

VERSIÓN EN AUDIO DE ALAS ROTAS

Introducción a la versión en Audio.

sábado, 30 de octubre de 2010

Fin de trayecto. Segunda parte. Capítulo 18 (continuación)

Jueves, cuatro de agosto de 1988.
Madrugada.
A mitad de la mañana nos hemos tomado una cerveza en uno de los chiringuitos del paseo marítimo. Al ver el teléfono he pensado en llamar a Laura. Tenía la idea clara desde la otra noche que lo tenía que hacer sin falta. Era una mala hora. Joaquín me lo ha advertido. Nadie ha descolgado el aparato que sonaba al otro lado, en Asturias.

Hemos pensado que, para ser el primer día, no debíamos bajar a la playa por la tarde, pues podríamos acabar muy mal.
A aquellas horas, los hombros, la espalda y las piernas de Joaquín desmentían nítidamente sus teorías sobre la fortaleza y curtido de su epidermis. El desmentido era de color grana, acangrejado, y por sus reacciones, bastante molesto. Me he tomado la revancha, con caricias esporádicas y casuales, con roce de uñas no menos casual y palmadas afectuosas y potentes, de camarada. Su gesto se torcía por el dolor, pero él, muy macho, no decía nada, solo faltaba. Aguantaba con estoicismo mediterráneo. Cualquier cosa menos reconocer que se había equivocado. He tenido misericordia de él. Hemos vuelto al hostal.
Después de una buena ducha, y de haberle cubierto materialmente todo su cuerpo de crema hidratante, incluso las partes no afectadas (ya me entiendes mamá, aunque no hemos pasado de ahí, pues tres en una mañana no está mal), hemos comido en un pequeño bar restaurante del centro del pueblo.

He llamado otra vez a casa de Laura. En esta ocasión sí que estaba.
— ¿Qué tal Laura?
— Muy bien. ¿Cómo os van las cosas?
— Fantástico. No te puedes hacer una idea. Ya te contaré, y te pondré los dientes largos. Sólo te anticipo una cosa, hoy lo hemos hecho dos veces en condiciones, y otra vez bueno, ya te contaré con más detalle.
— Así que la niña casta y pura ha descubierto el amor de varón, y se ha convertido en mujer fatal. Espero que no seas ninfómana. Aunque, si lo que dices es verdad, vas camino de ello...
— Espero que no esté escuchando tu madre, si no, no sé que pensará de mí.
Escuché una risa franca proveniente de la lejana Asturias. Y me imaginé a mi amiga feliz de sentirme feliz. De todas maneras los escarceos amorosos no eran el objetivo de la llamada, así que fui al grano.
— Oye, que te llamaba para advertirte que me está rondando por la cabeza la posibilidad de que mi madre llame en cualquier momento a vuestra casa. Ya han pasado algunos días, y casi huelo su impaciencia desde aquí.
— Pero, ¿no le llamas tú cada dos días?
— Sí, y hasta ahora funciona muy bien, pero ya sabes cómo es mi madre. Tendrá que quedar bien con la tuya. Intentará sonsacarla para conocer nuestras actividades, no vayamos a hacer algo por lo que peligre mi moralidad... Si supiera.
— ¿Y qué quieres que yo te diga? Sabias a lo que te exponías.
— No, nada, lo único que si fuera posible que le tirases alguna indirecta a tu madre...— He reculado rápidamente, como un fogonazo me he dado cuenta que no puedo exigir más a quien tanto ha hecho por mí —.Bueno, mejor no...Además de ser sucio con ella, será imposible. Conque no nombre a Joaquín me vale. Que no dé pistas. Que le diga que no fui con vosotras, porque habíamos discutido en casa, o algo así...
— Mila creo que pides demasiado.
Reflexioné rápido. Laura tenía razón otra vez. No podía exigirles que mintieran, o que entraran en mi juego. Ya habían hecho más que suficiente.
— Perdona Laura, es que parece que no estoy en este mundo. Olvida lo que te he dicho. Si te parece hago otra cosa...¿Qué tal si te llamo a ti, justo antes de llamar a mi madre, para ver si ella os ha llamado? Más que nada para saber a qué atenerme ¿Cuál es la mejor hora?
— Bueno, eso puede ser. No me parece mal, pero yo no diré nada a mi madre, es mejor dejarlo en una travesura, que no implicar más a los mayores. Que ella cuente lo que sabe, y punto, si no lo mismo se lía más. ¿La hora, dices? Pues mira, o a esta hora, o hacia las diez o diez y media de la noche, más o menos. Luego ya se complica todo... Por cierto, ¿si ella llamara qué puede ocurrir?
— Salvo que se enfade tu madre conmigo y con mi madre (lo que yo me mereceré por supuesto) y que sería una faena para tu madre, no muchas cosas, porque vosotras no sabéis dónde estamos, y no te lo voy a decir, claro, por no ponerte en un compromiso, y no le dará mucho tiempo. Me imagino que lo primero que se les ocurrirá es que me he largado y darán vueltas a muchas cosas. Quizá en un día o dos den parte a la poli. Espero para entonces haberme enterado y poder hacer lo que tengo planeado.
— Chica, me asustas. Pareces un espía, o un general, lo tienes todo planeado... Por cierto, cuando pasen estos quince días ¿qué? Suponiendo que no haya llamado antes, te estará esperando, y entonces seguro que llama a mi madre. En ese momento, como muy tarde, se te acabó el chollo.
— Ni lo mientes, aunque, si te soy sincera, ni en mis mejores sueños me planteo esa posibilidad. Si mi madre aguanta quince días sin llamaros, te garantizo, bueno, te garantizo casi, que seguro que no me volverá a ver hasta que yo quiera. Pero bueno, eso mejor no te lo cuento...Laura hasta mañana, no quiero ponerte en compromisos con tu madre. Con lo maja que es, y tener que engañarla de esta manera. Si soy sincera es lo que más siento de todo este jaleo... Lo dicho, hasta mañana. Te llamaré por la noche. Procura coger el teléfono. Será un mensaje breve. Te diré “Soy Mila”. Tú responde sí o no. Luego colgaré. ¿Vale?
— Parece una película de espías... Tú sabrás... Hasta mañana.

A Joaquín esta historia le incomoda. Le incomodaba en Euritmia y aquí le pone de los nervios. Ha tomado la decisión de olvidarse de ella en estos días que él sigue pensando que son unas vacaciones, pero cada vez que le cuento algo que, aún remotamente, tiene que ver con mi situación familiar, se pone muy tenso y nervioso.
— ¿No sería mejor que llamaras a tu madre y se lo dijeras todo? Total no te va a matar por esto. Ya tienes diecisiete años y sabes lo que quieres.
— No, Joaquín. Soy menor de edad, con lo cual hay ciertas cosas que supuestamente no puedo, ni debo hacer sin la autorización de mis padres.
— Es que todo esto es tan ridículo. Y, además, parece que me estoy convirtiendo en un delincuente. No sé si te das cuenta, pero a mí esta historia me puede dejar en mal lugar. Y si no me deja en un mal lugar, por lo menos es un lugar un poco peligroso, ¿no te parece?
Se ha encendido una roja luz de alarma dentro de mi cabeza, a la que he preferido no hacer caso. A modo de castigo, le pasé las uñas por los muslos, como una gatita, y casi chilla... Supongo que por la sorpresa, pues no lo esperaba... Le miré con una sonrisa inocente, una sonrisa enamorada... Nos besamos.

Después de comer, aunque el sol caía a plomo sobre la tierra, hemos paseado, muy despacio, como extasiados, por las callecitas del interior del pueblo. Nos hemos detenido en cada uno de los rincones. Es éste, mejor dicho, fue un pueblo marinero, de calles retorcidas, estrechas y empinadas; de casas pequeñas y blancas; de cientos de macetas con mil colores reventando los balcones negros; de miles de palomas, como bolas de nieve arrojadas por niños de otras latitudes; de jardincillos ocultos, frescos, rumorosos, increíblemente umbríos (en uno de ellos nos hemos sentado a descansar mientras saboreamos un granizado de limón recién hecho para nosotros); de mucho sonido de fuentes alegres y refrescantes; de bares y establecimientos que en general presumían de autenticidad y de ser genuinos: Authentic English Tavern, Authentic Irish Pub, la verdadera horchata valenciana, la mejor paella del Mediterráneo, auténticas perlas cultivadas, the best Mediteranean’s bear; de mucha cerámica para visitantes inocentes e incultos; de mucho puestos de recuerdos en los portales para turistas sin mucho dinero, como nosotros.
Salvo el granizado de limón, que sí que nos lo hicieron de verdaderos limones, pues hemos contemplado como la empleada del bar los preparaba y los hacía zumo, no hemos comprado más. Nos da igual. Quizá antes de marchar compre alguna postal, más que nada por tener un recuerdo de estos días.

Lo que más me ha gustado es el paisaje que se contempla desde la parte trasera de la iglesia del barrio antiguo, que se iza sobre el promontorio que se ve al este de la playa. Allí, que es la parte más alta del pueblo, han construido un pequeño muro blanco (casi todo está siempre encalado en este pueblo), por el que asomarse al acantilado y ver el mar. Hacia el fondo del horizonte, el azul cada vez es más profundo y embaucador. La vista se relaja ante la inmensidad tranquila de kilómetros de agua. (Creo que debería decir millas, pero el lenguaje del mar no lo entiendo. No sé a qué equivale una milla marítima, siempre confundo babor con estribor, y al revés. Me cuesta diferenciar proa de popa...). ¿Cuántos miles o millones de secretos esconde el mar en sus guaridas más hondas? El mar, hoy es como una fiera dormida, pero cuando despierte...
Lo que más me ha atraído es el contraste de las dos visiones, por una parte la tranquilidad hacia el infinito. Y lo abrupto en la proximidad. Así, el acantilado que descendía bajo nuestros ojos, es una cuchillada rectilínea, casi feroz, de unos cincuenta metros de alto, cubierta de vegetación, algún pequeño pino hace equilibrios inverosímiles, circenses, en su pared sinuosa. Abajo del todo, enormes lajas de aspecto granítico son golpeadas con fuerza por un oleaje continuo que produce un ruido perpetuo y estruendoso. Probablemente, antaño, todo el litoral de este pueblo sería así de rocoso, salvo, quizá un pequeño puerto de pescadores, quién sabe si el actual deportivo.
Una caída desde esa altura es mortal.

Ahora que lo escribo, me parece que este acantilado es el mejor trasunto para explicar mi vida. No sé si salvaré la situación, pero ahora mismo siento como si mi persona estuviera en caída libre por un precipicio: cárcava honda a la que me han llevado la falta de comprensión, la presión insistente sobre mis decisiones, la soledad, el sentirme, no como persona, sino como apéndice de las reglas de moralidad impuestas por mi abuelo y por mi madre. Y fundamentalmente la ausencia de cariño. Como si me hubieran lanzado al vacío en un día invernizo de niebla, sin saber qué tengo debajo, sin son mesetas pétreas y cortantes donde me estrellaré sin remedio, o es agua que me recibirá, como si volviera al seno materno. Simplemente cuento con Joaquín, y desconozco si es un paracaídas, o es un pesado lastre, que me arrastrará definitivamente hasta el desastre.

Mis pensamientos, durante la contemplación de este espectáculo, han vagado libres y crueles por la superficie del mar. Joaquín me miraba, me remiraba y ha respetado, con esa intuición que tiene y que ya me ha demostrado en otras ocasiones, mi viaje en toda su extensión. Cuando he regresado de mi lúgubre periplo, he encontrado el semblante de Joaquín, franco y sonriente, acogedor, cálido. Tanto, que más que faz, me ha parecido el regazo que necesitaba. He llorado con abundancia, con mansedumbre, sin prisas, casi como si respirara. He colocado mi rostro bajo el suyo, junto a su fornido cuello. En esta ocasión, no le ha importado las escoceduras en sus hombros, que habrá aumentado al traspasar la leve tela de su camiseta la sal de mis lágrimas. Ha sido un llanto silencioso, largo. Creo que lo necesitaba. Han sido muchos nervios en estos días. De sopetón, mi vida ha girado ciento ochenta grados. Aunque ahora perciba la cara de la moneda, que representa esta especie de luna de miel con Joaquín, mi espíritu, mi subconsciente, mi cerebro, mi sistema nervioso (o lo que sea que controla nuestras emociones), ha sido atacado con tanta fuerza, que estaba excesivamente cargado. El llanto de esta tarde ha sido una liberación. Por lo demás no era un llanto de dolor, o de angustia. Más bien, era un llanto de impotencia, de miedo a lo desconocido. Un llanto medicinal.
Me ha acariciado las mejillas.
Por fin he podido hablar.
—Te necesito, Joaquín. No me dejes.
Ha chistado y ha seguido acariciándome. Sólo después de un buen rato, ha roto la magia de aquel silencio, ya tranquilo y sosegado.
—No te preocupes, gatita. Mañana volverán a cantar los pájaros.
Su voz varonil y segura, como todo él, se ha quedado flotando por entre los resquicios de mis neuronas, hasta que una de ellas la ha atrapado y se ha quedado con la frase. Espero acordarme de ella siempre que la necesite. Es una hermosa frase.

Después, hemos retornado por calles repletas de turistas que lo miraban todo con ojos bovinos. Pero a nosotros ya no nos importaba nada de eso. Nos dirigimos hacia el futuro, y el resto de la humanidad, simplemente está ahí porque tiene que haber de todo, supongo.
Hemos cenado a la luz de una vela. La melancolía me invadía, me invade, aún. Joaquín ha estado más dulce que nunca. No ha forzado nada la situación. Es la primera vez que he notado que su mirada se adentraba por mis pensamientos y los entendía. Creo que se está empezando a enamorar. Como un relámpago de ilusión, me ha golpeado una idea: “Quizá me aproxime al objetivo”. Pero pronto me he impuesto a mí misma la prudencia. “No te ilusiones demasiado. Todavía es fruta demasiado temprana, cualquier adversidad la puede matar”, he pensado con crueldad un poco masoquista. Creo, que esa es la mejor postura para que mi ánimo esté protegido.

Cuando hemos regresado al hostal, por primera vez, le hecho el amor. No me ha poseído él a mí, sino que he sido yo, que he abierto la puerta a la hembra sensual y apasionada que soy, aunque hasta que él no me ha amado no lo sabía. Él sólo se ha tumbado boca arriba. Todo lo demás ha sido cosa mía. Y a fe, que no ha estado mal.
Me he sentido animal irracional, pero plenamente humana a la vez. Mamá, toda yo era sexo en ebullición. Me hacía falta. Es más, creo que me ha hecho bien. No sé si tu mentalidad, lo que te ha metido el abuelo (y la sociedad pacata que te ha tocado vivir) en la cabeza, te habrá permitido alguna vez actuar así. En serio, ojalá que sí. Si no lo has hecho nunca, te juro que te has perdido algo maravilloso. Has de saber que el sexo no es sólo de los hombres, también es nuestro, pero pongamos algo de nuestra parte.

Otra vez me invade la melancolía, y el sueño.

Continuará...

7 comentarios:

emejota dijo...

Amando, con toda confianza, acostumbrada a tu actual madurez como"escritor", que no escribidor, la novela se me queda un pizco juvenil, más propia del "escribidor" de antaño. Un fuerte abrazo.

Unknown dijo...

Otro excelente capítulo, Amando, me parece repetirme , pero es la verdad, me atrapa la lectura y no logro despegarme hasta que no he concluido. Lo que pasa es que comienzo a sentir el olor de la tempestad, son demasiados días de tranquilidad para Mila.

Esperaré el martes para saber como sigue.
Un abrazo.
Leo.

Flamenco Rojo dijo...

Emejota, estoy de acuerdo contigo que la novela tiene tintes juveniles, pero yo resaltaría el esfuerzo que ha tenido que suponer para un varón adulto meterse en el papel de una chica de diecisiete años y contar unas vivencias como las de la protagonista Mila.

En espera del siguiente capítulo…

Un abrazo.

Isolda Wagner dijo...

Puedo entender lo que dice emejota y más si hemos visto tu evolución, sin embargo, creo que es una gran novela que atrapa y de la que nos queda mucho por leer. Leonel empieza a oler la tormenta, como casi todos...
Besos para este trayecto, Amando.

Marina Filgueira dijo...

Si, yo también pienso que puede estar empezando a oscurecer, el esntusiasmo de Mila. Ya estoy enganchada a ésta historia de ficción, es todo un placer leerla. Gracias Amando, por este deleite. Besos para todos vosotros.

Ángeles Hernández dijo...

Hoy me quedo con la espléndida descripción del litoral: mar lejano, mar próximo, acantilados... y la comparación del salto al vacio que suponen las rocas con el de su propia vida.

La novela es juvenil y eso te lo digo como halago, ¿cómo ha de ser el diario de una joven de 17 años?.

Además de la belleza de descripiones y la claridad de sentimientos -ambiguos, contradictorios, apasionados, tiernos, vengativos...- ése, la juventud e ingenuidad que irradia el texto, es para mí uno de los grandes logros de la novela.

Seguimos expectantes.

Feliz día de todos los Santos. Un abrazo Á.

Ana J. dijo...

Sigue Mila la manipuladora, ahora con su amiga.
Y Joaquín ya se va dando cuenta del marrón en que se está metiendo.
Mila no creo que sea capaz de sopesar el daño que le puede hacer y el que se está haciendo a sí misma, obnubilada por su deseo de hacer su voluntad por encima de cualquier otra consideración.
Me ha gustado mucho esa "caída" a la realidad de Joaquín.
Estupendo capitulo, Amando