Cómplices

Advertencias y avisos

Querido lector, querida lectora a partir de este momento, Euritmia en la Red ha eliminado de sus contenidos la novela corta "Alas rotas", cuya primera versión fue escrita en el verano de 2003.
Como explico en el post correspondiente la razón se debe a que la editorial "La Esfera Cultural" ha decidido publicarla en papel.
Puede adquirirse si pulsáis en ESTE ENLACE

VERSIÓN EN AUDIO DE ALAS ROTAS

Introducción a la versión en Audio.

sábado, 16 de octubre de 2010

Fin de Trayecto. Parte primera. Capítulo 14

Viernes, veintinueve de julio de 1.988.
Madrugada

¿Qué pasa Joaquín? ¿Por qué esa indiferencia? No entiendo por qué, cuando me has visto, has reaccionado con tanta lejanía, como si la cosa no fuera contigo. ¿Tienes miedo? ¿No me quieres? ¿Te parece demasiado arriesgado?
Sé que lo es. Pero, si supieras hasta dónde te llevaré. Si supieras que la felicidad llama a tu puerta. Te aseguro que, desde pasado mañana, nuestra vida en común será lo mejor que nos ha pasado.
Aunque, eso es lo que me tendría que creer yo primero.
No sé si sospechar que Laura se ha ido de la lengua y te ha contado más de lo que debía. Me extraña tanto que no seas capaz de afrontar unas vacaciones de quince días con tu novia sin que en mi casa lo sepan.
Ahora mismo, dudo de la sinceridad del amor que me profesas. No sé si sólo buscas acostarte conmigo y tantas dificultades enfrían tu ánimo. Quizá no eres tan decidido como he creído.
Cuando te he vuelto a explicar las cosas, de pronto, me he sentido muy cansada. Ante esa mirada tuya, he pensado, durante unos momentos, que no merecía la pena, que lo mejor era dar marcha atrás, y convertir en verdad lo que hasta ahora era una artimaña, largándome con la familia de Laura a Asturias. Seguro que a Laura no le importa. Y luego a la vuelta, en quince días, ya veríamos.
Quizá tengan razón mamá, el abuelo, la misma Laura y no me convengas.
Quizá tengas razón tú mismo, y once meses y medio se pasan bastante veloces.
Quizá la única equivocada soy yo. Sí, me ha pasado por la cabeza como un relámpago. Pero la sensación de agobio que me produce esta casa es tal que lo he descartado automáticamente.
Seguiré adelante. Soy cabezota, en eso tienen toda la razón del mundo, y como haya decidido algo, no paro hasta conseguirlo.
No pienses que no tengo miedo. Cada vez veo con más certeza que nos pillarán antes de las semanas que he calculado que necesitamos para zambullirnos en Madrid. Mi madre llamará a casa de la familia de Laura cualquier día. No más allá del martes o miércoles. Espero que, para entonces, la cosa no tenga vuelta de hoja y se rindan a la evidencia, y tú con ellos.
También tengo miedo a tu reacción. Cuando durmamos juntos unas cuantas noches, o cuando te enteres de las complicaciones, las de verdad, no éstas, porque intentaré convencerte, te largarás y me dejarás en la estacada.
Pero, me aferro el recuerdo de tus ojos y me siento mejor. Mejor dicho, me aferro a la mirada que nace de tu manantial esmeralda, y soy otra. La luz que nace del fondo es el cimiento sobre el que edificaré nuestra vida.

Me ha encantado la puesta de sol. Tu mano entrelazaba las mías con fuerza y los dos mirábamos el fulgor del ocaso, que parecía querer herir al infinito. Los breves cirros del poniente se enardecían, como por el esfuerzo de una veloz carrera que evitara que el sol les abandonara, en medio de la noche. El concierto de mil pájaros despedían al día, ¿o recibían la noche? Me encantan las puestas de sol del verano, porque son lentas, delicadas, pero sobre todo lentas. No como las del otoño o la del invierno que son como sustos. Parece que la noche se convirtiera en bruja mala que asusta a la tarde, niña de pronto, y huye despavorida. En invierno, el sol se derrumba, se cae por la fenda del horizonte y nos abandona, precipitado, como si otra amante le esperara.
Me he sentido segura simplemente con notar una de tus manos sobre las mías. Era la protección del amor. No esa otra protección que nace del miedo a perder a los seres queridos, que, más que protección, se convierte en atosigamiento. Estaba protegida, porque contigo seguiré creciendo. No limitarás mis aspiraciones como mujer, como ser humano. No me humillarás. Eso espero. Y espero más: contigo llegaré a ser la mujer que llevo dentro.
Quizá te pida en exceso. Quizá sea demasiado esperar de ti.
Esta noche, el concierto de grillos me suena distinto a otras noches. Es un concierto romántico concebido por un experto conocedor de los sentimientos de una joven mujer enamorada.

Después de la cena, el abuelo ha dicho que le acompañe al jardín. Nos hemos sentado en un banquillo, bajo los espléndidos rosales. Durante unos minutos, hemos callado. Ni siquiera nos hemos mirado a la cara. Nos hemos llenado de noche. Parecía tenso y agobiado, lejano y meditativo, temblón, no sé si por la edad o porque no sabía cómo decirme lo que me quería decir. Yo estaba a la espera. Nos envolvía a penas, el sonido de los grillos, el lejano ronroneo de los motores de los coches, el efluvio de los dondiegos abiertos en adoración a la luna, el fulgor de las estrellas que titilaban y sonreían, que adornaban, como lentejuelas celestes, el manto negro de la nocturnidad. He percibido que la paz se instalaba en mi corazón, ¡cuánto he añorado a esta inquilina! ¿Por qué no he disfrutado más del jardín, sobre todo, en noches como ésta, si nadie me lo ha prohibido? Una sombra de melancolía y de añoranza ha sobrevolado mi alma. Al fin, el abuelo me ha mirado directamente.
— Hija, tu madre me ha contado que ya no eres una niña y que deberíamos tratarte de otra manera. No sé si tendrá razón, ella sabrá por qué lo dice, pero yo soy como soy. Si no hice nunca caso a tu abuela, que en paz descanse, sobre nuestra hija, cómo le voy a hacer caso a ella sobre mi nieta. Si para mí, tu madre es todavía una niña, imagínate como voy a ver a mi nieta. Además, ¿imaginas lo que yo sufriría si me organizaras algún jaleo?
— Abuelo, ya sé que eres como eres, y que nadie te va a cambiar, pero tienes que comprender que los demás sí crecemos, que los demás ya no somos niños, y que igual que tú te enamoraste cuando eras joven, yo también me he enamorado—. He actuado con reflejos para evitar problemas—. O creo que lo he estado.
— Las cosas han cambiado mucho—. Me harta tanta reiteración, y tanta música celestial—. Antes había otro respeto, había otros conceptos, otra integridad. Imagínate que te hubiera faltado al respeto ese chico, ese tal Joaquín, ¿ahora qué?
Se acuerda hasta del nombre. Parece mentira con sus años y no deja nada a la improvisación. Me asusta. No he contestado. ¿Para qué?. Él está anclado en su tiempo, en su vida, en sus criterios y no avanza. Y no quiere avanzar.
— Pero en realidad — en vista de que no le contestaba, ha continuado—, no te he dicho que vinieras aquí por eso. Quería desearte que lo pases bien en tus vacaciones con esa amiga tuya y que reflexiones a gusto. Y, sobre todo, piensa que a ti no te conviene andar tonteando por ahí. Tú necesitas a alguien que puede tener un nivel adecuado a tu situación.
— O sea — mascullé —, buscaré al hijo de un conserje de oficina.
Aquello era lo que más daño le podía hacer, incluso una jovencita como yo lo sabía. Después de los últimos años, se lo eché a la cara. Ya está. Lo siento abuelo, te lo merecías.
— No seas bruta, y ten un poco de respeto a tus mayores. No me refiero a la situación laboral de tu padre (al fin y al cabo un error lo tiene cualquiera, y yo me equivoqué con él, pensé que sería capaz de ascender), sino a tu tradición familiar. A la estirpe de hidalguía tienes que transmitir.
No daba crédito a lo que estaba oyendo. Lo primero que he hecho ha sido repasar mentalmente el menú de la cena. No hubo vino, o cerveza, u otro alcohol. Sé positivamente que el abuelo no tiene ninguna medicación, por lo que no padece de alucinaciones causadas sustancias químicas. Tampoco me lo imagino colocado. Es decir, que lo que me acababa de decir era fruto de su razonamiento lógico y coherente. El abuelo, no es que tenga ideas retrogradas, sino que está instalado prácticamente en el feudalismo, ese que sólo se ve en rancias películas o cuentos infantiles.
— Abuelo, no te preocupes por eso. Descansa. Con tu permiso, me retiro.
Le he dado un beso de buenas noches. Me he encerrado en la habitación.
Para el abuelo, soy el ánfora que conserva las esencias que embellecen desde tiempos inmemoriales, la estirpe de los Sebastián de Villa Franca del Arroyo, provincia de Euritmia, para enriquecer con ellas a la descendencia que nos siga, hasta el final de los tiempos. Amén...
Ahora encaja todo más. La historia de esta familia, y el futuro, que es peor, dependen de una mente anclada al pasado, casi prehistórico, que la llevará a la ruina. Esa mente piensa que soy el recipiente que engrandecerá la tierra con sangre de su estirpe. Mi madre, seguro que así lo cree. No daré la semilla, por desgracia, no soy varón, pero, como hembra, soy tierra donde se guardan tales tesoros, que sólo obtendrá quien supere la prueba del dragón... Menos mal que me largo. Me voy, y un cosquilleo de alegría me recorre.

Se acaba de oír un trueno a lo lejos. Un relámpago ha derramado su luz lechosa por el celaje cubierto de nubes plomizas y cargadas de lluvia. Vuelven las tormentas. Sube el bochorno perceptiblemente, es como si escalara por las hojas de las enredaderas. La noche empieza a ser irrespirable, casi asfixiante. Va a descargar la tormenta en muy poco tiempo. Casi puedo percibir en mi piel el aumento de la electricidad en la atmósfera. A veces pienso que la naturaleza es un trasunto de uno mismo...
Otra tormenta más de este verano. Espero que el sábado no haya ninguna que nos pille en carretera. Tendría tanto miedo.
¿Y si sufrimos un accidente?
(Continuará...)

16 comentarios:

Marina Filgueira dijo...

Precioso capítulo, si, lo peor es eso, si tienen un accidente... Bueno pues a esperar haber como sale de ésta aventura. Yo casi intuyo que le va a salir bien. Aunque no sé... igual encuentra un rosal y se esconde entre sus flores como hizo la locura. Gracias ESCRBIDOR. Por este deleite de frases hermosísimas. Un beso.

Unknown dijo...

Se acerca el dìa y Mila comienza a sentir el peso de su decisión, a tener dudas, aunque pienso que, después que habló con el abuelo, estas se hayan disipado.
En la narración , estimado Amando, he notado un toque de lirismo del poeta que eres, y en algunos puntos he quedado sumergido en la belleza de tus palabras. Me ha sucedido en otros capítulos, pero en manera menos evidente, en este capítulo lo he sentido muy fuerte y me ha gustado.
Un abrazo.
Leo

Amando Carabias dijo...

Marina Fligueira:
Gracias por tus palabras y ... por tu entusiasmo.
Cuando escribí esta novela, una de las plagas de nuestra sociedad eran los accidentes de tráfico, al que, dicho sea de paso, siempre he tenido mucho respeto, aunque haya que convivir con él.
Y sí lo peor es un accidente. Por desgracia bien lo sé.
Hoy en día parece que esta cuestión provoca menos daños, pero aún así cada muerto en una carretera es un desastre.

Amando Carabias dijo...

Leonel:
Sí, tienes razón. Y no es el único instante. A veces me metía tanto en el corazón de Mila que no me daba cuenta de sus años. O eso me decían quienes primero leyeron esta novela. Y yo les sonreía y les enseñaba mis poemas de los dieciséis años, y entonces, silencio.
Quiero decir que puede sorprender en una joven ese lirismo, pero hay muchas personas que han escrito y que escriben a esa edad, aunque luego la vida los lleve por otros senderos.

Isolda Wagner dijo...

Es cierto Amando, en la adolescencia se siente la poesía como algo implícito, el problema está en saberla transmitir y Mila con tu ayuda, me deja una vez más, muda de asombro.
Miles de besos

mateosantamarta dijo...

También yo veo mucha madurez y capacidad expresiva en Mila, pero temo que esa tabla de salvación que se ha buscado no la va a llevar a un buen destino.
Un abrazo.

Amando Carabias dijo...

Isolda:
Espero que esta anécdota no se entienda como petulancia por mi parte.
Cuando Cristina Guerra (mi profesora de Lengua y Literatura en COU, mi primera lectora de muchos de mis textos y la que me animó a editar mi primer libro de poesía) me vio en sus listas de alumnos de COU (17 años), se sorprendió, pues ya me leía en el periódico local y pensó que yo era alguien más adulto.
No creo que sea tan excepcional, aunque reconozco que no es abundante

Amando Carabias dijo...

mateosantamarta:
No puedo anticipar nada, aunque en el fondo esté anticipado.
Gracias por tu seguimiento.

catherine dijo...

Mila es más lucida hoy , y muy propensa a la poesía. Pero como es también muy cabezota el discurso del abuelo le va a precipitar en el sendero opuesto al que predica el patriarca de la familia.
Despues de la puesta de sol encantadora amenaza la tormenta.

Ana J. dijo...

Excelente capítulo. La figura del abuelo perfectamente retratada y Mila que cada vez muestra más la influencia de sus genes, por mucho que crea estar por encima de su familia.
Me inquieta mucho esa rabia que siente, ese desprecio que muestra por los suyos (desprecia a su madre, por déspota, a su abuelo por considerarse superior, a su padre por calzonazos), la compulsión que tiene por alejarse y vengarse de su familia, aunque solo sea mediante el abandono.
Esta chica va en picado al desastre.
Estoy enganchadísima.
Un abrazo grande

Flamenco Rojo dijo...

Todos estaremos de acuerdo que el papel de los padres con los hijos es harto complicado…pero, ¿por qué un abuelo se inmiscuye tanto en las cosas de un nieto? ¿Qué pasa en una familia cuando un abuelo participa activamente en las decisiones de la casa?... ¿Es educacional?, ¿es por motivos económicos? En el caso que nos ocupa y preocupa lo iremos viendo en los próximos capítulos…supongo.

En eso quedamos, a la espera de la próxima entrega.

Un abrazo.

Amando Carabias dijo...

catherine:
Efectivamente, Mila es muy cabezota. Su tozudez será una de las causas de todo lo que está por venir.
En su reacción instintiva de rechazo a cuanto le digan sus mayores es bien visible también. En esta reacción de oposición juegan dos fuerzas que no dejan de pesar en su ánimo: la propia edad de rebeldía en que se encuentra, esa típica fase del género humano que suele coincidir con esa edad, y la sensación de asfixia y anacronismo en el que vive con su familia.

Amando Carabias dijo...

Ana J:
Es verdad lo que dices. En el fondo, Mila tiene una forma de ser que no es ajena a la de su familia. Podría haber salido como el padre, pero entonces no habría habido novela.
Nos ha salido como la familia materna, y aunque no lo crea, en el fondo utiliza armas parecidas...
Pero no podemos olvidar que nosotros estamos leyendo la novela desde la persona de adultos que ven el peligro, que están avisados, incluso, del peligro.
Ella no lo ve así. Es como es, de acuerdo, pero lucha por su libertad. Eso no se nos puede olvidar. Ella pelea contra un entorno hostil que le impidde vivir el amor de su vida (aunque dure un par de telediarios, en esos momentos es el amor de su vida).
Si no le hubieran prohibido disfrutar de y con Joaquín, Mila no estaría donde está.
Ahora nos parece complicado de entender. Han pasado veintidós años desde 1988, pero entonces, a pesar de seia años de gobierno socialista, todavía existían familias similares. Incluso familias que no tenían donde caerse muertas, aspiraban a ser reconocidas por una especie de estirpe 'añorosa'.

Amando Carabias dijo...

Flamenco Rojo:
El abuelo, en realidad, es el autoproclamado y reconocido patriarca de la familia. Marcos de Andrés (el padre) es sólo el instrumento necesario para que hubiera un varón que aportase cierta carga genética que permitiese la continuación de la estirpe.
No es que los padres de Mila hayan cedido de sus obligaciones y derechos.
Es decir, no es que el abuelo se inmiscuya, en realidad es quien dirige el funcionamiento 'ético' de la familia. El ideólogo. De hecho, en alguna escena se ve cómo Milagros (la madre de Mila) es a él a quien solicita ayuda, ante la inoperancia del marido, a quien tienen entre ambos anulado desde hace años.
En caso contrario, quiero decir, en el caso habitual de que el abuelo viva en casa con alguno de los hij@s y los nietos, todo esto no tendría sentio. Los abuel@s que conozco suelen no inmiscuirse en estas cuestiones y, en todo caso, suelen ser defensores de los nietos, salvo excepcionales ocasiones que nadie desea vivir.

Ángeles Hernández dijo...

Estoy de acuerdo con Amando en que este abuelo es el patriarca, no un abuelo cualquiera, que como dice a la nieta, si no acepté lo que tu madre quería ¿como voy a aceptar lo tuyo?.
Parece un hombre inteligente, y es sobre todo el hombre de la familia porque el marido de su hija no ha sabido ocupar su sitio. Sus veleidades de nobleza, sueños de un pasado perdido o imaginado, no le restan parte de razón cuando pide reflexión a Mila y reconoce que pued etar equivocado. Ella se venga con una buena puñalada trapera.

Y Mila sabe que Joaquín no es oro puro...ya ha empezado a verlo y lo escribe en el diario, pero su "estirpe vencedora" es de las de "Mantenella, no enmendalla".

Es verdad que la adolescencia es audaz y rebelde. POr eso también comprendemos a la protagonista, y aunque la mayoría de los carrozones que por aquí pululamos quisieramos decirla: No te precipites MIla sabemos que de nada valdría.

Con dudas más que evidentes, cabezota ella, tirará para adelante.

Esperemos que el sufrimiento le haga fuerte.

Un abrazo y hasta la próxima Á.

Amando Carabias dijo...

Ángeles Hernández:
Como siempre analizas el capítulo con tremenda agudeza.
Respecto de lo que vendrá, iremos viendo.