Lunes, cinco de junio de 1989.
Siete de la tarde.
La pistola, o el revólver, es otro problema. Gracias a Dios, al destino que últimamente parece la única explicación lógica, o al diablo, no sé muy bien, tengo un cliente bastante asiduo que se dedica a la venta de armas. Vamos, es un armero. Un día, en una borrachera gloriosa que cogimos los dos al unísono, me lo contó. Aquel día acababa de discutir muy seriamente con su mujer, y para desquitarse decidió gastarse un dineral conmigo. Un verdadero dineral.
Le estaba esperando desde hacía unos días, desde que me acordé de él.. Si no aparecía en diez días o así tenía pensado gestionar un permiso de armas. Aunque me diera problemas con Ricky.
Pero el destino, como digo, supongo, me echó otro capote. Vino anoche. Cuando apareció, le hice una seña y se acercó a mí. Para su sorpresa, agradable, me imagino, le estampé un gran beso en la boca. Captó el mensaje a la primera. Y sin más preámbulos, subimos a la habitación. Por suerte, en aquel momento no estaban ni Madelaine ni Ricky, además ya no tenía micros en la habitación. Desde que pedí la coca, me había rehabilitado a sus ojos, y el acostarme con mi hermano fue definitivo para ellos. Sabían que no tenía ya a dónde ir.
En todo caso, preferí no arriesgar. Y no le dije casi nada, salvo preparar el terreno, hasta que no estábamos en plena faena. Cristóbal, así se llama, o se hace llamar, es bastante mayor para estas cosas, pero debe estar muy abandonado por su mujer, porque enseguida se le empina. Además se corre muy rápido. Fiada de la ausencia de Madelaine, mientras subía a la habitación, le susurré al oído.
—Hoy, dos por uno, pero no se te ocurra decir nada a nadie, ni a tu sombra, o te la corto... Vamos, si quieres y puedes.
No contestó, pero no hizo falta, tal y como le chispearon los ojos. Sonreí. Al hacerlo, él habló, mientras su mano fría recorría mi pezón derecho con descaro y dulzura.
—Seguro que tramas algo.
—Por supuesto, las cosas no se hacen gratis. Aunque a ti no te va a costar nada. Casi nada.
A esas alturas ya estábamos en la habitación. Le puse una mano en mitad de los labios, y con la otra le metí mano en la entrepierna. Probablemente no hubiera hecho falta el primer gesto, pues con el segundo se le acabó la capacidad de hablar. Normalmente él se pone encima de mí, pero en aquella ocasión, para asegurarme más, no fueran a estar espiándome, me coloqué yo a horcajadas. En un momento determinado me tumbé sobre él y le susurré.
—Cristóbal, me tienes que hacer un favor enorme.
—Ya decía yo—, protestó él—. ¿Cuánto?
—¡Chist! No hables tan alto. No se trata de dinero, te lo juro. Te juro, además que no es una encerrona para ti. Mira, aquí no puedo hablar. Quedamos donde digas el jueves o el viernes y te lo cuento.
Hubo unos minutos de silencio. Que provoqué, sabiamente, con un largo beso. Había que ayudarle a pensar. Cuando pudo hablar me citó en una cafetería cercana a Nuevos Ministerios, el jueves a las cinco menos cuarto, para tomar café.
—Pero muy breve—, dijo, mientras se corría.
Se me ocurrió una maldad, pero me la callé. Recé porque no estuviera Madelaine, y no viera lo aprisa que le retiraba el preservativo y lo arrojaba a la papelera envuelto en el correspondiente trozo de papel higiénico. El segundo preservativo lo había dejado preparado en la cama. Fue todo muy rápido, como supuse. Volví corriendo a la cama y me arrojé sobre él con una sonrisa.
—Lo prometido es deuda.
Efectivamente, querido diario, la cita es donde te imaginas.
Continurá
8 comentarios:
Al leer este capítulo, he recordado dos cosas: Cuando era una niña, siempre preguntaba cómo se podía levantar una casa. Me parecía lo más inexplicable y difícil del mundo y nunca supe el porqué de esta obsesión y más, cuando veía la construcción a cada paso. La otra cuestión que me hacía ya de adolescente, era: si tuviera que conseguir una pistola, no sabría por dónde empezar. Por más que sabía de la existenca de mafias y gentes dedicadas al tráfico de cualquier cosa, me parecía de todo punto imposible. En esto Mila, me ganaba de calle...
¿Será que me aterra la idea?
Seguiremos esperando, escribidor.
Mil besos para Mila y para ti.
No sé que me asusta más, si todo lo que ha pasado Mila, o la "frialdad" con que está planificando todo. Frialdad por decirlo en algún modo, porque estoy seguro que para llegar a pensar esas cosas, dentro esa persona debe sentirse quemar por la rabia y el deseo de vengarse.
Me pareció corto este capitulo.
Sigo esperando.
Un abrazo, Amando.
Leo
Parece que todo le está saliendo a Mila como esperaba. En este capítulo da otro paso más hacia la venganza.
Ya queda poco...
Un abrazo.
Vaya, con lo mal que han resultado todos sus planes de mejora , ahora tiene suerte para su proyecto maldito...
A ver, esperamos inquietos.
Un abrazo , Amando.
Vaya! Mila sigue soñando con la Crueldad.
De todos modos, tengo la esperanza de que por alguna casualidad de la vida, no lleve a cabo su venganza. No sé... ¡me parece injusto que la protagonista tenga un final tan trágico!
Espero con ansia el próximo capítulo. Besiños.
Me he leído de un tirón todos los capítulos que tenía atrasados y aún me dura la sensación de agonía en el estómago.
Ha sido una escalada en la amargura, la degradación, la desesperación, la suciedad y la determinación que, si bien esperaba, no por ello me ha dejado de impactar.
Siento dolor por esta niña rota, destruida por el odio y la sed de venganza.
Me duele el rencor que se acantona en ella, tan joven, y el final que se adivina.
Han sido unos capítulos intensos, magistrales, que he devorado y que difícilmente se borrarán de mi memoria.
Un abrazo fuerte y todos mis respetos, querido escribidor
Glup....
He entrado con la cuenta de Jesús, lo siento, es decir el comentario de un tal Jesús, está escrito por Ángeles.
Un abrazo Á.
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