Viernes, veintiuno de abril de 1989.
Ocho y media de la mañana.
Benditos los niños que duermen doce horas, ellos saben lo que es la felicidad, y lo agradecen con sus sonrisas eternas, y sus juegos sin final. He dormido unas ocho horas y me siento nueva, con energía, como renovada completamente. Pero claro, con este trabajito, en realidad parecemos murciélagos, vampiresas, y el ser humano no se ha pensado para tal cosa…
Una noche como la que he pasado es lo mejor que me ha ocurrido desde hace meses. Me levanto con tales ánimos, que podría intentarlo todo de nuevo, a pesar de que están muy recientes los renglones que escribí ayer. Aunque debo ser prudente, total, después de comer, he de volver a tomar el tren para llegar a Chamartín con tiempo suficiente como para no levantar sospechas. Debo estar en el piso antes de la ocho, como cualquier otro viernes. No quiero que se enteren, si es que no he tenido vigilancia, de que no he estado en Madrid.
La mañana vuelve a ser espléndida, radiante. De primavera. De esa primavera que en esta zona esperamos para finales de mayo. El cielo está limpísimo, transparente, como recién pintado. El sol ilumina con energía. No hace viento, si acaso una ligera brisa que llega desde el monte. Toda la naturaleza exulta y crece, desborda, se desborda. He abierto la ventana y me han inundado el perfume denso y contundente del campo, aunque austero como él mismo. Me ha llegado el sonido de los cientos o miles de trinos. Casi se oía cómo crecía la hierba…
Si supiera rezar en condiciones daría gracias a Dios, por esta mañana. Pero ya se me ha olvidado. Además, si Dios existe, porque se esconde tan lejos. ¿O soy yo la que huye de Él?
Bajaré a desayunar para disfrutar lo antes posible de la mañana que se me presenta. Hasta tengo apetito. Cuando la dueña de la fonda lo vea, pensará que el vaso de leche de anoche ha hecho milagros. Pero lo que no sabe es que el verdadero milagro ha sido el sueño.
Bueno, voy a bajar, porque a este paso me quedo toda la mañana escribiendo en este cuaderno, y tampoco es eso.
Viernes, veintiuno de abril de 1989.
Media mañana.
Desde esta piedra, contemplo el pueblo que dormita en las faldas de la sierra, polluelo junto a su madre. El ruido bronco de los automóviles por la carretera, al que me he acostumbrado y se hace cotidiano en Madrid, aquí me llega como un lejano y fugaz ronquido. El silencio crea un vacío en torno que me hace sentirme inquieta y extraña. Quizá ya no esté preparada para vivir en armonía con la naturaleza, tanto la he alejado de mi vida.
A pesar de las pocas horas que me faltan para volver a Madrid, a Jazmín, a mi negra realidad de lodazal pestilente, ¡qué lejos se ve desde aquí todo ello! La intensidad y limpieza de la luz que me envuelve, la pureza del aire, el silencio que me inunda. Una siente deslizarse el tiempo a la velocidad justa. Ni tediosamente, ni abruptamente. Adonde quiera que se mire, se podrá detener la vista en algo que la naturaleza nos regale. Al respirar siento que estoy más integrada con el resto del cosmos. Pero lo mejor, es la soledad en armonía con el universo. La soledad que nace de la libertad, claro.
He hecho cuentas muy por encima. En estos meses. llevo ganados unos cuatro millones de pesetas* con todos los descuentos que me hace Madelaine y los gastos que tengo. Me quedan otros cuatro o cinco meses más, antes de intentar la fuga. Siendo pesimistas, puedo contar con otro millón y medio. Unos cuatro millones y medio para poder largarme de Jazmín e intentar rehacer mi vida. Buscar tranquilamente un trabajo, o invertir en algún negocio, no sé, algo que me permita vivir dignamente. Pero cómo lo haré. Cómo podré irme de Jazmín, sin que salgan detrás de mí como perros de presa. Me he metido en un territorio tan peligroso.
Cada vez que lo pienso llego a la misma conclusión: debe ser un negocio alucinante para estar implicados en una muerte de alguien que simplemente era un potencial confidente de una chica, que apenas sabe nada de lo que ocurre realmente. Va a ser muy difícil, incluso imposible diría yo. Cada día que pasa intuyo que el dinero que se mueve con la coca es fabuloso.
Los pensamientos negativos me invaden de forma constante. Pero, al menos, en este ambiente logro recapacitar con cierto orden y lógica. Necesito venir por aquí con más frecuencia. Si me cercioro de que no me siguen puede ser el lugar donde vaya elaborando el plan. El plan que me permita, al menos, vislumbrar el futuro.
Por ejemplo, podría empezar por escribir una carta a Laura para que me vengan a buscar un día concreto.
Sería arriesgado para ellos. Lo primero de todo es asegurarme de que no me siguen. Puedo desaparecer en un taxi un jueves.
He escrito dos ideas en un momento, que me acercan bastante al idiotismo. Como toda mi creatividad elaborando planes de fuga se reduzca a esto, no podré salir ni al portal de la casa.
No lo sé tengo que estar muy segura. Aún es temprano para elaborar planes. Seguro que poco a poco se me ocurre. Lo malo será el día que me tenga que acostumbrar a no ganar treinta mil pesetas, como mínimo. Entonces, puede que hasta eche de menos Jazmín.
(Las palabras que acabo de escribir me han producido risa. Me he extrañado de escucharme reír. Por fin, desde febrero he vuelto a reír. Me ha gustado. Debo hacerlo más.)
Además con qué cara, con qué historia, que es peor, me presentaré en Euritmia. ¿He de irme fuera del país? Demasiadas preguntas, demasiadas dudas. Todo demasiado difícil y duro para la situación en la que me encuentro.
(Leo otra vez lo que acabo de escribir y es como si tuviera que escalar el Himalaya. No tengo fuerzas).
He levantado la cabeza ante los negros presagios que se vis-lumbran en mi horizonte. No he viso ninguna nube que me aceche. No he sentido un cambio de la brisa que anuncie la vuelta del frío. No he notado que nada lo vaya a empeorar. Parece que se puede sonreír, al menos levemente.
Continuaré el ascenso por esta senda. Me arrulla el trino de los pájaros y me abraza el sol poderosamente.
El sendero acaba en la cima pelada y suave de un otero. Es increíble la belleza que desde aquí se contempla. De frente, en la cumbre de un monte mayor que éste, rebrinca inquieto un río en ciernes, acaso será un pequeño arroyo. El aroma de pinos y abetos me inunda. El cielo está más limpio, si es que eso puede ser.
Estoy sentada en una piedra, en mitad del estrecho camino. Desde aquí puedo contemplar un entorno de muchos kilómetros, incluso al fondo, a mi espalda, se columbra el corpachón del gigante que me aguarda, cubierto como siempre, por una especie de neblina grisácea y sucia. Sin embargo, ahora parece que la reina soy yo, ahora pienso que desde este trono puedo reinar sobre todo el mal que me acecha y me acucia.
Está lejos la suciedad y la podredumbre. Está lejos la infamia y la prisión. Está lejos la pesadilla negra que me atrapa cada noche. Está lejos la vileza.
Me vuelve a pasar lo que ayer me sucedió. Con esta paz, este silencio, el aire calmo de esta mañana repleta únicamente de sí misma, he sentido los latidos de mi corazón. Me he resistido a creer que volviera a funcionar. Pero por lo que se ve es terco y contumaz como una mula, como su propietaria. Estoy sonriendo. “Todo es posible”, me he dicho satisfecha.
Acabo de mirarme el reloj. He de bajar de nuevo al pueblo y a la fonda, porque corro el riesgo de perder la comida. Y hoy, sinceramente, tengo apetito.
Continuará...
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* Unos veintisiete mil euros, más o menos (N. del A.)
6 comentarios:
se abre una minúscula fiura en su caparazón egador, yla luz y el sueño, aparte de reparadores, le han heho ver que hayvuida detras de Jazmin...
No lo tendrá fácil quizás,pero ahoraque yasabe como juega es gente, está mejor prepara. Tien tiempo aún hasta julio, que no haga ninguna tontería y se relaje en el campo para llegar fuerte y segura al plan del dia H...14 juillet que para eso es el día de
LIBERTÉ EGALITÉ FRATERNITÉ
Soy una impaciente. Estoy deseando conocer el desenlace. Un fuerte abrazo.
Bravo Ángeles, el 14 de julio es nuestra fiesta nacional.
Liberté, Mila hace sueños de libertad, despertada sigue soñando, pero sueños tan estúpidos que le dan la risa. ¡Qué bueno! reír, dormir, comer y escribir en su cuaderno todo lo que siente, describir la naturaleza.
Creo que es el capítulo más apacible de la novela.
El capitulo corre en aguas tranquilas, si no fuese por los temores de mila, siempre presentes, se podría decir que es casi relajador leer, pero esos temores latente me recuerda una frase que decían en Cuba "una calma que dura tanto presagia tormentas desmedidas", y esto me hace sentir ansioso.
Un abrazo, Amando.
Leo
Cualquiera querría quedarse en ese lugar que está disfrutando Mila; es el mayor lujo que se puede permitir: dormir y alimentarse en un ambiente hermoso. Sólo serán cuatro meses...
Besos siempre, escribidor.
Los que seguimos la novela en este lugar sufrimos cuando sufre Mila y nos alegramos cuando Mila está alegre...Y eso lo consigues Amando con tus magníficas descripciones...
Abrazos.
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