Jueves, veinte de abril de 1989.
Noche estrellada.
Sólo las blancas estrellas iluminan este trozo de noche rectangular que contemplo tras la ventana. A lo lejos, muy a lo lejos, y muchísimo más abajo, puntitos amarillos señalan otro pueblo. Sólo los faros veloces de los coches de vez en cuando me deslumbran.
¿Hacía cuánto tiempo que no contemplaba una noche como ésta?
Esta tarde ha sido muy triste.
¿Por qué la tristeza tiene la capacidad de estirar las paredes del corazón hasta límites insospechados? ¿Puede el corazón albergar tanto dolor, tantas sensaciones negras, sin que estalle?
He paseado por un sendero que he encontrado como a cien metros de la salida de la fonda. Enseguida me he encontrado ascendiendo una fuerte pendiente. Me he cansado rápido. No estoy para estas cosas, aunque esto ya me lo imaginaba. No me ha extrañado. Ni me ha preocupado, que supongo, es peor, bastante peor... El tipo de vida que llevo va dejando sus huellas. Aunque aparentemente estoy sana, seguro que rozo la anemia, fijo que el hígado va a empezar a darme problemas, y mi tono físico general se parece bastante al de las personas que hacen vida sedentaria. Rápidamente, diría que con anhelo, he buscado un lugar donde sentarme. Lo he hecho realmente exhausta. Cuando he recobrado el resuello, y me he fijado en lo que me rodeaba, la cosa ha sido peor. A mis pies he encontrado el cadáver de un pajarillo que se habrá caído del nido. Efectivamente, me he sentado bajo un árbol que en su parte inferior tenía un nido.
¡Qué impresión me ha hecho tal descubrimiento! No sé por qué, pero me he imaginado que era mi propio cadáver el que estaba arrojado en el camino a la vista de cualquiera. Una pobre chica que había muerto sin haber empezado a vivir siquiera. El problema es que una parte de mi interior ya lo ve así.
Reconozco que eso es morbo puro, pero siento que ya no soy del todo dueña de mis pensamientos. Cada día que pasa, me pregunto si no estaré de atar. Si no necesitaré la asistencia de algún psiquiatra o psicólogo, aunque no iba a servir de nada. Lo primero que me iba a decir es que dejara el trabajo que tengo. Y tendría razón. Pero él no sabría que me es imposible abandonarlo… Y cuando viera que no le cuento las razones de tal imposibilidad, la cosa se complicaría más. Además, salvo que fuera cliente de Jazmín y tomara droga, me imagino que Madelaine y Ricky me lo impedirían. (¿Y qué psiquiatra puede haber con ese currículum? Ninguno, por supuesto. Espero).
Efectivamente estoy loca.
El caso es que he pensado que el cuerpo de aquel pajarillo era trasunto del mío, y he temblado. Esto último me ha alegrado, pues si me ha asustado verme muerta, es que no deseo tanto como me digo que llegue ese funesto instante.
“Todavía queda una rendija de luz, a la que engancharme”.
Con ese pensamiento he vuelto a la fonda. No he querido adentrarme más en la Sierra. Además estaba demasiado cansada.
Tras una ducha rápida, que por la hora ha extrañado a la dueña de la fonda, he bajado a cenar. Casi no he probado la verdura y el pescado. Por fin, se me ha acercado. Supongo que toda paciencia tiene su límite.
—Señorita, ¿no le gusta la cena? ¿Prefiere otra cosa?
He alzado los ojos. Le he sonreído con cierta dulzura. He comprobado que en su mirada, esta vez, había verdadero interés.
—Es que no tengo apetito, gracias. De todas maneras está muy rico. Sobre todo, la menestra.
—Pero es que este mediodía ha comido muy poco.
—Ya. Es que soy de poco comer.
Se ha marchado moviendo la cabeza en sentido negativo. No iba nada convencida por las respuestas que le he dado. Ha regresado de la cocina con un hermoso vaso de leche tibia. El gesto seguía siendo adusto, pero, tras el velo gris de sus ojos, he descubierto cierta luz de ternura.
—No está muy caliente —me dijo señalando al vaso—, ni tampoco muy fría. No le he puesto azúcar, aquí le traigo dos sobrecitos para que se eche lo que desee, pero bébaselo. Y no acepto un no por respuesta.
He sonreído como he podido. Estaba rica. Me la he tomado toda, con los dos sobres de azúcar. Ella no se ha separado de la mesa ni un solo segundo, por si acaso.
He bajado hasta el pueblo. Había bastante más ambiente que por la mañana. Hasta un cine tenían. Pero no he tardado en volver. Me sentía fatigada.
Ahora estoy que me caigo de sueño. Creo que me voy a dormir.
Y no sabes, querido diario, poder escribir esto otra vez, qué alegría me da.
Continuará...
9 comentarios:
Beber leche y dormir, actos sencillos que alejarán la idea de la muerte durante este jueves/viernes por lo menos. Dormir como un bebé acordándose de la ternura en el ojo gris de la dueña de la fonda. Otra vez Mila tiene suerte con la dueña.
¿Por qué la tristeza tiene la capacidad de estirar las paredes del corazón hasta límites insospechados?
Esta y la siguiente pregunta, que se hace Mila, me abruman como a ella.
Besos siempre, escribidor.
Cada uno hacemos hincapié en aquello que mas se asemeja a nuestro eco interior. En este caso haré mención al pajarillo muerto a los pies de la joven desesperada y su pensamiento inmediato. Eso también es una sincronicidad. Le está diciendo preparate para morir joven como yo y ella capta la idea.
Un fuerte abrazo extendido.
¿Por qué las personas secuestradas tienen tanta failidadparaaer en un síndrome de Estocolmo?.
Bueno, en este caso solo parcial pues Mila solo se ha identificado con sus raptores ( la tienen en contra de su voluntad) en que ha interiorizado por completo la idea de que salir de ahí es imposible.
Es tal la presión psicológica y el influjo emocional que se ejerce sobre estas personas (favorecido por alcohol, drogas, amenazas, persecuciones, desprecio... ) que ellas mismas acaban convencidas de que salir deallí es imposible.
¿No puede esribir Mila una carta a sus padres, o a su amiga la astruriana para que sin que Richy lo sepa dar la voz de alarma?.
Tendría que volver a su casa, pero allí comería, no fornicaría cuatro veces por noche, no estaría sometida a vejaciones -alguna ironía o reprimenda a lo mejor-.
Me parece que reconocer su error ante su famioia,tal y como están las circunstancias no serían una mala salida, ¿Qué representa esa pequeña humillación al lado de todas las que está sufriendo?.
Es que me pone tan nerviosa...enferma, no puedecasi n andar, alcoholizada, deprimida...menosmalque lo de la coca por el momento pasó.
Un abrazo Amando. Buen texto que dice muchas cosas.
Buenos días a todos, y muchas gracias por vuestra atenta lectura.
Todos tenéis razón en parte.
A todos os tengo que agradecer la atenta lectura de esta novela, también a quienes no comentáis.
Aparezco,ahora, porque la aportación de Ángeles me parece muy interesante e importante de cara al desarrollo de la novela.
Su idea es lógica. Cualquier mente normal haría o habría intentado hacer lo que Ángeles propone para Mila.
Ahora os contaré un secreto.
Una intimidad del relato, del escribidor.
Lo pensé. Pero ella misma se echó atrás. El personaje, Mila, digo.
¿Por qué?
Está convencida de que la siguen. Sabe, y lo ha escrito en su diario, que está siendo vigilada. Sabe cómo se las gastan (la muerte de Enrique no ha sido precisamente demostración de debilidad por parte de Ricky). Sabe, por tanto, que esa carta no llegaría a níngún sitio, se la interceptarían. De hecho tiene miedo hasta de escribir el diario, como ya hemos visto.
¿Una llamada de teléfono?
También está convencida de su inutilidad. En este caso el convencimiento es más del escritor: Aunque la hiciera, los datos que puede dar la llevarían a un callejón sin salida. Imaginemos, llama a su amiga, le da los datos -dónde vive, dónde está el puticlub, dónde va los días de la semana que libra...-. La amiga lo cuenta a sus padres o directamente a la policía. Vale. En cuanto que la policía de Euritimia traslade el asunto a la de Madrid, Ricky lo va a saber, ¿cuánto tardaría en hacer desaparecer a Mila?
Quizá haya otras soluciones, pero hemos de darnos cuenta que se narrando desde la perspectiva de esta mujer, y de lo que da de sí su cabeza que cada vez será para menos.
Esta explicación quizá sobraba, pero, bueno, de algún modo quería justificar a mi personaje.
Un abrazo a todos y a todas.
No deja de sorprenderme las reflexiones de una chica de 17 años...
Abrazos.
Después de leer el capitulo y lo que has aportado, Amando, creo que la justificación al comportamiento de Mila está en la misma trama de la novela, es por eso que seguimos leyéndote y sigo lamentando no tener el libro para saber como va a terminar.
Un abrazo.
Leo
Al menos alguien demuestra algo de cuidado hacia ella.
Si al menos no fuera algo transitorio...
Ya falta menos para su cumpleaños, pero me temo que no le va a resultar fácil llegar a soplar las velas.
Al menos alguien demuestra algo de cuidado hacia ella.
Si al menos no fuera algo transitorio...
Ya falta menos para su cumpleaños, pero me temo que no le va a resultar fácil llegar a soplar las velas.
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