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Querido lector, querida lectora a partir de este momento, Euritmia en la Red ha eliminado de sus contenidos la novela corta "Alas rotas", cuya primera versión fue escrita en el verano de 2003.
Como explico en el post correspondiente la razón se debe a que la editorial "La Esfera Cultural" ha decidido publicarla en papel.
Puede adquirirse si pulsáis en ESTE ENLACE

VERSIÓN EN AUDIO DE ALAS ROTAS

Introducción a la versión en Audio.

jueves, 13 de enero de 2011

Fin de trayecto. Cuarta parte. Capítulo 44

Viernes, tres de marzo de 1989.
Casi de madrugada.

Bosques tenebrosos de cipreses muertos me persiguen. Brazos asesinos, sus ramas nudosas. Los fantasmas nocturnos me niegan el descanso. Ni siquiera ese pobre consuelo para la víctima herida..
La noche de Madrid alta y ruidosa, profunda y estridente llega hasta mis lacerados oídos. Soy víctima del aciago destino que persigue todos mis actos.
Esta tarde ha estado conmigo la buena de Sole, Belinda para los clientes. No creo que sea ella la espía. Más bien, todo lo contrario, si acaso, ella es la única que se puede decir, que es amiga, o algo parecido, al menos.
Su carácter expansivo, optimista, su risa cantarina y algo estridente ha intentado que desaparezcan de esta habitación los miasmas de la angustia que la tienen invadida. Pero todo ha sido inútil. He intentado ser agradable con ella, pero mi soledad y mi dolor y mi pena y mi angustia son de tal calibre que nada ha podido hacer.
Cuando se han ido a trabajar, he bajado a cenar. Sin apetito, como llevo este tiempo, pero me obligan y obedezco. Después, he vuelto a subir a la habitación. Sabía lo que tenía que escribir, si no hubiera aparecido Sole, ya estaría puesto en el papel. Sin embargo, después de la cena me ha dado miedo seguir, era como volver a convocar al dolor sordo y lacerante de nuevo.
He decidido intentar ver la tele. Me he aburrido.
Al final me he acostado. Pero no he conciliado el sueño. Así que he resuelto volver a estas páginas.
Ya que los trasgos de la noche no me permiten conciliar el sueño reparador intentaré terminar de contar los acontecimientos de la semana pasada.

Por fin, la madrugada del martes siguiente me sinceré con Madelaine. Después de contarle todo lo que había pensado, meditó brevemente. “Puede ser una solución”, dijo. Era por tanto el día veintiuno de febrero.
A los pocos momentos, apareció Ricky. Traía colgada una sonrisa lobuna y sangrienta que le ocupaba todo el rostro. Se dirigió hacia mí. Sin preámbulos lo soltó. Como si le pesara en mitad del alma.
—Gatita, un BMW de color gris plateado ha sufrido un accidente. Ha sido una pena. Un muerto. Por suerte iba él solo... Ninguna chica lo acompañaba, esta vez.
Cayó el mundo sobre mí. Sentí que cada estrella agobiaba mi cabeza. Creo que hasta dejé de respirar. Pero debió de pensar que no era suficiente y apretó, un poco más, el nudo de la soga que presionaba mi cuello.
—Según me han dicho los de la Policía Municipal, tenía averiada la dirección… No se puede salir de viaje sin revisar el coche, es una locura. Ya lo dice la tele, gatita.
Me desmayé. O eso me han dicho, porque no recuerdo nada más.

Mi siguiente recuerdo corresponde al día después por la mañana. Pensé que había sido una pesadilla, la más horrible y diabólica de toda mi vida.
Un periódico, convenientemente olvidado en mi habitación, y no menos convenientemente abierto por la página de sucesos, hizo que la cruda realidad abofeteara de nuevo mi alma magullada, gravemente herida.
¿Herida de muerte?
Desde aquella funesta madrugada no he vuelto por Jazmín. Madelaine me lo ha prohibido.
—Necesitas descansar. No te preocupes de nada. Solo recupérate.
He pensado y repensado miles de veces en estos días. Nadie podrá hacerme creer que fue un accidente, por más que me enseñen todos los informes y peritajes de todas las empresas del mundo... Ricky nunca podrá convencerme que él no ha tenido que ver en el asunto. Pero, cómo lo demostraré. De hecho, me han jurado que nunca llegarían tan lejos, siempre y cuando Enrique se estuviera quieto.
En secreto he recordado lo que le conté a Enrique, y por más vueltas que le doy a las cosas, con lo que le había contado de la coca y de Ricky, no tenía mucho. No creo, tampoco que le interesara, por lo menos ahora, intentar nada. Lo único que le interesaba era yo.
Sospecho que algo muy feo se cuece en los oscuros entramados de Jazmín. Algo a lo que todavía no me he acercado, y que a este paso no me acercaré. Tampoco me interesa demasiado, esa es la verdad. Ahora ya sé que mis sospechas (mis intuiciones, más bien), eran ciertas. Ricky es algo más que un cliente que cobra en carne el suministro de las dosis. Quizá Madelaine no sea la única propietaria del negocio. Quizá haya clientes, especiales, a los que se les suministra la droga a través de las chicas, a un precio directamente relacionado con su poder adquisitivo, y del real. Además es una droga fuera del circuito y con garantías de calidad excepcional. En el fondo somos tapadera de un fenomenal negocio de tráfico de drogas. No sé, a lo mejor son fantasías mías, pero las cosas que se esconden en los subterráneos de un club nocturno con chicas de alterne, pueden ser muy gordas. Me da la impresión que se mueve una cantidad de dinero que ni me imagino. Y yo, que lo único que pretendo en mi vida es un poco de tranquilidad, paz y libertad, he ido a cometer la mayor de las torpezas, pues aunque conozco poco, puede ser suficiente para alguien que quiera husmear.

Lo verdaderamente cierto, sin embargo, es que Enrique fue enterrado el día veintitrés de febrero, según creo. Me ha contado Madelaine que estuvieron ella y Ricky. Supongo que para cerciorarse de que lo enterraban. No creen en fantasmas, por tanto cuando vieran la tumba ocupada por el ataúd, respirarían. No había mucha gente: sus compañeros de oficina y una señora muy mayor, que debía ser su madre. Nunca me habló de ella. Intuyo que esa es otra razón para haber acabado tan pronto con él. No había nadie que pudiera organizar mucho jaleo. Para todos los relacionados con Enrique, excepto yo, lo del accidente es una posibilidad entre tantas: como un infarto, o una puñalada tras un atraco en mitad de la noche de Madrid. Una razón plausible y suficiente. Lo que pasa, además, es que lo del accidente de tráfico le da un acento especial de mal fario.
Y es más difícil encontrar rastros, pistas...
Un policía muy amable y bien vestido se presenta ante la anciana madre, conmovido por su soledad y sus muchos años y se ofrece a hacer todos los engorrosos trámites burocráticos: dar de baja al coche, llevarlo al desguace… Ya no existen huellas. Si es que alguna vez las hubo. Y si tiene suerte, la anciana le dará una propina, por los gastos, sin sospechar la pobre, que la mano que le aprieta con calidez su escuálido brazo, es la misma que alteró la dirección del volante que al ir a girar en una curva muy amplia y muy pronunciada y muy veloz mandó todo el coche a ciento treinta por hora (velocidad inadecuada a todas luces, eso es cierto) contra el muro que separa la autovía de los próximos edificios.
Poco más que aplastar a una mosca en el mes de septiembre.
Nadie habrá que le recuerde. Y si la putita intenta algo, pues ya veremos. Esa es más fácil de controlar. No tiene compañeros de oficina. Por no tener, no tiene ni padres.
Si se piensa despacio es invisible.

Continuará...

7 comentarios:

Flamenco Rojo dijo...

Has conseguido sorprenderme, si cabe aun más, en este capítulo...

En espera del próximo quedamos amigo.

Un abrazo.

Unknown dijo...

Esta vez no sólo sorprendido sino con un escalofrío de casi miedo que me recorre, porque aunque epa que es ficción, no dudo que este sea el método con el que logran chantajear a tantas chicas que por desgracias de la vida caen en este tipo de situaciones.
Uff, quisiera tener el libro, es siempre más difícil esperar el próximo capítulo.
Un abrazo.
Leo

Marina Filgueira dijo...

Ay!... ¡Carambola! Me quedo aplastada- dolida yo también. ¡Que sorpresa! Me parecía que, Enrique, sería la salvación de Mila. ¡Su muerte es un gran varapalo! Para ella.
Tengo la santísima manía de vivir las historias que leo, que bien pudiera haber sido realidad! Pues en este mundo que nos toca vivir, hay mucha trampa y cartón podrido, también en altos cargos!... bueno pues esperando con ansia el siguiente capítulo, haber si nos consuela un poco nuestro Escribidos.
Un abrazo a todos vosotros los que estáis y los que vendrán mas tarde. Ser felices.

Isolda Wagner dijo...

A estas alturas, por desgracia, ya no me sorprende nada. Como bien dices, Leo, una angustia tremenda y el miedo ante lo desconocido, es lo que deja la lectura de este capítulo, como si fuéramos la misma Mila.
Besos expectantes.

Ángeles Hernández dijo...

Mi optimismo en un pozo.

esta sí que es un aherida profunda y de dificil cicztrización pues a la pérdida del amado se une la pérdida de la esperanza, de las ilusiones, de cumplir 18 años.

Enjaulada sin amigos y amenazada ¿de donde va a sacar fuerzas para superarse?

Las encontrará, sí, sí.

el capítulo es magnífico, tanto su comienzo angustioso: "Bosques tenebrosos de cipreses muertos me persiguen. Brazos asesinos, sus ramas nudosas. Los fantasmas nocturnos me niegan el descanso", como el recorrido por la causa de la pena, la sdescripv ión del entierro y las reflexiones realistas de la joven.

Un abrazo Á.

catherine dijo...

Como lo apunta Ángeles hay pasajes que son pura poesía.
Pero con la muerte de Enrique Mila y nosotros estamos en estado de pura desesperación.

Ana J. dijo...

Retomo la lectura y me quedo sin habla.
Muy buen giro y maravillosamente contado.
Fantástico!