Cómplices

Advertencias y avisos

Querido lector, querida lectora a partir de este momento, Euritmia en la Red ha eliminado de sus contenidos la novela corta "Alas rotas", cuya primera versión fue escrita en el verano de 2003.
Como explico en el post correspondiente la razón se debe a que la editorial "La Esfera Cultural" ha decidido publicarla en papel.
Puede adquirirse si pulsáis en ESTE ENLACE

VERSIÓN EN AUDIO DE ALAS ROTAS

Introducción a la versión en Audio.

sábado, 8 de enero de 2011

Fin de trayecto. Cuarta parte. Capítulo 42 (bis)

No sólo se encendió la luz roja. Sino que saltaron todas la bocinas de mi cabeza. Habíamos llegado al nudo de la cuestión. Vaya, era eso. Si seré gili. Efectivamente, el gran peligro era la coca. Digamos que no estaría muy bien visto que alguien como Enrique, con ciertas influencias, fuera con el chivatazo de que un poli (no un policía cualquiera, sino éste, con nombre y apellidos, número de placa, etc.) suministrara coca a cambio de polvos (¿o algo más?) en un burdel de lujo. Su carrera peligraría. De ahí que fuera tan necesario que las chicas se engancharan, aunque no lo supieran ¿Había algo más a lo que yo no había tenido acceso? Parecía claro que sí. Un escalofrío me recorrió. La cosa se ponía muy mal. Pensé que mis intuiciones de diciembre eran ciertas. Había dado en el clavo, por desgracia. Pensé en ti, querido diario. Si alguna vez caías en sus manos, sería, probablemente mi final. Pensé en Enrique, probablemente él corría peligro, sin saberlo.
De pronto, cambiaron mis preferencias, ya no era largarme de allí. Era intentar salvar a Enrique. Todo esto lo pensaba confusamente. Eran ideas vagas que se amalgamaban en mi cabeza. Ahora las escribo con orden, pero entonces eran una masa amorfa, aunque estaban todas allí.
—Contesta, zorra, ¿le has dicho lo de la coca?
Volvía a ponerse nervioso. Incluso Madelaine había cambiado el tono de sus miradas. Eran frías y acusadoras. Efectivamente habíamos llegado al nudo de la cuestión. Me armé de valor. Aparenté la mayor tranquilidad posible. Incluso coloque la voz aterciopelada que sé a él le pone cachondo, una mezcla de inocente niña de provincias, con la sofisticación de la meretriz más experta de París. Algo difícil, pero que a él le ponía a cien.
—¿Ese es el problema? No te preocupes, Ricky, querido, de lo que pasa aquí dentro no quiere saber nada, ni yo se lo voy a contar… Digamos que hay ciertas cosas que él no entendería. Madelaine te puede decir que estuvo por aquí la víspera de irnos a Granada y fue incapaz de echarme un polvo.
Fui soez a propósito y bien que me dolieron mis palabras. Toda esa mezcla es la que solía desarmar las defensas de Ricky.
Madelaine asintió, parecía aliviada.
—Además, aquella noche estuvo como nunca conmigo. Me subió a la luna con esa boca que Dios le ha dado.
El asco me regurgitaba por los ojos, si esto se puede decir así.
Ricky pareció calmarse.
—O sea que se trata de la historia de Cenicienta.
Me abrumó durante unos segundos el que este hombre soez, bruto y de reacciones tan primarias y tan primitivas conociera la historia de Cenicienta. Más aún, me desarmó el que utilizará la misma comparación para definir nuestra historia, que la que yo he utilizado.
—Más o menos.
—¿Cuánto va a durar?
Me encogí de hombros por respuesta. Intuí, que aquella pregunta significaba otra cosa. Debajo había una orden. “Tienes que romper con ese hombre”. Y por tanto, había otra conclusión. No se planteaban bajo ningún concepto el que yo me pudiera largar de allí. Pensé, “Lo llevo claro”. El poli, o sea el profesional, comenzó a pasearse por la habitación. Meneaba la cabeza. No estaba convencido. Resoplaba como un toro acorralado. Casi, casi se escuchaba como funcionaban sus neuronas.
Cambió de tono. Utilizó el de padre, ése que a mí me revienta.
—Vamos a ver si nos entendemos pronto. Tu viniste porque te dio la gana. Nadie te obligó a entrar en el local ¿De acuerdo? —Parada, para respirar y dejar que las palabras, dardos envenenados, fueran llegando a mi cerebro—. Venus, tú aquí estás a gusto, tranquila, nadie te molesta. Comes, duermes, estás caliente, los clientes son gentes honradas, con dinero, limpios. —Proseguía su camino. Hablaba despacio, arrastrando las sílabas—. Es como si te hubieras hecho invisible. Nadie sospecha que hay puesta una denuncia por tu desaparición y el Cuerpo Nacional de Policía de Madrid se supone que está haciendo lo posible por localizarte. Lógicamente han revisado todos los locales de alterne de Madrid y alrededores y no te han visto. Bueno, han revisado casi todos... ¿De acuerdo? —Se acercaba a la meta. Y mi ilusión a su final—. Bien. Chica lista. Hemos entendido el principio. Ahora llega la segunda parte. Resulta que todavía eres menor. Imagínate que te localizamos así, de repente. Mañana, es un suponer, por la tarde, mientras paseas y te mandamos de patitas a tu casa.
Una luz blanca y cálida me iluminó. De pronto, aquello no me pareció tan malo. Después de unos meses supongo que acabarían por escucharme. Además en algún lugar de mi habitación debía estar la tarjeta con el teléfono de Enrique. Puse cara de póquer. Ricky, sin embargo, parecía leerme el pensamiento. Fue tan intensa la visión que se traslucía todo el pensamiento.
—Ya veo, ahora no te importa. Nosotros nos hemos arriesgado por ti, ¿y así nos pagas? No es justo. Te has hecho tus cuentas, ¿no? Madelaine, la niña sabe sumar, y después de haber sumado ha decidido que nos deja, después de todo lo que estamos haciendo por ella. Esta es la operación que ha hecho. Tienes al príncipe azul, que ha venido a recatarte. Todo podría volver a cierto cauce. Pasamos unos malos meses en casa con los cabrones de los papás y del abuelo (como ves me sé la historia), pero puede aparecer Enrique. ¿Ves Madelaine? La putita piensa. Pero a lo mejor piensa que un tipo con casi cuarenta años se va a casar con una puta de diecisiete.
Se volvió a Madelaine, parecía que me tocaba descansar un poco. Hay que reconocer que este cabrón piensa mucho y muy deprisa.
—Siempre te he dicho que las españolas son un riesgo en este negocio, joder. Madelaine, siempre te digo que no cojas españolas. Siempre pasa igual, un día quieren volver a casa, y por muy lejos que esté la casa, siempre está cerca, coño. Casos como el de Reme son muy difíciles que se repitan.
—Pero parecía tan asustada la pobre. Y es tan guapa. Cualquiera, después de escuchar la historia de su vida, habría llegado a la conclusión de que al único sitio del mundo al que no volvería sería a su casa —se defendió, meliflua, la aludida
—Joder, si encima tengo la mala suerte de que eres bollera, así no se puede trabajar.
Respiró fatigosamente. Se secó el sudor de la frente. Realmente estaba preocupado. Supuse que nos explicaría la razón de la preocupación, y no me equivoqué. Prosiguió.
—Pichafloja tiene un puesto bastante bien relacionado con cierto sector del Gobierno. De cualquier Gobierno, lo que es peor. Trabaja para una de esas empresas medio privadas, medio públicas que mueven cientos de miles de millones al año con el tema de las exportaciones, con lo que el peligro es mayor. Porque además de estar bien relacionado, tiene su parcela de influencia. Conclusión, Pichafloja es alguien.
Ahora sí que me asusté de verdad. Las cosas se podían complicar, y mucho.
—Como a la niña, en un descuido, se le vaya la lengua, suponiendo que nos creamos que todavía no le ha dicho nada, y si al otro le da por meter las narices, en dos días, el local cerrado y todos en chirona. ¿Te imaginas que le puede ocurrir a un poli corrupto en la trena? ¿Os lo imagináis cualquiera de las dos? Iba a durar entero lo que tardaran en apagar la luz la primera noche. ¿Me entendéis, o no? ¿Os lo tengo que decir de otra manera?
Continuó resoplando y paseando. Por fin se detuvo. Su voz, más pausada, le salió profunda y ronca. Pude ver claro que el tema tomaba dimensiones personales, por lo que todavía se complicaba. Ricky se veía amenazado, pero no sólo en la cartera, también en su integridad física. El león había aparecido. El general dio las órdenes precisas.
—A partir de ya, la niña el día libre en casa. Aquí la quiero siempre controlada. Colocaré unos chivatos en su habitación. Al de la puerta se le dice que Pichafloja tiene prohibida la entrada. La primera vez que lo intente se le dice que Venus no le quiere ver y que se largue. Si no lo entiende o no se lo cree, o protesta, o lo que sea, una patada en los huevos. Pero quiero que se lo digas así a ese macarra que tienes de portero, textual. Y si todavía insiste, me llamáis. Me da igual el día o la hora, ya sabré yo lo que hay que hacer.
Aquello ya no era un juego de niños. Ahora sí estaba secuestrada de verdad, y, además, un hombre, un buen hombre habría que decir, en inminente peligro por mi causa. La cosa tenía su aquel. Secuestrada por un Agente de Seguridad que mantenía negocios ilegales en un local de alterne de Madrid. La prensa se iba a poner las botas.
—Ricky —imploré—, te juro que nunca diré nada a nadie. No sé que pasa aquí de verdad. Lo único que yo sé, es que de vez en cuando alguien me da una raya, si yo la pido. Nadie me obliga, nadie me cobra por la dosis, y además, a ¿quién se lo iba a decir? Bastante tengo con lo que tengo encima.
Me miró con dureza. Tanta, que un escalofrío me recorrió por mitad de la espalda. Si me hubieran buscado el pulso seguro que no me lo habrían encontrado. Aquella mirada no se la deseo a nadie. Pobres de los detenidos a los que tuviera que interrogar Ricky. Lo malo es que no le podrían acusar de golpearles con la mirada. Ningún juez del mundo podría creerlo, pero yo sí.
—Niña, probablemente has dicho toda la verdad. Quiero creerlo, más que nada porque soy un sentimental y me lo he pasado muy bien contigo. O sea que no vamos a discutir más sobre ello. Pero te aseguro que no vas a tener ocasión de volver a decírselo a nadie. Has jugado con fuego y te has quemado. Lo siento monada. Toda la que entra aquí se queda, salvo que se vaya completamente enganchada a la coca, y, por tanto, sepa dónde tiene que ir, a quién tiene que preguntar y qué es lo que hay que pagar. Por supuesto, que no sabes lo que pasa aquí. Pues solo faltaba. Estabas empezando el proceso, cariño. Esto tiene que ir lento, con calma. Con arte. Estás tratando con Ricky y con Madelaine, no con cualquier chapuzas de por ahí. Así que no lo sabes, ni lo vas a saber porque, si alguna vez te enteras, cuando todo esto pase, te va a dar igual. En todo caso ya puedes decir chau, chau a tu amiguito. Hoy ha sido el último día que has follado con él.
Es claro como el agua, desde luego.
Lo intenté a la desesperada. Imploré llorosa.
—Nadie me había prohibido que me enamorara de otra persona. Nadie me había avisado.
Me sonrió con dureza, como un escualo.
Descubrí detrás de aquella mirada, otro brillo que le nacía con rapidez. Lo conocía demasiado bien como para sorprenderme.
—¿Es que hace falta hacer ciertas advertencias en determinadas profesiones? Ahora desnúdate, zorra.
Miré a Madelaine, que se encogió de hombros y me sonrió, como diciéndome que aquello era así. De hecho ella también se desnudó y se fue tras Ricky. Intentó hacérmelo más llevadero. Al menos, su boca ocupó la mía, y no tuve que compartir el fétido aliento del monstruo. No sentía nada, salvo las embestidas del miembro de Ricky en mi vagina, que unas pocas horas antes había sido ocupada por las más suaves y tiernas de Enrique. En aquel momento pensé algo que todavía no entiendo cómo pude pensar. Quizá es que, efectivamente, mi cabeza no esté muy bien. Pensé, “Habéis de saber que Enrique no es un pichafloja. Lo hace mil veces mejor que tú, cabrón”. Pero claro, solo lo pensé. Mi miedo, mi rabia, mis lágrimas y la boca de Madelaine me impedían hablar.

Mientras me violaba, con el consentimiento de Madelaine que estaba muy entretenida en mis pezones, en esos momentos, en mitad de mis lágrimas silenciosas, hice repaso de mis últimos meses de vida, y me di cuenta de que cada vez había ido a peor, en vertiginoso descenso hacia la nada. Como causante de todo, una vida casi de esclava en pleno siglo XX, considerada por mi familia como un producto que había que preservar de no sé que peligros y asechanzas mundanas, ajena al cariño que se supone una recibe de una familia. Después, el amor con Joaquín me lo amputaron y lo convirtieron a las puertas, como quien dice, del siglo XXI en clandestino. Por si era poco, y ante nuestra escapada, lo criminalizaron. Para remate, Joaquín me dejó tirada, demostrando que era un cobarde y que sólo me quería, en el fondo, para lo mismo que mis clientes. Después, en vez de reconocer la derrota, fui cabezota y luché contra lo imposible. Caí en lo más abyecto de esta sociedad machista y sucia, lúgubre y podrida. Cuando creí que nada tenía solución, y que mi vida sería un lodazal hasta que muriera, apareció una luz. Una luz distinta radiante, natural, cálida. Disfruté de ella, pero me la han cortado. Ojalá que no le pase nada. Esa era mi única esperanza. Cada vez que descendía un tramo más en la vertiginosa caída, me decía a mi misma, “Ánimo Mila, peor que estás no puedes estar”. Y con eso poquito era suficiente para seguir de pie, en el trozo de planeta en el que me ha tocado vivir. Pero cada vez he estado peor, un poco peor. Ahora no sé si se podrá estar peor, pero peor que esto la muerte. No puede haber nada más.

Eso pensé en aquellos instantes de mi violación. Pero me volví a equivocar. Lo cual no es una novedad.

Continuará...

8 comentarios:

Ángeles Hernández dijo...

Me he adelantado con el comentario al capítulo anterior, mi indignación por la sospecha del uso de la droga para fabricar esclavas que pagan o encefalópatas que no piensan, es ahora un enorme disgusto.

Vivimos en nuestra casita bien alimentados y algunas veces leemos alguna noticia en la prensa sobre la trata de blancas -una más entre tanto conflicto-, pero nunca me había parado a reflexionar como ahora, en la injusticia CÓSMICA que supone destruir a las personas con pocos recursos para pensar en otra cosa que la supervivencia,( e incluso a las que como Mila llegan a pensarlo y se quieren desligar).

Como aún quedan casi tres meses de novela me gustaría creer que de una manera u otra, -ahí está la peericia del escribidor- la inteligente y ya madura Mila y su poderoso enamorado, consigan salir de esta sin graves secuelas. Mas me temo que aunque Mila lo lograra, el negocio sucio, purulento, asqueroso, siga cobrándose víctimas para el lucro personal de un agente de la autoridad.

Buena denuncia que pone los pelos como escarpias.
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Y como ahora ya no me quedan más capítulos publicados puedo pararme un ratito para decirte, Amando, que estas últimas entregas sobre todo, son de una calidad dramática espléndida -conversaciones, actuaciones, voces en off...- pero
dicha calidad queda superada por el mensaje entre lineas de la inmoralidad subyacente, tanta que lo de ser putita en jazmín casi parece un trabajo honrado.

Muchas gracias y un abrazo de Á.

Unknown dijo...

Cuando se dice que no hay limites a lo peor. La situación de Mila, no puede ser más dramática y si antes imaginaba la posibilidad de salvarse, ahora comienzo a pensar que será muy difícil para ella.
Amando, si esta novela fuese un libro, creo que tendría un éxito rotundo.
Un abrazo fuerte.
Leo

Flamenco Rojo dijo...

Si algo va mal…aun puede ir peor. Eso debe pensar la protagonista de nuestra novela.

Estoy de acuerdo con Leo, si se publicara tendría una muy buena aceptación.

Un abrazo.

Ana J. dijo...

Continúa este capítulo en la misma tónica que el anterior, lleno de garra.
Chapeau, maestro.
Un abrazo grande

Isolda Wagner dijo...

Este trayecto es largo y difícil, querido Amando, y logras que lo vivamos con Mila desde las primeras líneas. Estoy con los demás, esta novela debe ser publicada.
Besos enormes esperando el fin.

catherine dijo...

¡Qué duro! y bien documentado sobre la relación entre droga y prostitución.
¡Qué vocabulario tan apropiado! Aprendo más y más palabrotas.

emejota dijo...

LLego tarde y tras leerlo me quedo sin aliento, que terrible es la vida para ciertos jóvenes inocentes, mal informados y carne de cañón. Luego resulta que esos chuletas acaban siendo unos cobardes de m. Un fuerte abrazo.

Marina Filgueira dijo...

Pues igual que emjota, me quedo sin aliento! Caramba que pena me da. Creo que Mila, pobre chica lo va a pasar muy mal. Tenías razón Amando, cuando decías o mejor dicho escribías, que esta nobela es muy dura... Pero tiene un gran fundamento que la hace superinteresante, a mí me parece que como, por pan, los caítulos. Estoy deseando leer el siguiente. Un abrazo. Ser felices ahora y siempre.