Cómplices

Advertencias y avisos

Querido lector, querida lectora a partir de este momento, Euritmia en la Red ha eliminado de sus contenidos la novela corta "Alas rotas", cuya primera versión fue escrita en el verano de 2003.
Como explico en el post correspondiente la razón se debe a que la editorial "La Esfera Cultural" ha decidido publicarla en papel.
Puede adquirirse si pulsáis en ESTE ENLACE

VERSIÓN EN AUDIO DE ALAS ROTAS

Introducción a la versión en Audio.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Fin de trayecto. Cuarta parte. Capítulo 39

Jueves, dos de febrero de 1.989.
Declina la tarde.

No es posible que la felicidad me acompañe durante tanto tiempo. Dudo que no sea un sueño excesivamente edulcorado. No creo que sea factible, a estas alturas de mi travesía, un cambio tan brusco en el rumbo de mi vida... Pero quién sabe. Quizá ya he purgado cuanto tenía que purgar, y algún hada madrina, de las que saltaron desde los cuentos y se introdujeron en mi alma cuando niña sin que yo lo supiera, ha agitado su varita mágica. Al final, acaso, Dios, o algo parecido, exista. Y si no existiera, al menos, haya habido un cambio en mi suerte. Veremos.
Intentaré aprovecharlo mientras dure.

Durante esta semana, Venus ha sido menos Venus que nunca, pero no me ha importado. Sólo estaba esperando a que llegara esta tarde para volver junto a Enrique. Esta vez va a ser todo más discreto. Nada de Ritz, nada de grandes lujos, ni deslumbrantes vestidos. Una hamburguesería, o una pizzería, o un pequeño restaurante de plato del día y un hostal discreto y económico. De esos por horas. Eso sí, limpio. Estas son las dos únicas condiciones que pondré, discreción y limpieza.
Para mi suerte, esta semana Ricky no ha ido al club. No he probado la coca. Casi no he bebido. (Parece que me he regenerado. Como si hubiese entrado Alcohólicos Anónimos). Sólo ha habido un problema. Se me ha hecho cuesta arriba el club. En este trabajo, la consciencia no es buena compañía, por lo menos para mí en mi situación. Pero no por el trabajo en sí mismo, que ya es bastante, sino porque Madelaine y las chicas no notaran nada. He tenido que mantener mi actuación por más horas, con el esfuerzo anímico que supone. Cada madrugada llegaba más agotada que la anterior.
Enrique, tampoco ha ido por el club. No lo esperaba. Hubiera sido lamentable por su parte.
El pellizco en el corazón ha sido muy fuerte. Creo que estoy yendo demasiado lejos. Casi nunca funcionan bien estas historias. Pues, no se trata solo de chica pobre encuentra chico rico, y chico rico se enamora de ella, y es capaz de romper con todos los prejuicios sociales para acabar viviendo juntos. En mi caso, es algo más radical. En realidad, soy de la parte de los parias de esta sociedad, o peor, de los rechazados; así que el esfuerzo para que los demás me acepten será mayor aún, titánico. El caso de Cenicienta, quizá es posible encontrarlo hoy en día, ¿pero el mío?
Me he de tomar esto como una aventura. No iré más allá. Sin hacer daño, o el menos posible, a Enrique, procuraré que acabe cuanto antes. Un mes, quizá dos, mientras se le acaba capricho. Va a ser prácticamente imposible que me enamore de él: no es mi tipo; aunque él sí lo está de mí.
Acabo de releer estas líneas y un escalofrío ha recorrido mi espalda. Probablemente me esté mintiendo a mí misma. Ya está bien de engaños. Si no soy sincera en este cuaderno, que es como mi trasunto, ¿cuándo lo seré? Sí siento algo parecido al amor. cómo puedo saber quién es mi tipo. Tampoco era mi tipo Joaquín, al menos así lo he escrito en estas mismas hojas.
¿Quién es mi tipo, entonces?
Soy una estúpida adolescente, no sé ni cuál es mi tipo de hombre. Enrique tiene cultura, conversación, sabe escuchar, puedes hablar de casi cualquier cosa; lo único es el físico, más bien poco atractivo. Se sitúa en la media. No es feo, pero no es una belleza, ni un atleta, aunque tampoco es un saco de sebo. Joaquín era al revés, lo físico despuntaba por encima de lo demás. Sin embargo, siendo fríos, Enrique, a pesar de no ser un atleta, no está tan mal, un poco fofo, nada más. Y, desde luego (y en eso tampoco me ha engañado), no se comporta igual en el club que en otro lugar. Probablemente no sólo él, también yo.

Si recuerdo la noche del jueves pasado, me doy cuenta que Enrique tenía razón y es bastante mejor en la cama de lo que aparenta en el club. Y para mi sorpresa y mi admiración, he temblado en sus brazos, como cuando Joaquín me abrazaba en las calurosas noches de agosto. He vuelto a ser la jovencita de diecisiete años. O sea que no estoy incapacitada para el amor. O sea, que soy capaz de sentir sin que el alcohol y la droga ocupen mis venas y mis neuronas. Es curioso, cuando soy yo de verdad, cuando no me pongo la máscara de Venus, las cosas son más fáciles. Pensé que nunca más podría estar con un hombre sin que dinero, u otra contrapartida por delante, y sin embargo, no es así. Con Enrique he estado porque he querido, libremente. Me preguntó, como estaba previsto y avisado (no hubo traición, ni influencia del ambiente), y accedí. Mejor dicho, me preguntó dos veces, no quiso arriesgarse. No influyó ni el alcohol pues solo bebí un vaso de vino y una copa de champán. Incluso, insinuó la posibilidad de extraer dinero de su billetero.
Al hacerlo, una punzada de hielo me atravesó. No sé muy bien qué pretendía. Supuse que fue otra forma de preguntarme si quería estar con él libremente. Lo sigo suponiendo. Lo pasé por encima, como sin darlo importancia, pero aquel gesto suyo me hizo daño, un daño mucho mayor de lo que él se imagina. Aunque no he de echárselo en cara, pues, al fin y al cabo, una ejerce la profesión que ejerce. Y, en ciertos momentos, una ha de tragar toda la bilis, que estas situaciones provocan.
—¡Qué cosas tienes, Enrique! Ahora no estoy trabajando. Estoy aquí porque quiero.
Enrique me sonrió, acarició mi cabello. No sé si dio cuenta del daño que me hacía. O sí se daba cuenta, pero tenía que estar seguro. Quizá para recompensarme de la herida, o porque le salió de dentro, o porque es un romántico empedernido, no lo sé, pero el caso es que, con la mano izquierda se extrajo del bolso de la americana una caja en la que había dos brillantes pendientes que, desde entonces, cuelgan de mis orejas. Según me dijo, son dos rosas de Francia. Jamás había oído que existiera una joya con tal nombre. Será verdad. Lloré emocionada. Demasiadas emociones bruscas en poco tiempo, como si mi alma se hubiera montado en una montaña rusa: primero me bajó a lo más zafio, luego me ascendió al lugar de las princesas. Me besó con una ternura y una pasión infinitas. No pensé que se pudieran dar juntas ambas sensaciones.
¿Por qué no ha de ser mi tipo Enrique?

Espero que hoy todo salga igual, o al menos parecido. Aunque, le pienso decir que no es necesario tanto lujo. Es más me gustaría la sencillez. Quiero estar libre de otras ataduras, que no sean las del corazón. Necesito no sentirme mediatizada por el esfuerzo económico, para poder valorar con mayor certeza mis sentimientos hacia él. Quiero decir, si él me agasaja del modo que lo hizo la semana pasada, a lo mejor, en mi subconsciente, es algo parecido a que me estuviera pagando en metálico. Aunque quizá exagere demasiado. Creo que Enrique actuó así con espontaneidad y con sumo sigilo. (Me repito, pero no importa. Quiero que quede claro).
He querido rizar el rizo, y obsequiar yo. Traigo en mi bolso, una estilográfica, con su nombre grabado junto a una fecha, la de la semana pasada. Espero no ser cursi, y que a él le guste, al menos lo suficiente. Me ha costado decidirme, pero creo que será una buena idea. Además una estilográfica con una fecha grabada no le compromete a nada. Podría ser el regalo de su madre, si es que la tiene. Por cierto, no me ha hablado de su familia.

Continuará...

8 comentarios:

Flamenco Rojo dijo...

Mila pretende estar libre de otras ataduras que no sean las del corazón...Pues no son esas cortas precisamente.

Un abrazo.

catherine dijo...

Por fin es muy agradable leer varios capítulos seguidos. Me doy mejor cuenta de la variedad de lo que escribes y de la evolución de Mila. La dejé en la Sierra, hubo los episodios con Ricky y Madelaine y el polvo, y de nuevo la calma. Pero como Enrique no es su tipo, porque piensa que le corresponde un tipo de hombre, ¿como seguirá?

Isolda Wagner dijo...

Es un capítulo tranquilo, aunque no por ello, menos transcendente. Yo que siempre defiendo la madurez de Mila, en comparación con otras chicas de su edad, aquí la veo vulnerable. ¿Será mi tipo, no será? No hay tipos de hombres, hay amores que atan y, atan fuerte, como dice Flamenco.
Besos para nuestra Mila y al padre de la criatura.

Unknown dijo...

Me gusta cuando la calma hace reflexionar Mila, sus reflexiones calmas la hacen ver mucho más adulta de cuanto sea, creo que lo hemos dicho millones de veces todos, pero me gusta la idea que comience a pensar en dejar de pagar culpas que no tiene.
Espero el proximo capítulo con calma, la próxima vez no demoraré en llegar.
Un abrazo, Amando.
Leo

emejota dijo...

En este capítulo Mila me parece más acorde con su edad, es normal no tener claro el tipo de hombre que le gusta a una adolescente. Inicialmente casi siempre son los guapetes y agradables, pero tan indefinido. Un fuerte abrazo extendido.

Marina Filgueira dijo...

Este es un capítulo precioso colmado de reflexiones... Pero indecisas.
Mila -comienza a navegar... En una nube blanca, pero no está segura de lo que quiere, o de lo que le conviene... Intuyo que le saldrá bien ésta oportunidad. Gracias Escribidor- es un deleite leerte.

Ángeles Hernández dijo...

Yo nó sé todavía quienes mi tipo, solo si alguien me atrae y estoy bien a su lado, pero el esquema del hombre ideal no me lo formado todavía (a mis años).
Hay imponderables que harían del todo imposible una relación de pareja, pero salvo cosas muy concretas, todos los hombre son mi tipo si me entiendo con el.

Mila se hace preguntas de joven pero yo la veo muy bien : poco alcohol, poca coca, dentro de nada los dieciocho...

Bueno que hoy tengo el día optimista, pobre Mila.

Ana J. dijo...

Me estoy poniendo sentimental y me apetece una historia de amor. Esto no se hace, Amando, porque sé que no va a terminar bien.
Estoy como Mila: haciéndome ilusiones.
Me está encantando.
Sigo...
Besos