Cómplices

Advertencias y avisos

Querido lector, querida lectora a partir de este momento, Euritmia en la Red ha eliminado de sus contenidos la novela corta "Alas rotas", cuya primera versión fue escrita en el verano de 2003.
Como explico en el post correspondiente la razón se debe a que la editorial "La Esfera Cultural" ha decidido publicarla en papel.
Puede adquirirse si pulsáis en ESTE ENLACE

VERSIÓN EN AUDIO DE ALAS ROTAS

Introducción a la versión en Audio.

domingo, 17 de enero de 2010

MAÑANA AMANECERÁ (XXIII)

Ha concluido la primera tanda de conversaciones y no se ha alcanzado ningún tipo de acuerdo. Según la declaración del portavoz vaticano, no se ha entrado a negociar el fondo de la cuestión. Simplemente se ha establecido un calendario de negociaciones, así como el contenido de la agenda. Lo único que se ha podido forzar desde el Vaticano ha sido el acuerdo por ambas partes de que mientras esté abierta la mesa de diálogo no se reanudarán las hostilidades.
Estas son las noticias oficiales...
Sin embargo, en los pasillos se han filtrado, de forma interesada, algunos detalles. En un momento determinado, la URSS ha amenazado con reanudar los combates en caso de que no se retiren las bases americanas de Europa. A lo que USA ha respondido que ellos solicitan en contraprestación la salida de las tropas soviéticas de los países que forman el Pacto de Varsovia. Y una vez que éstas abandonen los territorios en todos los países del Telón de Acero se inicien procesos de verdadera democratización. Por parte vaticana, que no entra en tales cuestiones, se pretende que se firme un acuerdo denominado de mínimos, en el que ambas partes se comprometan a la no utilización de las armas contra la otra potencia al menos en los próximos dos siglos.
En otro orden de cosas, su Santidad solicita de todos los hombres de buena voluntad, de todos los cristianos, y, en particular, de todos los católicos que redoblen sus oraciones para que las conversaciones arriben a buen puerto.
La reunión se ha pospuesto hasta mañana a la misma hora de hoy

El resumen, que escuchamos con suma atención, fue el verdadero postre de aquella comida, más bien silenciosa. El primer comentario fue crítico, 'Vaya jaleo, si parece un diálogo de sordos'. Yo dije, 'Los americanos parece que están chinados, mira que pretender que los rusos se larguen y que vuelva la democracia'. Y Diego apostilló, 'Pues anda que pretender que los yanquis se larguen de Europa', 'Sí, también, como salida de tono no es mala'. Serafín también se sumó a las opiniones, 'Y el Papa pretende que estos firmen algo que dure un par de siglos', 'Te digo yo que están todos muy mal...' Mi madre puso la voz razonable y esperanzadora, 'Bueno, por lo menos, mientras discuten, no disparan, que se tiren unos cuantos años sin menearse de allí, así nos calmaríamos todos un poco'. Y yo volví con mi matarele, 'Por lo menos, de momento parece que mañana volverá a amanecer'.
Nadie veía claro qué ocurriría, pero algo se palpaba en el ambiente, todos tenían mucho miedo a continuar con la guerra. Ya sabían que sería definitiva. Ahora estaban en la fase de no quedar muy mal con los suyos, y por eso decían cosas tan extrañas. Pero el hecho de que continuaran las conversaciones era un buen augurio.
Parecía que todo volvía a cierta calma. Algunos jefes llamaban a sus empleados. A mi padre no tardaron mucho de hacerlo.
Aproveché, para llamarla por teléfono y quedar con ella en la discoteca. Aceptó. No hizo falta que le explicara muchas cosas. Intuí que quizá Rut se hubiera anticipado. Si así fue, he de reconocer que era una chica muy hábil.

No me moví de casa, porque esperaba el aviso de mi jefe. Así que el sueño, siguió recordándome que no le había dado su ración en la noche anterior, por lo que, tras un par de cabezadas, a eso de las cinco de la tarde, cuando ya estaba claro que no me llamarían, me fuia El Castilla* a ver a los viejos.

Los viejos eran un grupo de poetas, pensadores, intelectuales de Euritmia que, cada tarde, tenían su tertulia de sobre mesa en El Castilla. El Castilla era una verdadera cafetería para las tertulias. Una vieja cafetería con mesas de mármol, sillas de madera, ambiente menos humoso que en otras partes debido a la amplitud, altura y ventilación de un local que se asomaba, como un balcón amplísimo al azul de la sierra tan cercana.
De vez en cuando, me acercaba por allí. Uno de ellos, don Moisés, había sido el prologuista de mi libro de poesía. Era una suerte, o a mí me lo parecía, ser admitido entre aquellos hombres, pues, en una sola hora, se podía aprender más que un año. Aunque, otras veces, comenzaban a divagar y a trivializar. Además de don Moisés se reunían don Cosme Leirán, que trabajaba como bibliotecario, don Saturnino, don Librado y don Fermín. De vez en cuando, la tertulia aumentaba con la presencia de un canónigo. También Fabián recalaba algunas tardes, o algún otro conocido.
Se sentaban nada más entrar, en un recodo que hacía el local a mano izquierda y allí se olvidaban de todo.
Precisamente aquella tarde Fabián estaba con ellos.
Saludé a los presentes con un lacónico buenas tardes. Mi cuerpo luchaba contra el sueño. El calor del local no iba a ser el mejor aliado para sobreponerme. Pensé que debería haberme quedado en casa y haberme echado una siesta en condiciones... '¿Qué tal Fabián, después del recital?', 'Mal, muy mal'. Se pasó la mano por la cara como si espantara un mal sueño, 'La mezcla del alcohol con los medicamentos fue explosiva; al rato de acabar, menos mal que ya estaba en casa, volví a ver cosas extrañas, creo que fueron alucinaciones o algo así, pero, chico, vaya noche que he pasado'. Por fin volvió a sonreír, 'Menos mal que las informaciones que daban eran tranquilizadoras, porque si no, no sé que me hubiera pasado'. Y ya francamente jovial comentó, 'Si hasta vi soldados armados hasta los dientes que entraban en casa'.
Los viejos como les llamaba cariñosamente atendían a nuestras palabras. Se decidieron a contarnos su peripecias. El primero en hablar fue Fermín, 'Pues nosotros, entre unas cosas y otras, no salimos de casa'. Moisés con su voz pausada y grave, que parecía estar recitando constantemente endecasílabos que le nacían como quien respira, vino a decir lo mismo, 'Yo estuve con la mujer toda la mañana y toda la tarde pegado a la radio, y fue angustioso; figuraos, hasta que dijeron que aceptaban la mediación del Papa no respiré; tenía el alma en un puño'. Don Cosme Leirán, con su habitual tono moderado, comentó lo obvio, 'Nosotros no abrimos la Biblioteca', 'Anda a ver, si nadie se pasaría por allí'. Saturnino también nos contó su visión, 'Cuando lo vi peor fue cuando lo de Alemania, sobre todo, cuando las tropas del Pacto de Varsovia contraatacaban; pensé que a los rusos no les paraba nadie'. Y Fermín, 'Yo pensaba que lo del treinta y seis y lo del treinta y nueve habían sido un juego de niños comparado con lo que se oía por ahí; lo que se oía, y lo que se vio por la tele'. Librado emitió su juicio, 'Esta Humanidad está loca, parece que no haya aprendido después de tantas guerras'. Y el bibliotecario con un meneo de cabeza corroboraba todo aquello, 'Es un pena que estemos en mano de quien estamos; esto será un constante peligro durante mucho tiempo'. Fermín era el más estratega, pues presumía haberse leído mucha literatura bélica, 'Y lo malo es que no le veo muchas salidas, creo que hay demasiados intereses, sobre todo económicos, como para que se dejen de hacer ciertas cosas. ¿No os parece?'
Había comenzado la parte un poco más filosófica y calmada. Fue don Moisés, que aquella tarde estaba charlatán, quien primero entró por esa vía abierta, 'Creo que lleváis razón; sólo discreparía de ti, Librado, en lo de la humanidad; me parece, que esto no es achacable a la humanidad, sino a unos pocos'. Cosme Leirán volvió a intervenir, casualmente opinaba algo semejante, a lo que yo sentía, 'Mi única esperanza es que les haya entrado el miedo; después de tanta destrucción en tan pocas horas, espero que se den cuenta de que por ese camino, ellos también pierden..., fíjate, creo que, si han aceptado la intervención de la Iglesia, ha sido por eso'. Moisés no lo veía tan fácil, 'No lo sé, no lo veo tan claro; pero bueno, esperemos que por unas o por otras acabe esta barbarie..., cuanto antes, por favor'.
También en El Castilla se respiraba el mismo aire viciado por el miedo y la angustia que en el resto de la ciudad. Supongo que del país y del mundo.
La conversación fue cayendo, languideciendo como la tarde. Y eso era agradable.
A pesar de que el miedo fuera el mismo, no había la misma sensación de apresuramiento. Quizá por la edad tenían asumido que ellos no podían hacer nada. Que estaban en manos de cualquiera: los de allí, los de más allá, los de aquí. Ellos eran espectadores de la vida. Sí sabían, claro, que también serían afectados, pero lo serían en todo caso. Su hora de protagonismo en la historia había pasado. Ahora les tocaba sólo mirar.
Necesitaba reanimarme, ante el acontecimiento que me esperaba por la tarde, 'Un café sólo, doble, por favor'. Fabián me sonrió, 'No has dormido en toda la noche, ¿verdad?', 'Pues no chico, ha sido una noche muy intensa', 'Yo me he acostado a las cinco'. Le miré con fijeza, aunque todos los demás estaban atentos a nuestras palabras, 'Yo no he dormido porque tenía verdaderas ganas de ver amanecer: necesitaba ser testigo del acontecimiento'.
Me miraron un poco admirados, un poco envidiosos, un poco como queriendo absorber la esperanza que aún anidaba en mi corazón. Les insuflé algo de esa energía que poco a poco se apagaba. Fermín pronosticó, 'Tú escribirás algo de lo que has visto'. La afirmación fue rotunda.
Ciertamente no lo había pensado, hasta ese momento. Pero la seguridad del aserto se me había quedado grabada. Me acordé de las notas que había pergeñado por la mañana. Quizá él había adivinado mis intenciones antes que yo mismo. Pero me sentía incapaz de hacerlo. Había sido una experiencia tan radical que primero necesitaba asimilarla. Le respondí con un poco de desgana, 'En realidad, lo que más me gustaría sería olvidar todo y creer que ha sido una mala pesadilla'. Mientras daba vueltas a mi café dije, 'Quizá dentro de muchos años recree este momento y recuerde que tú adivinaste el futuro; pero, ahora mismo, dudo mucho que el futuro esté garantizado'.

El tiempo ha pasado. Olvidarme ha sido imposible. Supongo que nadie que fuera testigo de todo aquello ha podido. He esperado tanto, que solo parece el recuerdo de un mal sueño revestido de raso azul, como el color del cielo a esas horas en las que el atardecer del invierno caía veloz en Euritmia. Una lucha contra el miedo y las bombas. Un homenaje a tantos cadáveres que nos acompañan como fantasmas que necesitan una redención. No sólo las víctimas de aquella guerra, de aquellas batallas. Sino la cantidad de víctimas de tantas guerras, de tantas batallas. Tan crueles, tan injustas, tan sin sentido, como aquella...

Decidí que allí no quería estar más. Miré al reloj. Y me levanté. Procuré no ser mal educado, pero, de pronto, estar allí era anacrónico.
Alguien me esperaba en menos de una hora. Y eso me importaba más.

_____________________

*El Castilla es el nombre real de la cafetería donde se reunían aquellos poetas, o sus trasuntos segovinos. En la primera versión de la novela aparecía con otro nombre. Pero dado que cambió de propietarios y los nuevos se cargaron no sólo el nombre, sino el sabor del local he vuelto al nombre anterior, al que para mí siempre tendrá dicho bar-cafetería.

4 comentarios:

catherine dijo...

Como la gente inolvidable hay bares que no se pueden olvidar tales y como fueron, tanto por el ambiente y el decorado que por los amigos que uno encontraba aquí.
Creo que pasé por este bar, entre otros. La Señora Dormida (ya no me acuerdo el nombre de la sierra ?)tendrá ahora sábanas blancas y un enorme edredón.
Sigo visitando Euritmia en los Cuentos, hoy durante el més de febrero: ¡ole! ¡ole!

Amando Carabias dijo...

Pasaste, sí, allí nos tomamos un café, y la Mujer Muerte (aunque es menos drástico lo de la Señora Dormida) tiene sí esa sában que, sin embargo no se ve mucho, porque las cortinas de las nubes la ocultan día sí, y día también.

El relato de febrero es uno de los que más me emocionó escribir, junto con el de abril.

Un beso y gracias por no cansarte de mis letras.

Flamenco Rojo dijo...

Ojalá el papel de la Iglesia fuera en general como en la novela…que sirviera de intermediario en tantos conflictos abiertos en el mundo. Para eso, la tan nombrada Jerarquía, tendría que estar llena de hombres con la misma forma de pensar de nuestro escribidor.

Un abrazo.

Amando Carabias dijo...

Flamenco Rojo
El problema que se obvia en este relato, y quizá la razón fundamental por la que la Iglesia suele pasar de puntillas en estas cuestiones, es porque se quiere llevar bien con todos, porque en todos los países tiene intereses y seguidores. Y tan católicos son los católicos norteamericanos como los católicos rusos, por decir algo.
La diplomacia vaticana es una de las más pretigiosas y reconocidas en el ámbito diplomático y una de sus mayores virtudes es que no se note nunca su presencia.