Tomás Ruiz Minguela.
C/ La Reconquista, n º 24, 4º C.
Burgos. España.
21 de noviembre de 1996.
C/ La Reconquista, n º 24, 4º C.
Burgos. España.
21 de noviembre de 1996.
Hola queridos Melchor, Gaspar y Baltasar.
Ya ha pasado otro año, y os escribo la carta.
Antes de nada, quiero contaros una serie de cosas. Os
habréis sorprendido porque os escriba tan temprano, pero es que tengo miedo de
que no os hayáis enterado de algunas noticias que están pasando aquí en la
Tierra, y si espero más, a lo mejor no tenéis tiempo de leer toda mi carta.
En mi casa, las cosas siguen lo mismo. Ya sabéis, papá y
mamá están todo el día trabajando, él por la mañana en la oficina de la
Delegación, y por la tarde, rellenando papeles a otras personas, eso de los
seguros; mamá va por la mañana al banco y por la tarde se queda en casa:
limpia, prepara la comida del día siguiente, va a la compra, nos lleva a mi
hermana Aurora y a mí a las actividades extraescolares, en fin, todo el día
liada. Les veo muy poco.
Veréis, a mi papá le duele muchas tardes la cabeza y no
quiere jugar con nosotros; aunque mi hermana y yo tenemos bastantes tareas por
la tardes, con lo que tampoco podríamos estar mucho con él. Y de mamá..., pues
todo el día gruñendo, y metiéndonos prisa; y cuando llegamos a casa, pues ella
a la cocina y nosotros a nuestra habitación a hacer las tareas. De vez en
cuando, viene la abuela y con ella nos los pasamos pipa. Nos cuenta historias;
si puede, nos ayuda con las tares. La verdad es que a mí más que a mi hermana,
porque como ella es mayor, pues ya no le hace tanta falta, digo yo.
Este año hay mucho fútbol con lo que estoy más tiempo con
papá viendo la tele pequeña de la salita, porque, claro, mamá y Aurora no
quieren ni oír hablar de ver un partido
en la grande. Algunas veces papá dice que deberíamos ir al comedor con ellas
para estar juntos. A mí no me gusta mucho la idea, pero si lo dice papá…
Echo muchísimo de menos las vacaciones de verano, cuando
estuvimos juntos los cuatro en un hotel de Palma de Mallorca. Nos lo pasamos a
lo grande. Mamá no nos chillaba. A papá no le dolía la cabeza. Aurora jugaba
conmigo y no con las amigas de su clase que son todas unas plastas. Os cuento
esto, porque una tarde, mientras merendábamos en la terraza de un bar le
pregunté a papá que por qué no estábamos así siempre, sin que él y mamá
tuviesen que trabajar tanto y todos juntos. La verdad que se lo pregunté a
papá, pero papá miró a mamá y mamá me miró a mí y me dijo que qué cosas tenía;
me dijo algo así como que las vacaciones sólo duran lo que duran, y que, en el
fondo, teníamos suerte de poder disfrutarlas. Papá dijo que eso era verdad y
cosas que no entendí muy bien, que si los gastos de la casa, del otro coche
nuevo, del colegio, de las actividades extraescolares y cosas así. La verdad es
que no sabía que eso costara tanto esfuerzo, con lo cual miré a papá y a mamá, y me quedé pensando que
eso de ser mayor era muy difícil. No sé si me gustará ser mayor. Aurora, tan
cursi como siempre, me dijo que no preguntase bobadas, que era un enano. No la
hice mucho caso. Casi nunca le hago caso, esa es la verdad.
Este año, además de ir al colegio y a clase de judo, me han
apuntado a una academia para aprender inglés. A mí me hubiera gustado más que
me hubiesen apuntado al equipo de fútbol del cole con mis amigos, pero papá me
dijo que eso era imposible, que no había tantas horas a la semana... Y digo yo,
que para qué quiero aprender inglés sin no vivo en Inglaterra. Así que los
lunes, los miércoles y los viernes desde las seis a las ocho voy a clase de
inglés; los martes y los jueves desde las cinco y media hasta las siete judo
¡Jo, el judo sí que mola! Tengo en el gimnasio un profe guay y unos colegas estupendos.
El cole es un rollo, sobre todo las mates. Este año estoy en
tercero. Según dicen mis padres con el nuevo sistema vamos a aprender menos que
antes, y, además, mamá está muy preocupada porque cuando acabe sexto, me tengo
que ir a otro colegio que llaman instituto. Dice que está muy lejos, y que
dónde voy a ir con chicos tan mayores. Pero está más preocupada por Aurora que por mí, porque ella cuando acabe este
curso ya tiene que ir. Pero a mí me gusta mucho la idea.
Cuando no hay fútbol, o cuando papá decide que tenemos que
estar todos juntos, cenamos en el salón a la hora del telediario. Lo del
telediario me parece un rollo supino. No entiendo casi nada, están todo el día
hablando de política y dicen unas cosas muy raras. Pero a papá y a mamá les
interesa mucho. A esa hora no se puede hablar. Fijaros que hace dos meses, o
así, cuando decidieron hacer una cosa que llamaron congelación del sueldo de
los funcionarios mi papá se puso a insultar a un señor bajito y con bigote que
se llama como mi amigo José María, pero él se apellida Aznar. Bueno, creo que
eso no debía ser muy bueno para mis padres, porque estuvo muy enfadado unos
cuantos días. ¡Qué cosas decía cuando hablaban de eso en la tele!
Creo que me estoy enrollando demasiado, y aunque os escriba tan
pronto este año no sé si podréis acabar de leer esta carta.
Bueno, pues a lo que iba. En uno de esos telediarios
salieron unos niños negros, rodeados de moscas y con heridas. Estaban muy
delgados. Los más pequeños lloraban. No pude seguir con la cena, y eso que mamá
había preparado croquetas de jamón, las que más me gustan, y de postre unas natillas.
Le pregunté a papá que por qué estaban así esos niños. Me dijo que en su país
había empezado una guerra y que estaban huyendo desde donde estaban a otros
sitios y que no tenían comida, ni agua, ni medicinas. Le dije que a nosotros
nos sobraba casi todos los días algo de comida y que teníamos un montón de
medicinas, que si juntábamos toda la comida que sobraba en todas las casas y
las medicinas se lo podríamos hacer llegar. Me miró y me dijo que sí, que
podría hacer algo de eso aunque no con la comida que nos sobrara a nosotros,
porque se estropearía por el camino y con las medicinas, pues los médicos tendrían
que decir cuáles les hacen más falta; pero eso no era lo peor, lo peor era que
aunque pudiésemos juntar montones y montones de comida y de medicinas, por
culpa de la guerra no llegarían allí porque los que luchaban no iban a dejar
pasar la comida y las medicinas.
No entendía nada de nada, así que al día siguiente, a la
hora de Conocimiento del Medio le pregunté a mi profe las mismas cosas. Mi
profe sacó un mapa muy grande, el mapa del mundo. Primero no enseñó dónde
estábamos nosotros y luego dónde estaban ellos. Ellos están en un sitio que se
llama Zaire. La verdad es que era muy lejos. Para que lo entendiésemos nos
preguntó el lugar más lejano al que habíamos ido. Yo le dije que a Palma de
Mallorca, otros que a Benidorm, otros que a Santander, y Rubén, que la verdad,
aunque no me esté bien decirlo, es un poco pijo, dijo que a París, que su papá
le había llevado a Euro Disney. El profe cogió una regla y nos explicó la
diferencia de distancia que hay entre Burgos y Santander, o Benidorm, o Palma
de Mallorca, o París. Y después lo comparó con la distancia hasta Zaire. Allí
siempre deben ser muy pobres, aunque no estén en guerra. Pero la cosa venía de
atrás. Nos contó que hacía un par de años ya hubo muchos problemas en el país
de al lado, que se llama Ruanda y tuvieron otra guerra entre tribus… Ahora no
me acuerdo como se llaman esas tribus. Me imaginaba esas películas tan antiguas
de Tarzán en blanco y negro que echan por la tele de vez en cuando, donde
aparecen unos negros medio desnudos que son muy malos y que quieren matar a
Tarzán, aunque hay algunos que son de los buenos. El caso es que después de
aquella guerra muchos miles negros de la tribu que perdió tuvieron que ir a
Zaire. Allí les pusieron una especie de gran ciudad de chozas y tiendas de
campaña, que llaman campos de refugiados; pero parece ser que los del Zaire
tampoco les trataban muy bien. Y, claro, durante estos años se ha estado
preparando mucho jaleo, hasta que otras vez se han liado a mamporros, esta vez
los de Ruanda querían invadir el Zaire con la ayuda de rebeldes del mismo
Zaire, ¡Jo, qué lío…!
Yo me preguntaba que por qué se prepararán tantas muertes,
y, sobre todo, de niños que no tienen nada que ver. Digo yo, que si organizásemos
partidos como los que hacemos en el recreo, no habría tanto follón, porque unos
días ganamos nosotros, la mayoría, pero alguna vez nos ganan ellos y nos lo
pasamos guay.
Después parece que dijeron, en otro telediario, que la ONU
había decidido dejar un pasillo para mandar ayuda humanitaria. Papá me explicó
que iban a ir unos soldados con casco azules de muchos países, también de
España, para ponerse a los lados de una carretera muy larga y que la comida y
las medicinas que mandáramos ya podrían llegar a una ciudad donde estaban todos
los niños que huían de la guerra. Le pregunté también que qué era eso de la ONU
y me dijo que era la reunión de todos los países del mundo que intentaban evitar guerras, pero que
en realidad algunas veces no funcionaba muy bien. Me puse contento, por lo
menos ya no habría niños que se murieran de hambre. Pero papá dijo que eso no
era solución y que las cosas había que arreglarlas de una vez, porque, si no se
morían de hambre, tendrían muchas enfermedades, y, además, no tendrían
escuelas, ni vivirían en sus casas, y sus padres, a lo mejor, seguían luchando,
porque claro, lo de la guerra no se
arreglaba... De repente, mientras los señores de la ONU decidían quiénes iban o
dejaban de ir, la gente de los campos de refugiados logró salir, y han vuelto a
su país, casi todos descalzos.
Ha habido muchos programas de la tele que han organizado
para pedir dinero para llevar ayuda… Hablaban de cuatro hermanos Maristas que
habían sido asesinados allí mismo. Parece ser que tres eran paisanos nuestros
de unos pueblecitos de aquí de Burgos. Mis padres se emocionaron un poco.
Aunque a papá le dio por decir que todo aquello no serviría de nada, que era
tirar el dinero a lo tonto, que allí no llegaría nada y si llegaba se lo
quedarían los que mandan. Cada vez entendía menos. Miraba al televisor, y
escuchaba a papá y entendía nada. Algún niño llamó a la tele diciendo que había
roto sus hucha y que daba su dinero para los otros niños. Yo no pude. No me
apetecía quedarme sin mis ahorros, y además, con lo que decía papá, cualquiera.
Pero claro, por dentro, había como una vocecita que me decía que eso no podía
ser, que tenía de todo, que me sobraban la mayoría de las cosas…
Esto es lo que os quería contar. Tuve algunas pesadillas.
Luego han empezado en la tele a sacar muchos anuncios de juguetes. En el buzón
de casa cada vez hay más papeles con propaganda de juguetes. Yo no hacía más
que pensar en esos niños tan flaquitos y con esos ojos tan negros y tan grandes
y llenos de moscas y con heridas y con lágrimas por toda la cara. No entendía
nada. Si ellos son niños como yo, por qué no pueden tener el tren eléctrico que
a mí me gustaría, o la bici, o un balón de reglamento; o las niñas muñecas, o
cocinas o cosas así.
Como no me atrevo a romper mi hucha he decidido pediros que
no me traigáis nada. Quiero que lo que me fuerais a traer este año, se lo
mandéis a alguno de aquellos niños. Sé que eso es lo más fácil para vosotros,
por eso no es mi única petición este año.
Me gustaría, Majestades, que hicierais lo posible porque se
acabara esa miserable guerra. Me gustaría que los señores que hablan tanto de
política y que parece ser que son los que mandan, decidieran de una vez enviar
a los ejércitos para que dejen de pelearse. Me gustaría que a los misioneros, a
los médicos, a los de la Cruz Roja y a los demás que les están ayudando tanto,
les dierais fuerza para seguir allí, ayudando a esa pobre gente. Me gustaría
que las personas mayores, en todo el mundo, dejaran de tomarse la vida tan
raramente, y fuesen como nosotros, los niños.
A veces me imagino aquella noche que fuisteis a ver al Niño
Jesús y que le llevasteis aquellos regalos y creo que si los mayores fueran capaces
de ver en un niño al hijo del hombre dejarían de pasar estas cosas.
Creo que ya me he enrollado demasiado, no sé se podréis leer
toda la carta, pero si sólo podéis leer el final, sólo os pido que vayáis otra
vez hasta el portal de Belén y pedidle al Niño que pare toda esta locura. Y ya
sabéis, no hace falta que traigáis nada. Si el próximo 6 de enero mis zapatos
están vacíos comprenderé que la bicicleta nueva, y el balón de reglamento y las
pinturas y el uniforme del Madrid lo tendrá otro niño del Zaire y, a lo mejor,
deja de llorar.
Hasta el próximo año.
13 comentarios:
Tomo prestada la voz de un crío. Me atreví con la 1ª persona. Un niño que quiere que en su casa se viva de otra manera, que no entiende a los adultos, que se entera de las cosas a medias, pero que queda impactado por lo que sucedió entre el Zaire y Ruanda.
Un relato muy pegado a la realidad del momento, pero que 16 años después, sigue valiendo, porque este mundo ha variado poco.
Este todavía no es muy largo... Ejem... Los largos empiezan mañana...
Queda claro que "el que avisa es traidor", jeje.
Leyendo tu carta, me doy cuenta de lo rápido que pasa el tiempo. Esa primera congelación de salarios que parecía el límite y, ya ves cómo vamos. Creo que, cuando niños, todos pensábamos como tu Tomás, -¿seguro que poníamos el nombre y la dirección en las cartas a los Reyes?- pensábamos digo, que el hambre se arreglaba dando parte de nuestra comida y no digamos cuando le hacíamos ascos a algún plato. Qué inocentes, pero si todos fueran como debieran ser, sería así de fácil. Te pusiste bien en el papel de un crío y comprendo que les avisaras de su extensión! Me temo, que si la leyeron, no pusieron demasiado interés en arreglar las cosas.
Un beso escribidor de primaria!
Se entiende muy bien todo lo que no entiende este niño. Pero ¿qué hicieron los Reyes? sólo llevaron la bici, el balón y el uniforme porque hoy en día en Zaire/Congo ( y muchos países de África y tantos otros) siguen con la misma guerra.
Isolda: Por aquel entonces, mi hija mayor cumplía seis años, y ya escribía su carta a los Reyes y, sí, ponía la dirección. ¿Por qué? Elemental: ¿cómo si no iban a acertar sus majestades?
Catherine: Quizá hubiera que investigar un poquito y ver si llegaron hasta allí y en qué condiciones. Quizá hasta sus majestades tuvieron que devolverlos, porque aquellos niños ya se habían ido de sus casas y estaban en algún campamento de refugiados.
Los reyes eran magos, no necesitaban estos detalles! He buscado alguna carta y solamente firmaba con mi nombre, ni apellido siquiera. (Quizá por esto se confundían y no traían lo que pedía, más bien lo que necesitaba, jaja!
Besos.
Isolda, ¿todavía guardas cartas de tus hijas, o tuyas...? Las de mis hijas desaparecieron (tenía que llevarlas a correos -y las llevaba-) y las mías, en fin... Las mías eran...
Es curioso no he hablado de mis cartas a los Reyes Magos...
Aunque el protagonista no es inocente, sí posee la asombrosa capacidad de los niños para interesarse por lo inexplicable.
Besos.
María Luisa, efectivamente, no es inocente. Pero los niños pronto dejan de ser tan inocentes.
Ya digo en 1996, mi hija mayor cumplía seis años y ya preguntaba cosas.
Tomás -mi protagonista- creo que estaba en 3º o sea 8 años o algo así.
Aquel año aún recuerdo, no sé vosotros, lo mucho que salieron en las televisiones las imágenes de ese genocidio y de ese desplazamiento inhumano, una guerra cuyo causante indirecto es la absurda división territorial que hicieron las potencias europeas. Y, en casa, se habló (y no poco) de la congelación del sueldo. Afectó a unos cuantos, además de a mí mismo.
Quiero decir, con todo esto, que busqué en lo posible la verosimilitud. Cosa que en otros relatos de esta será más difícil de encontrar.
Pues sí, las guardaban mis padres, como yo guardo las de mis hijas. Lo mismo que las cartas y postales No todas, pero algunas, las más curiosas. Hasta ahora mi hija, con la excusa de que viven en el extrangero, les hacía escribir a los suyos, dos: una venía directa a España por correo y otra supuestamente era de repuesto por si no llegaba. Tenías que ver la facilidad de mi hija para inducirles a pedir lo que seguro les traerían, entre las mil ocurrencias.
Tendrías tema: hablarnos de tus cartas, a fin de cuentas eran muy similares, imagino entre todos los niños, pero seguro que las tuyas tendrían ese algo más.
Háblanos de tus cartas, pronto vendrán los reyes!
Que pena que cuando escribiste este relato de Navidad desconocías que los tres Reyes (según Benedicto XVI) eran andaluces...
Isolda, hermosa costumbre. Creo que cosas así pueden construir el hilo que, al menos, hilvane la afectividad.
Podría ser más que un brasero en momentos de frío.
Flamenco Rojo: Entonces la cosa hubiera sido especialmente curiosa, porque probablemente se habrían organizado peregrinaciones. Menudo chollo para los hosteleros.
Lo raro es que un alemán haya dicho esto, estando como está enterrado en la catedral de Colonia, creo, su cuerpo. ¿Esta será una concesión por lo duro que se está portando con nosotros Merkell?
Ahora en serio.
Acabo de encontrar la frase exacta del libro de Benedicto XVI sobre el asunto. Copio y pego de la Wikipedia.
"Sin embargo, el último libro escrito por el papa Benedicto XVI sobre Jesús de Nazaret, «La infancia de Jesús», destaca que los Reyes Magos probablemente no venían de Oriente, como se ha creído tradicionalmente, sino de Tartessos, una zona que los historiadores ubican entre Huelva, Cádiz y Sevilla (Andalucía, España). Dice textualmente que «Así como la tradición de la Iglesia ha leído con toda naturalidad el relato de la Navidad sobre el trasfondo de Isaías 1,3, y de este modo llegaron al pesebre el buey y el asno, así también ha leído la historia de los Magos a la luz del Salmo 72,10 e Isaías 60. Y, de esta manera, los hombres sabios de Oriente se han convertido en reyes, y con ellos han entrado en el pesebre los camellos y los dromedarios», relata Benedicto XVI y continúa: «La promesa contenida en estos textos extiende la proveniencia de estos hombres hasta el extremo Occidente (Tarsis,Tartessos en España), pero la tradición ha desarrollado ulteriormente este anuncio de la universalidad de los reinos de aquellos soberanos, interpretándolos como reyes de los tres continentes entonces conocidos: África, Asia y Europa».
Me ha encantado.
Un abrazo somnoliento
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