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Advertencias y avisos

Querido lector, querida lectora a partir de este momento, Euritmia en la Red ha eliminado de sus contenidos la novela corta "Alas rotas", cuya primera versión fue escrita en el verano de 2003.
Como explico en el post correspondiente la razón se debe a que la editorial "La Esfera Cultural" ha decidido publicarla en papel.
Puede adquirirse si pulsáis en ESTE ENLACE

VERSIÓN EN AUDIO DE ALAS ROTAS

Introducción a la versión en Audio.

domingo, 20 de septiembre de 2009

MAÑANA AMANECERÁ (VI)

Este capítulo lo dedico a la memoria de Fabián, nombre ficitico del verdadero poeta que aquí aparecerá.
Después de lo que leeréis, un resumen de lo que pudo ser cualquier tarde noche de lunes, el tiempo hizo su obra y El Grupo se extinguió. La vida de Fabián entró en picado. Se deterioró hasta no poder soportarla. Hace unos cuatro años se rindió definitivamente.
In memoriam.

La Meseta era una cafetería de inicios de la calle, si se subía, de finales si se bajaba. Más que grande, honda. Más que agradable, recogida. Más que elegante, discreta. Más que romántica, íntima.
Los lunes, ya anochecido, a partir de las nueve, la cafetería se convertía, por un par de horas, más o menos (más bien más que menos), en nuestra oficina poética. Allí era donde se reunía El Grupo, como le llamábamos.
El Grupo nació por casualidad.
Después de la Feria del Libro anterior, conocí a Fabián, que, entonces, andaba fastidiado, y, entre los dos, en nuestros paseos por la ciudad, llegamos a la conclusión que para salvar a la poesía en Euritmia debíamos crear un grupo literario.
Probablemente lo único que pretendíamos redimir era nuestro propio nombre del anonimato y de la confusa hojarasca, poniéndonos un marco o una señal que nos diferenciase del resto de poetas euritmitenses. Una tarde cualquiera dijo, Conozco a dos personas que podrían estar interesados en crear un grupo, así que, para empezar, podríamos ser cuatro...
El asunto fue cristalizando. De pronto, como ocurre con las mariposas, aquel gusano pequeño, amorfo e incierto, creció, hermoseó. Casi no me lo creía, no sé los demás. Dimos un primer recital con algún éxito y cierta difusión en el Diario de Euritmia. Quiterio Lacas fue el primer periodista que nos realizó una entrevista, foto incluida. Hicimos un manifiesto fundacional. Todo muy literario, muy de otros tiempos. Nos bautizamos Grupo Poético por la Poesía Humana. Pero, para nosotros, era El Grupo.

Aquella noche, de intenso helor, había pocos clientes en la La Mesta. Eduardo, el camarero que atendía las mesas de la sala, nada más verme, me asaltó con su vozarrón de barítono afónico, sin salir de detrás de la barra, pidiéndome la consumición. Lo de siempre, contesté convencido, ¿Con el frío que hace?, Por eso mismo, Eduardo, la ginebra calienta los entresijos.
Bajé las escaleras que daban a la zona de las mesas. A esas horas ya no quedaba ni el rastro del perfume de las señoras que se citaban para tomarse un chocolate sin la impertinente presencia de sus maridos. En su sustitución, al fondo, como cada lunes, se reían mis compañeros. De la primera mirada, observé, con sorpresa y alegría. que estaban todos, hasta Begoña...: Fabián, Javier, David, Adela, Elsa, Federico, Liberto, Paco, Míkel, Muriel, y yo, que, en contra de mi costumbre, llegaba con algo más media hora de retraso. Pero el amor provoca que los relojes funcionen a velocidades diferentes; para ellos acudía con retraso, para mí la hora había sido la ejecución de una sentencia...
Paco, Liberto y Muriel no formaban parte directa de El Grupo, aunque no fallaban casi en ninguna reunión. Eran algo así como agregados. Eran más bien, intelectuales con pose, algo parecido, que se aburrían en Euritmia, ninguno de los tres era oriundo de nuestra ciudad, y no tenían nada mejor que hacer. Elsa y Federico, aunque escribían, sin embargo, no se animaban a formar parte de la plantilla. Les faltaba decisión, como si pertenecer a El Grupo atara de por vida.
Adela era como la mascota. Quería aprender la parte formal y académica del tema. Tenía la sensibilidad a flor de piel. Ella pensaba, antes de conocernos, que escribir en verso era poco más que rimar unos sentimientos, quizá alguna vivencia. Pero se daba cuenta, al leer a otros poetas, incluso a nosotros, que había más cosas. Todo lo absorbía como una esponja. Adela, barrunto, estaba enamorada de mí. Aunque nunca me dijo nada. Yo no. Y me dolía no hacerle ningún caso, pero no podía evitarlo.
Muriel, la espigada y rubia londinense de ojos azules y un metro ochenta de altura, era mi lectora de inglés de aquel curso, por tanto, indirectamente, una aportación mía. Se incorporó con la intención de realizar un trabajo para su Universidad británica sobre nuestras actividades, y nuestra obra. Nunca he sabido si lo realizó. Si lo hizo en su país, no nos lo dijo, ni lo envió. Aunque, siempre que pienso en ello, llego a la conclusión, casi evidente, de que no dimos la talla suficiente para ser objeto de tal trabajo. Era más que guapa, atractiva. Lo sabía. En la clase, nos traía a todos un poco locos. Fuera del aula, también. Algunos pensaban que mantenía una aventura con Míkel. Nunca lo supe a ciencia cierta. El rumor, por lo que supe, había partido del alumnado femenino del propio Míkel. Quizá las alumnas de él estuviesen algo celosas de la inglesa.
Paco era amigo de Fabián. Aquel curso, creo, acababa Derecho. Era un enamorado de la poesía. Un enamorado ferviente y respetuoso. Tanto que tenía miedo de escribir no fuera a cometer sacrilegio.
Liberto escribía en prosa, él decía que poética y revolucionaria; decía, además, que era ceramista vocacional, porque de la arcilla salen los productos elaborados por el ser humano que más nos acercan a la Naturaleza; se ganaba la vida como funcionario del Estado. Por entonces, no habíamos visto ni un cenicero salido de sus manos. De la prosa, mejor que no se hable.
David me puso al día, El próximo martes recital. Me extrañé. Parecían demasiados, ¿Otro?, pero si mañana damos uno. Fabián lo aclaró con una sonrisa, y un gesto, no sé si resignado, fastidiado o alegre, El de la próxima semana, lo organiza una asociación de amas de casa, lo damos en Calypso, a las seis. En una semana dos recitales, después de los que llevábamos. Aquel trimestre, unos diez. Increíble. Claro que llenábamos un hueco en algunas programaciones de actividades, a las que dábamos un barniz cultural, y salíamos muy baratos, pues no cobrábamos, salvo gastos, si los había.
Javier deambulaba su vista sin descanso, era el romántico de El Grupo por antonomasia. Era compañero mío de Magisterio, y sobre todo, buen amigo. Tenía novia formal, desde hacía años. En eso me ganaba. También estaba enamorado de París. Ya casi conocía yo París. ¿Cuánto me habrá hablado de sus gentes, sus avenidas, sus museos, el barrio Latino, sus costumbres? ¿Cuántas mañanas hemos pasado hablando y hablando, un poco de tiempo después, de tantas cosas que se marcharon? De tantas cosas, durante tanto tiempo, que, creyendo que transcurrían minutos, en realidad, eran horas las que discurrían.
Fabián era el más 'profesional' de El Grupo. Era quien sentía la poesía con más intensidad y hondura. Tenía todo de poeta, salvo que no vivía de la poesía. También había publicado un libro, y su nombre, y un puñado de poemas, estaban antologados. Inconscientemente le llamábamos el espiritual: los elevados temas de su poesía, su extrema delgadez, su barba que flotaba al viento, nos lo indicaban. Aunque sus gafas de concha, con muchas dioptrías, le daban hálito de intelectual bibliotecario.
David era el de más años del grupo. Nunca supe su edad con exactitud, pero para mí siempre tuvo cincuenta y un años. ¿Cómo se puede fijar algo en la cabeza que no tiene ninguna congruencia con nada? Su cabello, siempre corto, tenía tres colores: castaño, plata y bermejo. Estaba casado con Amelia. Un encanto de mujer. Parecían felices. En el fondo, les envidiaba.
Míkel estaba enfrascado en el último soneto de Fabián, Le falta el acento de la cuarta en el tercer verso. Y Fabián, tras contar las sílabas con los dedos de la mano izquierda, resopló, como avergonzado, como si le hubieran pillado en una fechoría, Pues es verdad. ¡Qué despiste!. Me metí en la conversación, pues estaba sentado al lado, Desde luego no se te pasa una. Por algo es filólogo, remachó Muriel que estaba a su derecha. Percibí orgullo en sus ojos cobalto. Además de filólogo, natural de Ávila, poseer una espectacular barba negra, y sólo residir en Euritmia entre semana, era profesor de francés de Instituto. Como he dicho, se decía, no en El Grupo, que tenía un romance con Muriel. Si lo tuvieron, fue muy discreto.
Un poco más allá, se sentaba Begoña, ¿Cuánto tiempo Begoña?, Es que no he venido el otro día... Ya no recuerdo la excusa que me puso aquella noche. No importa. Podía haber sido cualquiera. Begoña tenía una sensibilidad exquisita para escribir. Lo hacía maravillosamente bien. Y recitaba todavía mejor. Su voz era melodía y entonación en estado puro... Sin embargo, no se preocupaba nada por ello. Para ella, era poco más que un pasatiempo.
Nuestras reuniones, pocas veces eran poéticas. Las más, eran pasar el tiempo, estar juntos, compartir, de vez en cuando, algún poema, divagar sobre algún tema más o menos sesudo, más o menos de actualidad, y despejarnos de la vida. Si acaso, soñar fantásticos proyectos futuros, que nunca cristalizaron.
Cada uno, teníamos una concepción muy ideal y muy diferente de este arte, que nunca he sabido para qué sirve. A lo mejor, ese era mi error y es que no tiene que servir para nada. Pero sigo en mis trece. Intuía, intuyo, que la poesía si no alivia el llanto, o denuncia la injusticia, o canta lo verdadero del ser humano, no es poesía, o al menos, le falta lo sustancial, lo vital. Podrá hablarse de belleza, y no lo discutiré con nadie. Hay casos tan evidentes, que mantener lo contrario ofendería al intelecto. Se podrá hablar de literatura, quizá. Pero no de poesía. Mis poemas eran puñetazos de palabras que percutían en el aire, sueños imposibles, irrealizables, lágrimas arrojadizas, quejas hechas llanto, y pétalos enamorados de rosa marchitada.
Mañana a las siete en el Instituto, dije, por decir algo; menos mal que lo hice. David me miró como si se dirigiera a un niño torpe, lento para aprender, No, hombre, a las seis, No fastidies, si a esa hora es cuando saldré del curro, Si quieres, me acerco a por ti en el coche, lo bajaré de todos modos. Pensé rápido, Pediré permiso diez minutos, seguro que no dicen nada. Añadí, Total me pilla cerca, sólo bajar el Postigo; llegaré. Se me ocurrió, además otra cosa, Por si acaso me retrasara, ponedme de los últimos, así estamos todos más tranquilos. Estuvieron de acuerdo y decidieron que actuaría en último lugar.
Cuando salíamos, más allá de las once, Liberto propuso, Veníos a tomar una copa. Era un noctámbulo empedernido. Me excusé, a modo de despedida, No puedo, todavía no he preparado el recital.
Era cierto. Además no tenía un duro.

11 comentarios:

Beatriz Ruiz dijo...

Estar juntos, compartir, dialogar... cambiar impresiones...

Esto se está perdiendo, amigo Amando... cada vez somos más individualistas... y no me parece nada bueno, pero nada...

Isolda Wagner dijo...

Terrible la sensación de la que habla el protagonista, cuando los relojes marcan las horas a destiempo para los enamorados.
¡Cuántos ratos de charla íntima con los verdaderos amigos, por un amor no correspondido!

Y cuántos chascos nos hemos llevado, con tan sólo unos pocos años a la espalda. Claro, que esos palos, son los que, finalmente nos hicieron madurar.

Nuestro grupo, es curioso, trataba las poesías, a las que poníamos música (es un decir), pero poníamos mucha ilusión y siempre con el rabillo del ojo atento a quien nos gustaba en ese momento...

Momentos felices, a pesar del tiempo pasado, o tal vez por lo mismo.
Esa primera novela, Amando, me tiene robado el corazon.

Besos de hoy mismo, desde el Sur.

Amando Carabias dijo...

Beatriz:
Creo que tienes razón. Ahora es más fácil y más habitual comunicarse en la distancia (por ejemplo estos blog) que en tu propia ciudad; esperemos que sólo sea una moda, esperemos que se vuelva a la sanisima costumbre de la tertulia, ésa que todavía se conserva en nuestros pueblos, sobre todo en verano.
En el fondo, soy optimista sobre el ser humano, y las cosas buenas de verdad, acaban por volver, aunque se disfracen de otros ropajes.

Amando Carabias dijo...

Isolda
Es cierto que cuando los relojes del los corazones caminan sin marcar el mismo compás, al menos uno de ellos sufe, pero como bien dices, esas dificultades, esos palos, nos hacen madurar y crecer.
Y una de las consecuencias colaterales de esos desajustes, tantas veces, es haber descubierto grandes amigos, aquellos que se convirtieron en confesores de nuestro dolor.

Flamenco Rojo dijo...

Por curiosidad Amando, el Javier que nombras, el romántico de El Grupo, ¿es el Javier que comenta en Pavesas? Me hace pensar que si cuando te leo que habéis “pasado hablando y hablando, un poco de tiempo después, de tantas cosas que se marcharon”.

Leyéndote no tengo más remedio de acordarme de mis años mozos. Con 16, 17 y 18 estuve inmerso en un grupo de la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica) aunque nunca estuve afiliado. Recuerdo que nos reuníamos una vez a la semana y recibimos cursos de todo lo que se os puede ocurrir: economía política, sindicalismo, sexo, teología, etc. Entonces la HOAC estaba muy ligada y yo diría controlada por el PCE. Recuerdo que en la parroquia donde nos reunimos, como estamos hablando de la década de los 70, lo hacíamos con todas las precauciones por una posible visita de los grises.

Otro día os cuento como formamos cinco flamenquitos el grupo de sevillanas “Guadalquivir 74” en el 1974 claro.

Un abrazo.

Amando Carabias dijo...

Pepe Gonce
No, el Javier de "Mañana amanecerá" no tiene nada que ver con nuestro Javier de Pavesas. Este Javier, el de la novela, se llama de otra manera y trabaja en otra parte. Su vida cambió como del agua al vino (¿o al revés?), pero creo que sigue escribiendo poesía. Nos vemos de vez en cuando.

Siempre se dijo que la HOAC, y todos los movimientos de Acción Católica en general, estaban muy próximos a los comunistas. Desde luego su modo de trabajo era una adaptación del famoso postulado marxista: TESIS-ANTÍTESIS-SINTESIS. Ellos decían, sino recuerdo mal, VER-JUZGAR-ACTUAR.
Nunca estuve en ningún grupo de Acción Católica (aunque en la novela saldrán otro grupo católico donde también estuve -parece que lo has olido desde Triana-), pero sí tuve referencias de ellos. Además su forma de trabajar creó 'escuela'.

Flamenco Rojo dijo...

No recuerdo Amando lo de "ver - juzgar - actuar". Allí nos llevó un militante de la HOAC, Paco Solís, este compañero lo que hacía desde su puesto de trabajo era evangelizar, intentando un acercamiento de la Iglesia al mundo obrero y el mundo obrero a la Iglesia.
Marx y Engels usaban más en sus escritos los terminos "afirmación - negación y la negación de la negación" que los de "tesis -antítesis y síntesis", Estos últimos fueron mñas usados por el filósomo alemán Hegel.

De todos los cursos que nos dieron quizas el que más me impactó, entonces era un imberbe sin ideas, fue el de "marxismo". Madre mía lo que empece a escuchar con 16 años.

Ya me voy pareciendo al abuelo cebolleta con estas historias. Joder que viejo soy.

Amando Carabias dijo...

Pepe Gonce
Sí, Pepe, era lo de ver, observar la realidad, conocerla. Después juzgarla a la luz de la Palabra; o sea ante un problema, una injusticia, en fin, cualquier cosa, ver qué se decía en la Biblia o en los escritos de la Iglesia. Y a la luz de eso, qué podíamos hacer para mejorar, para transformarlo.
En teoría muy chulo. No me extraña que muchos de los de de Acción Católica -sobre todo HOAC y JAC- tuvieran tantos problemas.

No presumas de años. Presume de vida, que es lo que nos regalas.

catherine dijo...

Quien tiene una aventura con quien?
Quien està (està, no es, porque a menudo puede cambiar ràpido) enamoredo de quien? Quien tiene unas monedas para un café o una cerveza, o mejor una pelicula? Amando, nos cuentas la vida de los jovenes de varias épocas.
Abuelito Pepe, que yo soy abuela màs madura, creo que me dio cuenta de la injusticia que hay en la sociedad europea y en todo el mundo leyendo y comentando la Biblia. Y espero con impaciencia la historia de tu grupo de sevillanas como espero el proximo capitulo de Amando.

catherine dijo...

Acabo de ver que hora es. Amando, en Sevovia te dijé que me habia dormido leyendo Cuentos de Euritmia, lo que provoco una buena risa entre amigos. Era por el cansancio del dia, ya ves que puedo leer Euritmia en la red sin la menor muestra de fatiga.

Amando Carabias dijo...

Catherine:
Con la edad del protagonista, uno de los mayores problemas es el de la falta de dinero. A veces se vive como una enorme desdicha. Pero echando la vista atrás, uno se da cuenta de que también tiene una parte positiva: se descubre y se valora lo que realmente es importante, lo imprescindible.

Vaya horas de acabar con la lectura. Al menos parece que te ha gustado.

Como viste aquella mañana, y como se demuestra aquí, el problema del idioma no es sólo conocer las palabras o la construcción de las frases. Aún hay más, sobre todo el contenido que adivina detrás de lo que se dice, esa fina ironía que a veces, la mayoría, surge espontánea, sin nada forzado.