Decidí ir al trabajo. Por lo menos, para presentarme y ver cómo estaban las cosas por allí. La verdadera razón es que no podía estar en casa sin hacer nada, mano sobre mano. No es que fuera a hacer mucho más en el banco, pero hablaría con otras personas distintas.
La nieve había dejado de caer definitivamente y el sol peleaba con las nubes por ver quién ganaba la batalla, esa batalla no mataba a nadie.
Parecía que acababa de amanecer de limpio que estaba el suelo, poco había abandonado su casa la gente que vivía por allí.
Antes de llegar, justo en la Plaza del Engaño, me encontré con un escritor conocido mío, que habitualmente vivía en Madrid. Era un escritor de cierto éxito en aquellos momentos. Una novela suya había sido finalista en uno de los grandes concursos literarios del país. Se rumoreaba que iba a ser llevada a la pantalla de cine. Aquella novela, como casi toda su obra, además de divertida, era ácida, corrosiva, vital, caricaturesca, llena de hipertrofias que ayudaban a entender mejor lo que pretendía contrar, con un trasfondo de amargura que algunas veces sorprendía yo en su mirada, tan miope. Usaba cerrada barba negra. Fumaba con dedicación absoluta y golosa. Bebía con contundencia absoluta y gozosa. Era un conversador nato y ameno. Cuando podía, procuraba hacerme el encontradizo con él. Aquella tarde fue pura casualidad el que nos viéramos. Era cojo, y tal minusvalía le hacía más complicado transitar por las calles en la situación en la que se encontraban. Caminaba con cuidado, y parecía que en realidad iba de puntillas. La imagen del cojo vestido con tutú y ejecutando un complicado paso de baile me hizo sonreír. Justo cuando nos saludábamos cayó de un árbol una porción de nieve. '¡Cuánto bueno, Ramón!, ¿qué haces por aquí?, te hacía en la capital'. Me miró sorprendido, 'Allí me voy a quedar, con la que está cayendo, como les dé a los rusos por atacar Torrejón, no queda ni el apuntador, así que me he hecho el petate y aquí estoy; he llegado hace un par de horas'. Tenía ganas de enterarme cómo iban las cosas de verdad en Madrid, lo que la gente pensaba, '¿Hay miedo?' Se sonrió con cierta amargura, '¿Qué si hay miedo...? Más, mucho más del que te puedas imaginar; como esto no se arregle pronto, Madrid se queda sin gente, te lo digo yo...' Quiso cambiar la conversación, '¿Qué haces por aquí a estas horas?', 'Pues nada, que como no puedo parar quieto en casa, he dicho que iba al curro, aunque tampoco me apetece limpiar cristales'. Lo pensé sobre la marcha, 'Vente a tomar una copa, aquí en la Cueva; está ahí mismo, es el bar del padre de un amigo'. Intentó escabullirse, 'El caso es que tenía que hacer un par de cosillas... '
Mientras nos acercábamos lentamente, con prudencia, a pesar de ir agarrado a mi brazo, permanecimos en silencio. Un silencio denso y expectante. Yo pensaba en que la situación en la que nos encontrábamos, por lo absurdo, se parecía a los argumentos de sus novelas. Me había leído, al menos, tres. Las tres hilarantes, descarnadas, con elevados momentos de lirismo y con no menos elevados momentos de crudeza, como si en vez de escritor, fuese cirujano de almas y de situaciones. Cuando llegamos a la Cueva, no pude por menos de saltárselo, 'Venía pensando que todo esto parece que se te ha ocurrido a ti'. Me miró dubitativo. No sabía si era una crítica o un halago, 'Pues no sé qué decirte, quizá, pero en el fondo a nadie le ha pillado de susto: con el anciano ruso en Moscú, y el viejo cow boy de tercera en la Casa Blanca, cualquier cosa'.
Nos saludó mi amigo, que aquella hora de las partidas sustituía a su padre en el bar, 'Buenas tardes, ¿qué os pongo?' 'Hola Charli', le saludé. Hice las presentaciones, 'Este es Ramón, un gran escritor'. Pedí mi consumición, 'Para mí un medio de ginebra con limón...,' 'Ya vas fuerte, bueno, para mí otro', 'Encantado de conocerle'. Charli era otro miembro de Club. Ayudaba a su padre con el bar y estudiaba Formación Profesional. Últimamente coincidíamos bastante, sobre todo, porque teníamos un pasatiempo común, que algunas tardes parecía un vicio: el mus. Seguí sondeando al escritor, 'Y ¿cómo te has enterado de todo este tinglado?', 'Pues me estaba despertando del último sueño, a eso de las ocho, cuando zas, he escuchado la noticia: casi me caigo de la cama; ni he ido a trabajar, ni nada que se le parezca; pero creo que ha sido peor, cada noticia que iban diciendo me asustaba un poco más; así que hemos decidido que para acá nos veníamos'. Yo le conté, por encima, cómo se habían vivido esas horas en Euritmia. Asentía, 'A estos yanquis les rebanaba el pescuezo y a los rusos las orejas'. Quise ver qué opinaba sobre los últimos sucesos, 'Anda que lo de Rota, Hirosima versión hispánica'. Bebió un largo trago y me contó algo muy concreto, algo que dotaba de carne y hueso al horror, 'De hecho, tengo un primo por allí que ha llamado hace un rato, ya estaba cerca de Badajoz; se ha salvado por los pelos; creo que se viene para acá; el muy iluso pretendía llegarse a Madrid, pero le hemos convencido de que esto, aunque le pille un poco más lejos, es más seguro'. Bebió otro largo trago, dejando que la noticia se aposentara en mi cerebro. Realmente era terrible. Una invitación suya me sacó de mis pensamientos, '¿Después del trabajo te apetece venirte a tomar una copa a casa?' En otra situación me hubiera encantado, 'No puedo, tenemos un recital'. Le dejé como traspuesto, '¿Un recital, hoy?' Dudé. En el fondo esas mismas interrogantes me asaltaban a mí, 'Sí, bueno, la verdad es que lo hemos dudado hasta última hora, pero hemos decidido mantenerlo'. Era evidente que aquella explicación no era suficiente, eran necesarias más aclaraciones, 'Al fin y al cabo, si alguien tiene capacidad de aguante, puede ser bonito, más que nada por el contraste'. Y como si se tratara de una chicuelina, abroché un poco más mi explicación, 'A pesar de esta locura en la que nos han metido, todavía nos quedan cosas que le dan un poco de sentido a esta vida, y la poesía es una de ellas'. Ahora el que dudaba era él, 'Sí, visto así, puede ser... ¿Qué se debe?' Charli se acercó, con su habitual sonrisa que se le salía por los ojos, 'Estáis invitados'. 'Pues', dijo Ramón, 'Pon otros tres y tómate la copa con nosotros, si quieres', 'Encantado'. En cuanto hubo preparado las bebidas se acercó con ellas, antes de emitirla, adiviné su pregunta, '¿No estáis asustados?', '¿A ti que te parece?' No se ruborizó al reconocer su miedo, él que de modo natural tendía hacia la fanfarronería, a cierta pose de valentía, 'Yo los tengo tal que aquí arriba'. Me fijé en él. Efectivamente era una de las caras que mejor reflejaba el miedo de las muchas que había visto a lo largo del día.
Volví a la idea que me había surgido cuando me encontré con el escritor, 'Esto es mucho peor que tu última novela', 'Ya lo creo, comparado con todo esto, aquello era un juego de niños', 'Aunque fueran viejos'. Todavía me restaba algo de sentido del humor. Pagó aquella ronda. Quiso salir, pero se lo impedí, 'Ahora pago yo; pon otra ronda, Charli', 'Tú lo que quieres es emborracharme y que te cuente el argumento de mi próxima novela, para robármelo'. Le sonreí, 'Pues ahora que lo dices, no sería mala idea, como tendré tanto tiempo libre en la eternidad para escribir, me harán falta argumentos'. Me puse serio, '¿Quién sabe si es la última vez que hacemos algo de esto?' Así que se quedó. Aunque se le notaba azorado. Fue imposible mantener una conversación un poco sostenida. Sus respuestas eran poco más que monosílabos. Poco a poco, el silencio cayó entre nosotros. Acabó rápido su consumición. Se excusó. Prometió que intentaría ir al recital. Yo sabía que no lo haría. Salió.
Un frío de tarde invernal se arremolinó a la entrada del bar, cuando abrió la puerta. El denso humo de los puros que atormentaba mis ojos, huyó, como desasosegado. Charli me interrogó, '¿Qué piensas hacer esta tarde?', 'Si los rusos o los americanos me dejan, dar un recital de poesía; luego darme un voltio, y pronto a casa', '¿Y mañana?', '¿Sabes acaso si mañana amanecerá?'
Me miró más asustado aún. Comprendió. El alcohol estaba empezando a hacer su efecto. Me soltaba la lengua, y eso podía ser peligroso, pero me daba igual, no sabía si mañana amanecería. Me despedí, 'Bueno, me voy hasta el banco', 'Oye, si quieres, cuando salgas pásate por aquí y vamos juntos al recital', '¡Ay pájaro que tu quieres ver a quien yo me sé!' Sonrió y se puso colorado. También le sonreí, 'Vale aquí estaré... Por cierto, has visto a esta', '¿A quién?', '¿A quién va a ser?', 'Ah... No, esta mañana no la he visto'. Y me guiñó un ojo.
Cuando abrí la puerta, sintiendo el intenso frío que me esperaba afuera, me llamó, 'Ahora que me acuerdo, no voy a poder ir: el viejo me ha dicho que hasta las siete y media no venía'. Entendí el verdadero mensaje, y no me importaba que no estuviera, a él la poesía no le decía gran cosa, así que decidí atender a su ruego oculto, '¿Si la veo, le digo algo?', 'Que a eso de las ocho por la Plaza'.
Al fin, cerré la puerta y con paso no muy seguro, me encaminé hasta la sucursal del Banco de España.
No estaba borracho, aún, pero faltaba realmente poco.
Advertencias y avisos
Querido lector, querida lectora a partir de este momento, Euritmia en la Red ha eliminado de sus contenidos la novela corta "Alas rotas", cuya primera versión fue escrita en el verano de 2003.
Como explico en el post correspondiente la razón se debe a que la editorial "La Esfera Cultural" ha decidido publicarla en papel.
Puede adquirirse si pulsáis en ESTE ENLACE
VERSIÓN EN AUDIO DE ALAS ROTAS
Introducción a la versión en Audio.
domingo, 15 de noviembre de 2009
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4 comentarios:
¿Es el alcohol un lubricante social? Lo mismo se usa para celebrar algún acontecimiento que para olvidar.
¿Quién no ha bebido solo o en compañía para aliviar una pena? El alcohol, a veces, quita la angustia, extingue la culpa, lima asperezas, acerca amigos, elimina la timidez…lo malo de todo esto es el dolor de cabeza y los ardores que tienes a la mañana siguiente.
Buchos abrasos…hip…
Flamenco Rojo / Pepe Gonce:
Lo que no sé es cómo lo harán en los países con fuerte implantación del Islam.
Pero sí es lubricante y río en el que todo se sumerge. Parece el Ganges. Y bien lo dices. Cuando toca la lotería de Navidad (como bien ignoramos) el personal se embadurna de cava. Un piloto de motos o de Fórmula 1, ídem de lienzo... ¿Y eso de ahogar las penas? También es literal.
En nuestra cultura, además, cuando el miedo apreta enseguida intentamos envalentonarnos con un buen trago...
Y algunos también para inspirarse o deshinibirse (que es casi lo mismo algunas veces) acuden a algún líquido espirituoso.
Pero en el fondo son salidas todas con poco fundamento. Además de no solucionar gran cosa los problemas, pueden producir esos efectos secundarios que relatas..., como mínimo. Y no me quiero poner trágico.
Leí el nuevo capítulo cuando salió publicado y me gustó, porque resumiendo, abarca la vida real dentro de una ficción. Es el salir con los amigos, el encontrar al escritor, ir de copas y tener claro que hay que ir al Banco y al recital, incluso. Es decir, la vida sigue.
Es curioso como hoy, se repite en el cuaderno hermano, algo parecido.
Hay que continuar trabajando con otras miras más elevadas, porque ya es tiempo, pero siempre con los pies en el suelo, con los amigos a mano y con el teclado a punto.
¿Quién hubiera mantenido un recital en esas condiciones?
Sólo el escribidor-narrador.
Muchísimas felicidades, por el primer año de Pavesas!
P.S. Se adjuntan besos de todo los colores.
Isolda
Perdón por el retaraso en la respuesta, pero con tantas emociones se me ha pasado, y también ésta es criatura de uno...
Como venimos diciendo desde hace unos cuantos capítulos continuar con la vida cotidiana (más o menos), es el mejor remedio para ahuyentar los fantasmas y los miedos que nos producen sean estos reales o ficticios.
Muchas gracias por la felicitación y por la cantidad de colores de tus besos, son como un arcoiris.
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