Cómplices

Advertencias y avisos

Querido lector, querida lectora a partir de este momento, Euritmia en la Red ha eliminado de sus contenidos la novela corta "Alas rotas", cuya primera versión fue escrita en el verano de 2003.
Como explico en el post correspondiente la razón se debe a que la editorial "La Esfera Cultural" ha decidido publicarla en papel.
Puede adquirirse si pulsáis en ESTE ENLACE

VERSIÓN EN AUDIO DE ALAS ROTAS

Introducción a la versión en Audio.

domingo, 8 de noviembre de 2009

MAÑANA AMANECERÁ (XIII)

La comida fue tranquila, todos deseábamos que se llegara el día siguiente. Era una sensación un poco infantil, pues al fin y al cabo, una manifestación silenciosa, aunque ocupara toda la superficie planetaria, no tendría a los dirigentes enfrascados en el asunto. Parece que se nos había olvidado lo principal de todo el jaleo: la situación bélica. Desde la radio se animaba a todos los ciudadanos a participar masiva y silenciosamente en los actos. Pero, para nuestra desgracia, estas arengas se mezclaban con referencias a la situación bélica. Hubo una conexión urgente con radio Cádiz y el tono de voz del periodista no fue desde luego el mejor prolegómeno.



Por casualidad, queridos compañeros, podemos salir todavía al aire... Ahora que una leve esperanza asomaba en el horizonte, la cosa se vuelve a complicar. Un barco de bandera soviética, provisto de armas nucleares, ha llegado a Rota y ha a atacado a los submarinos americanos llegados esta madrugada. Las fuerzas americanas se han visto sorprendidos por el ataque ya que la Base estaba rodeada por manifestantes que pedían la deposición de las armas. Los marines, no obstante, pudieron reaccionar a tiempo, y aunque no impidieron el lanzamiento de cuatro misiles hundieron el barco que explotó antes de hundirse. La destrucción en la base y sus alrededores ha sido prácticamente total. La nube radioactiva, parece que se dirige al interior.
Desde Madrid llegó la pregunta inevitable, la que teníamos todos en la boca.


¿No se pudo detectar la presencia del barco soviético?
Según nuestras noticias, que aún son muy confusas, este es un modelo de barco impulsado por energía nuclear y con sistemas especiales anti radar. Ha sido un movimiento rápido. Tan rápido que más de un militar americano, fuera de micrófono, claro, ha dicho que se está investigando una posible conexión africana, lo que explicaría todo ello. Como se ve con estos datos la reunión de la Asamblea General de la ONU de dentro de unas horas, será un fracaso. Ya se ha entrado en dinámica de guerra y a ver quién para todo esto.
El estupor fue generalizado. Dudamos de lo que puerilmente nos había hecho sonreír. Nuestro país, tan alejado, en teoría de todo el conflicto había sido utilizado como teatro de las operaciones.
Seguían llegando noticias tristes. Donde la cosa debía ir muy mal también era en Alemania. Allí parecía que había guerra en toda la extensión de la palabra. No era una mera escaramuza por sorpresa.
Muchos gaditanos abandonaban la zona revestidos de pánico. Había miles de muertos. Algunos, sin embargo, se quedaron en su tierra. Si morían les daba igual. Comenzábamos a sufrir en nuestra carne los rigores que hasta ahora sólo habían sido miedo.
El teléfono sonó.
Era para mí. El señor Gobernador me quería comunicar, antes de que se difundiera por la prensa, que la manifestación había quedado suspendida. Entrábamos en guerra al lado de las fuerzas de la OTAN. Me rogaba que le disculpara y que no intentara nada por mi cuenta. Esto último lo entendí como una velada amenaza. Pero ciertamente no me encontraba con ánimos. Sólo era un enamoradizo joven aprendiz de poeta, no era revolucionario.
La noticia me había dejado aplanado. Entrábamos en la guerra, sólo porque los americanos tenían unas bases militares. O sea, porque soportábamos las bases, éramos presa de los soviéticos.
Me vi en la obligación de decírselo a mi familia. Para una vez que me enteraba de algo antes que casi nadie, era para eso. Bendita ignorancia. El rostro de mis hermanos y de mis padres se demacró más aún.
Se me revolvió el estómago. Casi se podía tocar el fin con los dedos. Pero aquella sensación se agudizó más. La puñalada fue doble, porque, cuando la primera no había terminado todo su periplo dañino, llegó la segunda, ahondando sobre la anterior. De pronto, una voz adusta, profunda, como un martillazo, se coló por nuestros oídos.

Habla su Majestad el Rey.
La voz del Rey, tan distinta de la de hacía un par de horas, hizo oficial lo que yo ya sabía.

Un doloroso e imperioso deber me trae de nuevo ante vosotros. Españoles, nuestro territorio ha sido atacado por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. En consecuencia, el Reino de España, con el Gobierno a su cabeza, se une a las fuerzas aliadas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, a los efectos de defender la integridad de su territorio. Así mismo, se une a la declaración de guerra contra el Pacto de Varsovia, y pide que depongan las armas, y que por parte del gobierno de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se inicie un camino que lleve a ese pueblo, amado de nuestro corazón, por la senda de la libertad y la democracia. Queda declarado el estado de emergencia en todo la zona de la bahía de Cádiz. Igualmente declaro el estado de excepción en todo el territorio nacional. El toque de queda entrará en vigor a las doce horas de la noche hasta las seis horas de la mañana. Queda prohibido el derecho de reunión. La prensa será sometida a control previo. Pidamos a la providencia que estas medidas sean de muy corta duración. Y en breve plazo podamos caminar de nuevo por la paz y la democracia... ¡Viva España!
Un silencio sepulcral cubrió, de pronto, toda la casa.
Estábamos en guerra.
Aquello no era una posibilidad, ni siquiera existía una micra de duda. En menos de dos minutos recibí por dos conductos distintos, la misma noticia: oficialmente nuestro país volvía a entrar en una guerra. Sonaba a maldición. Recordé las palabras del borracho muerto en la Plaza durante la mañana. Efectivamente, los jinetes del Apocalipsis habían picado espuelas a sus negros corceles y cabalgaban hacia nosotros. Mi madre nos miró con lágrimas en los ojos. Pensaba que sus hijos entrarían en guerra. Yo tenía ese mismo pánico, pero, desde luego, hasta que no me llamasen, si es que lo hacían, no me presentaría voluntario al ejército.
La programación, en radio y televisión, se alteró sustancialmente. Algunos locutores no eran los mismos. Se leían proclamas militares, intercaladas por música clásica, recordatorios del toque de queda y del resto de libertades constitucionales suspendidas, advertencias de todo tipo a la población civil: a quién debíamos dirigirnos en caso de encontrar algún artefacto sospechoso; lugares donde guarecernos en caso de ataques aéreos, en principio, eran apropiadas todas las viviendas con sótano y los garajes subterráneos; nos encarecían a permanecer siempre informados; lo que más repetían, era que no cundiera el pánico, lo que, lógicamente, hacía que subiera el estado de ansiedad.
Por supuesto, en caso de ataque nuclear, nadie informaba de nuestras posibilidades o de lo que debíamos hacer... ¿Había alguien que lo supiera? ¿Serviría de algo?
Mi madre salió de casa rápido, se fue a la compra, para hacer acopio de las cosas más necesarias. No sé si me pareció bien o mal, necesario o absurdo. Pero no dije nada, no lo hubiera evitado. Tampoco le advertimos de que a aquellas horas los comercios podrían estar cerrados; pero no lo estaban. Se conoce que las madres, las amas de casa, pensaban todas del mismo modo. Eran las únicas que pensaban con lógica.

Llamé a David. Me dijo que, si el recital no acababa tarde, no había problema en darlo. Aunque hubieran suspendido el derecho de reunión, este tipo de actos los catalogarían como acto cultural, por lo que no se impedirían. Pero ¿queríamos nosotros darlo? Al final nos decidimos. Pensé, que al menos, antes del primer toque de queda, revoloteara en algunos corazones el regusto de un pequeño ámbito de paz y libertad.
Parecía increíble, absurdo, incluso cómico si no fuera tan dramático: daríamos un recital de poesía, cuando España acababa de declarar la guerra a la URSS, después de que la bahía de Cádiz hubiera sido prácticamente destruida. Debíamos tener cuidado con lo que decíamos. Seguro que los comunistas volvían a tener problemas, porque, al menos por afinidad estarían más cerca de la URSS. Aunque dudo que los verdaderos comunistas españoles defendieran aquel brutal ataque a sitio tan hermoso como la bahía de Cádiz.
Decidí que no cambiaría el recital. El mío iba a ser romántico, lo había decidido y nadie me sacaría de mis casillas. Aunque fuese muy poco solidario con el mundo, me daba lo mismo. Total, lo mismo caminábamos sobre el barandal de la muerte. Por lo menos en eso que me dejaran tener mis propios problemas. Quizá fui un poco egoísta entonces, pero me dio igual.

Volví a pensar en ella. ¿Cómo lo estará pasando?
Hay veces que, hasta en lo más difícil, en los momentos más duros, donde no puedes dejar abierta una pequeña fenda en tu corazón, éste se enfada y pide sus derechos a hablar. Vale de racionalizar cosas. Estaba enamorado. Y eso ni una guerra lo podía detener.
Después del triste desenlace que había tenido lo de la manifestación era lo más alegre que pensaba, Estoy enamorado...
Y, en esos instantes, no me acordaba de que no sabía si ella me amaba o no, o por lo menos, me correspondería.
Entonces me daba igual.
A esas horas de miedo tan brutal, más importante aún que su respuesta, era darme cuenta que ese sentimiento era el verdadero motor que permitía seguir avanzando, seguir , a pesar de lo que se nos venía encima.

7 comentarios:

Flamenco Rojo dijo...

Después de leer el capítulo de hoy se me ocurren muchas reflexiones pero una sobresale entre las demás porque es la que me sale del corazón.

El corazón me grita repetidamente una palabra,
una palabra que no se escucha,
una palabra que se intuye,
una palabra que no se siente,
una palabra que no se ve.

Esa palabra no es otra que “esperanza”,
esperanza es el pueblo,
esperanza es la gente,
esperanza somos todos,
esperanza eres tú.

Un abrazo.
Pepe

Amando Carabias dijo...

Flamenco Rojo/Pepe Gonce:
De todos modos aquellos días se pasó fatal, como te puedes imaginar.
Anoche, mientras releía el capítulo de esta semana, me entraba un no sé qué...
Espero que estas cosas sólo se queden en la imaginación y en las palabras.
Y tienes razón, nos queda la esperanza, la esperanza que es el pueblo, la gente, los que cada mañana nos despertamos con la ilusión de vivir y de que vivan los que queremos.

catherine dijo...

Seguir adelante, como lo habitual, es lo que te contestaba en una entrada de Pavesas cuando preguntabas "qué harìas el ùltimo dìa, cuando se anuncia el fin del mundo" o algo con el mismo sentido. Ir de compras como la madre, mantener el recital de poesìa como el narrador es una forma de esperanza.
Sì, Amando, tu relato nos hace entrar un no sé qué. Pepe, tu poema es una maravilla.

Amando Carabias dijo...

Catherine:
Recuerdo bien aquella respuesta, y la entrada... Y recuerdo también qué motivó mi pregunta...
Yo preguntaba que dejaría de hacer, pero da igual. Tienes razón. Y lo tenía escrito. Quizá en mantener la rutina resida el secreto de la esperanza, porque es algo así como una fuerza brutal que nos hace echar raíces con la vida.
Lo que ocurre es que cuando el peligro viene de fuera y es de esta envergadura es lo que en España decimos, agarrarse a un clavo ardiendo, o sea como última esperanza y cuyas posibilidades de éxito son más bien remotas.

Isolda Wagner dijo...

Jo, otra vez Pepe, ¿tú es que no sabes bien lo que puedes hacer con las palabras, verdad?
Aparte de dejarme hecha polvo, es que puedo decirlo mejor.

Amando, que me ha encantado ese capítulo, que tiene tantos registros. Que el más importante, es el de la juventud y que tu fantasía podría haber sido perfectamente realidad y que para rematarlo, te empeñas en el recital. ¿Quién detiene a un chico enamorado?
Si ya sé, nada como los versos de nuestro flamenco.
La diferencia está en los besos: hoy para Euritmia y para las madres que sabían muy bien, lo que había que hacer.

Pd. Catherine no he sabido contestar aquella pregunta, todavía.

Isolda Wagner dijo...

Falta un NO; es que NO puedo decirlo mejor. Pues ahora besos para tí, Pepe.

Amando Carabias dijo...

Isolda:
Pues es verdad que pudo ser verdad, y eso es lo malo... Y lo peor es que no estamos aún exentos de semejante eventualidad.
Quizá, pudiera suceder, que las zonas geográficas no fueran exactamente las mismas, pero...
En estos días que se celebra el vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín, recuerdo que una de las cosas que primero pensé es que ya no pasaría lo que cuento en la novela.
Veinte años después, no estoy tan seguro. El peligro ya no es el enfrentamiento URSS USA, pero sigue habiendo peligros.
El ser humano no escarmienta.