Cómplices

Advertencias y avisos

Querido lector, querida lectora a partir de este momento, Euritmia en la Red ha eliminado de sus contenidos la novela corta "Alas rotas", cuya primera versión fue escrita en el verano de 2003.
Como explico en el post correspondiente la razón se debe a que la editorial "La Esfera Cultural" ha decidido publicarla en papel.
Puede adquirirse si pulsáis en ESTE ENLACE

VERSIÓN EN AUDIO DE ALAS ROTAS

Introducción a la versión en Audio.

domingo, 18 de octubre de 2009

MAÑANA AMANECERÁ (X)

No sólo lo decidí yo, sino que la práctica totalidad de los compañeros hicieron lo propio, así como los profesores.
El reloj marcaba las diez y cuarto de la mañana. Había sido, hasta ahora, una mañana muy ajetreada y dura, por lo menos, emocionalmente, aunque mi familia y yo éramos afortunados, sólo habíamos vivido una hora de miedo. Algunos compañeros, llevaban desde las siete de la mañana con la angustia arañando y mordiendo, sin piedad, sus corazones.
En los semblantes, se adivinaba con nitidez una misma pregunta que nadie, sin embargo, pronunciaba.
Muchos se habían empaquetado una radio pequeña, con la que nos enteraríamos de lo que sucediera más allá de nuestras fronteras, donde en espíritu, estaba todo el mundo, rogando que no se produjera el inicio del último capítulo del Apocalipsis.
Aunque nadie lo quisiera decir, sabíamos que si no era hoy, o mañana, sería pasado, o al otro. Las armas convencionales no servirían para solucionar la confrontación, ni siquiera las más modernas y destructivas. Al final, entrarían en escena las químicas... y las nucleares, todos lo dábamos por descontado. También dábamos por descontado que el conflicto abarcaría toda la superficie de la vieja corteza terrestre, no se circunscribiría a una zona concreta. Desde ese momento, nadie sabía qué ocurriría. Mejor dicho, todos lo sabíamos, pero nadie nos atrevíamos a pensarlo: este planeta dejará de tener vida sobre su faz. Y esa amenaza, era un monstruo informe que extendía, firme, por nuestro pensamiento, primero a modo de nefasta intuición, luego, como certeza enlutada, por último, como destino fatal.
Aún hoy, cuando recuerdo aquellos momentos, la carne se me pone de gallina, se me erizan los vellos, y un sudor frío recorre mis sienes.
Cuando el profesor de turno intentó impartir su clase, fue imposible. Era don Ezequiel el profesor de religión precisamente. La primera pregunta fue una flecha, ¿o habría que decir un misil?, disparado por todos aunque sólo uno la hiciera en voz alta, ¿Como sacerdote, qué opina de todo esto?
Don Ezequiel quedó pensativo, acaso la pregunta le sorprendió, o como sacerdote todavía no se lo había planteado, era demasiado pronto, y demasiada noticia, para que hubiera tenido tiempo de analizar cada matiz. También era probable que tuviera pocos matices, y pocas diferencias entre sus sentimientos como sacerdote y como persona. Dejó que transcurrieran unos largos segundos, para que cada uno, en su interior, buscara su respuesta.
Observé en sus ojos, tras los cristales de sus gafas un aire de miedo que le sopló como un vendaval repentino. Creo que hasta su plateado cabello se aclaró más aún, el aspecto de su cráneo se podía confundir con el día. Sus rollizos dedos golpeaban la mesa con insistencia, como si con ese tamborileo quisiera expulsar la angustia de su corazón. Por fin habló con lentitud, como si las palabras le pesaran tal que un pedregal en lo hondo de su garganta, Esto es un atentado contra la vida de las personas, y por eso condenable y detestable... Tomó aire, sabía que esperábamos más de él, En estos casos de conflagración mundial no sé hasta qué punto pueda ser o no el cumplimiento de la voluntad divina, y éste pueda ser nuestro fin, ya sabéis que los católicos creemos que los caminos del Señor son inescrutables...
No pudo continuar. Sufrió una avalancha de preguntas, había puesto el dedo en la llaga, ¿Usted cree que esto es el fin del mundo?, ¿Usted cree que nos salvaremos?, ¿Usted cree que Reagan representa la venida de Cristo a la tierra y Bresnev el Anticristo? No sé si a su pesar, pero sonrió tímidamente, a lo mejor, es lo que pretendía, destapar la tormenta, hacer audibles las preguntas que, realizadas de uno u otro modo, nos formulábamos. Nos miró con ternura y lástima, diría yo, como diciendo que no merecíamos lo que sucedía.
Tomó aire nuevamente, esperó con calma a que el silencio, como una pregunta invisible, se dirigiera hacia él y contestó. Intentó que fuera con reposo, Vamos por partes. Con el gesto pedía atención, No he dicho que esto sea el fin del mundo, sino que, a lo peor, para nosotros es el fin. Empezaba con sutilezas, me temía que eso nos dejaría un poco fríos, No sé si nos salvaremos, si lo supiera sería Dios, y os garantizo que no lo soy. Quiso hacer un guiño a cierto humor negro, Si lo fuera, no estaría pasando los nervios y el pánico que me invade ahora mismo; tampoco creo que Reagan sea Cristo, porque empezaría a dudar de todo en este instante, os lo garantizo; ni que Bresnev sea el Anticristo, es demasiado viejo y torpe.
Consiguió que sonriéramos que era mucho, dadas las circunstancias. Supuso, erróneamente, que era mejor intentar regresar a la normalidad, Bueno, vayamos a lo nuestro... Vano intento, ¿De qué nos servirá si mañana ya no estamos aquí? Un murmullo general vino en apoyo de aquella pregunta, Eso, Eso, Eso... ¿Qué queréis que hagamos entonces?
Seguimos dando vueltas al tema, como si en nuestras jóvenes e inexpertas manos tuviéramos la solución, o parte de ella, siquiera. Poco a poco todos llegamos a un acuerdo: aquello era imperdonable, pero no podíamos hacer nada. Y tras preguntarnos quién podría tener alguna posibilidad de arreglar el desastre, llegamos a una sola conclusión. La iglesia Católica era quien contaba con más posibilidades para que, al menos, ambas partes se sentaran a la misma mesa, e intentaran solucionar el conflicto; no por sus doctrinas, que en ninguno de los países en conflicto era dominante; no por su poder, que a los niveles que nos movíamos era nulo; sino por la personalidad del Papa y por el prestigio de su diplomacia. Pero todos sabíamos, también, que, si se llegaba a esa solución, entrarían en escena como último recurso.
Previamente tendríamos que asistir a la escenificación esperpéntica y conocida de ante mano de todos los fracasos diplomáticos: la ONU lastrada por el derecho a veto, que entre otros, tenían ambos países; la CEE sin política exterior común y con la mayoría de sus miembros claramente aliados de los Estados Unidos, sobre todo, Gran Bretaña; quizá alguna otra potencia, como China, que no ofrecía confianza a ninguno de los dos países; incluso Francia, al no pertenecer al entramado militar de la OTAN, pero sin fuerza específica. En último extremo, se podría soñar con alguna extraña alianza de naciones. Pero todas aquellas posibilidades no ofrecían garantía, ni la más pequeña. Incluso era probable que sólo el pánico fuera quien, finalmente, detuviera toda esta locura en la que habíamos entrado de la mano de un cow boy de segunda metido a presidente de los americanos.
Un compañero, que no estaba matriculado en la asignatura de religión, pero que para la ocasión, como otros, pidió permiso para asistir a esa clase, a lo que don Ezequiel, con su habitual bondad, accedió, tras estos sesudos debates, se encargó de quitarnos la venda de los ojos, Si la única solución viable que vemos es que el Papa aregle una guerra, estamos esperando un milagro; y si no, recordad lo que pasó en las anteriores guerras mundiales: los papas intervinieron, pero los que estaban en guerra pasaron de ellos; además, en la Segunda Guerra Mundial, la Iglesia se dividió y muchos se hicieron cómplices silenciosos de Hitler; a lo mejor no les quedó otra salida, no lo sé, pero el hecho es ese. Era lo que yo pensaba, parecía que me hubiese leído el pensamiento, Es verdad, dije, muy a mi pesar, y a pesar de tantas palabras y tantos deseos.
Me daba cuenta de un milagro era muy difícil que se produjese, quizá sólo el miedo, me repetía con machaconería. Pero, pensado más despacio, llegaba a la conclusión de que era otra vana esperanza. Ambos bandos estarían seguros de su victoria, y estarían convencidos de que la razón estaba de su parte, con lo que aguantarían en su posición de tozudez hasta que les fuera posible, acaso demasiado tarde para el resto del Globo.
Como el pensamiento es libre, recuerdo que pensé que, lo que más me hubiera gustado en ese momento, es haber sido diplomático para haber convencido a las dos partes de la tontería que estaban cometiendo, sobre todo, a los americanos.

Fuera, la Naturaleza, como ignorante de todo, estaba muda, como dormida. ¿O era al contrario, y, sabía todo con anticipación y se había colocado ya su propio sudario, para recibir a la muerte, sabedora de que nadie se lo pondría? No se movía el viento. Había dejado de nevar. Ni un pequeño gorrión saltaba por la nieve... De pronto, me asaltó la duda, y otro miedo más se vino a sumar a éste: quizá la naturaleza se ha escondido porque tiene pánico y lo último que ha hecho ha sido nevar, para despedirnos con su pañuelo más blanco y más limpio. ..
Uno de los aparatos de radio, empezó a funcionar más alto y, en seguida, todos se pusieron al mismo volumen. Se formaron varios corrillos. Cada uno, en su centro, tenia uno de esos pequeños transistores que, una vez más, nos salvaba de la ignorancia en estas cosas que, quizá, para vivir felices, eran las que menos necesitábamos conocer.

A continuación, les ofreceremos un resumen con la cronología de los hechos, hasta el momento. Todas las horas indicadas en este resumen, se refieren a la hora oficial española... Veintidós horas de ayer. La Armada Norteamericana denuncia formalmente el ataque a uno de sus portaaviones en el Atlántico Norte, en aguas internacionales. Supuestamente el agresor es un submarino soviético. Cero horas. Dos rompehielos repletos de hombres y diez portaaviones Hércules cruzan el estrecho de Bering por Nome. Es la primera avanzadilla del ejército Norteamericano que toma, desde Chuktchen hasta el estrecho de la Kuriles, sin dificultad. Una treinta. Son más de dos mil hombres los que, desde Nome, cabo elegido por el Pentágono como base de sus operaciones, toman esta zona. En algunos lugares, como Tarisk y Anadir, se empleado con éxito la bomba de neutrones, según informa el Pentágono. Al oír lo último, un estremecimiento eléctrico me recorrió entero, supongo que a los demás también. Una vez más, me había equivocado en mis cálculos, no esperaron al final del conflicto, sino que desde el principio utilizaron sus armas más destructivas, como si tuvieran prisa por acabar, por destruir, porque llegara el fin. Una hora y cuarenta
minutos. Moscú reacciona y envía hombres y armas a Vladivostok que es el
primer objetivo, digamos, importante, de esta operación. Una hora y cincuenta
minutos. Llegan a Nantes, Torrejón, Bruselas y Londres, así como a Alemania Federal, más contingentes de tropas americanas. Dos horas y cinco minutos. El espionaje soviético da a conocer el último movimiento a Moscú, que, de inmediato, responde enviando tropas del Pacto de Varsovia a Szombathely, en la frontera austro húngara, Rostock y Berlín en Alemania Democrática y a las frontera entre Grecia y Bulgaria. Dos horas y diez minutos. Reagan, ante el movimiento soviético, responde y pide formalmente ayuda a la OTAN para llevar a cabo su plan; los gobiernos europeos, excepto el británico, se la deniegan, inicialmente.


Ya se habían puesto en marcha las alianzas internacionales, desde el primer momento, el conflicto era global. Cada noticia era un poco peor que la anterior. Para entonces no sabía si tenía frío o calor.

Dos horas y cuarenta y cinco minutos. El ejército estadounidense cerca de Vladivostok, comienza la batalla más dura hasta ahora. Por el momento, sólo se utilizan armas convencionales, aunque de alto poder destructivo, pues se trata
de armas de última generación. El Pacto de Varsovia, en bloque, apoya al gobierno de la URSS, y pide que se convoque una Asamblea extraordinaria de la ONU, con el objeto de volver a la situación previa al ataque de USA, y, al mismo tiempo, pretende que se sancione de forma ejemplar a este país. Tres horas quince minutos. En media hora, Vladivostok cae en manos americanas. Se han utilizado dos misiles nucleares y una bomba de neutrones. Su paso es firme y rápido, ya tienen en su poder buena parte del extremo oriente soviético, que, a penas ha puesto resistencia, ante la sorpresa y contundencia del ataque. Y qué resistencia se puede poner si te atacan con armas nucleares. No quería ni imaginarme cómo estaría aquella parte del mundo. Por las horas que nos daban, allí debían ser las ocho o las nueve de la mañana, a lo mejor las siete. Al amanecer fueron destruidos, para muchos no amaneció.
Lancé una muda oración por los habitantes de Vladivostok, no se me ocurrió otra cosa. Suponía que todos ellos habrían fallecido.

Tres horas treinta minutos. Mediante una lacónica nota de prensa, el Pentágono informa oficialmente que se está invadiendo la URSS, y añaden que, unas horas más tarde, darían a conocer un comunicado oficial del estado de la cuestión, así como una nota oficial de la Presidencia. Tres horas cuarenta minutos. Llegan a la base de Rota tres submarinos dotados de misiles con cabeza nuclear.

Ya habíamos salido a escena por segunda vez, ¿por qué siempre tenemos que andar en danza, si nosotros no pertenecíamos a la OTAN?

Cuatro horas. El contraataque ruso para recuperar Vladivostok no se hace esperar. Cuatro horas cincuenta y siete minutos. En menos de una hora, el ejército soviético, tras una espectacular acción combinada tierra aire ha recuperado Vladivostok. Desde Moscú, se informa de que cunde cierto desánimo en las tropas americanas, pues, según la nota facilitada desde el Kremlim, y no desmentida por Washington, los aliados norteamericanos de la OTAN, salvo Gran Bretaña, no apoyan la medida. De todas, esa me parecía la mejor noticia, pero supuse que en poco tiempo sólo sería un recuerdo, una liviana esperanza. Cinco horas cincuenta minutos. Comienza una retirada ordenada de los soldados americanos hacia Nome, donde reciben refuerzos y esperan órdenes. Los soviéticos han tomado posiciones en Stalino, Keniut y Anadyt. Siete horas treinta minutos. La situación se estanca. A partir de las siguientes informaciones horarias, ya estuve presente en los acontecimientos. Nueve horas quince minutos, mensaje de Ronald Reagan, de declaración de guerra. Nueve horas veinte minutos. El Secretario General de la ONU convoca pleno extraordinario y urgente de la Asamblea General. Nueve horas treinta minutos. El PCE y Mitterrand se ofrecen como mediadores en el conflicto. Seguiremos informando.
Tomamos, sin que nadie lo insinuase, unas notas y, después de repasarlas y cotejarlas, por ver si coincidíamos, fuimos en busca de unos mapas de la zona para enterarnos de dónde estaba cada sitio. Cuando lo vimos, llegamos a la conclusión de que aquel había sido un movimiento de distracción de los americanos para entretener a los soviéticos. Parecía el ataque alocado, suicida, de un inexperto. Definitivamente allí no buscaban nada, salvo poner en marcha aquella macabra danza de muerte, y entretener a las tropas y al gobierno soviético, Por el momento, uno de los bloques ya está en guerra, dijo alguien. Y otro remachó lo que se intuía muy fácilmente, No creo que la OTAN se demore. Con lo que nos anuncio el comienzo de la tercera, y última, guerra mundial. Eso era demasiado para mí. Una cosa es que lo pensara, o lo temiera, yo, pero era muy distinto escucharlo, me negaba a creerlo, y protesté con la misma lógica que un niño contrariado, Con algo de suerte, no. Mis compañeros, sin embargo, eran realismo puro, quizá no estuvieran tan enamorados, No digas bobadas, ¿crees que Alemania se va a quedar parada teniendo tropas soviéticas en la frontera? Inglaterra ya está a favor y no creo que Canadá tarde más de un par de horas en ponerse de acuerdo, los rusos están muy cerca; los demás cuentan poco; si acaso, Francia, que no forma parte de la estructura militar. Me miró como si contemplara a un extraterrestre y remachó la frase, Lo que te digo, menos de veinticuatro horas. Alguien exclamó un exabrupto inútil, pero liberador, Esto es de locos, joder, son una pandilla de hijos de puta. Es como si no hubiera escuchado, o como si las palabras de mi compañero, hubieran rebotado en la dureza de mi corteza cerebral, me dedicaba a buscar recónditas rendijas por donde asomara una micra de esperanza, a mi espíritu le bastaba para aferrarse a ellas, Por lo menos, los rusos no han empleado armas nucleares. Creo que les produje lástima, Sí eso es verdad, aunque no les quedaba otra. ¿Cómo van utilizar armas nucleares contra su propio territorio?, además con el uso que han hecho los americanos, por aquella zona del mundo lo llevan claro.
El resumen de los acontecimientos fue clarificador, sin duda, además así me enteré de lo que había ocurrido, mientras dormía tranquilamente, cuando todavía era posible ser feliz. Pero tuvo otra consecuencia, nos pusieron todavía más nerviosos. Al contemplar todo lo sucedido en conjunto, el monstruo creció en nuestro interior. Parecía que aquella locura era imparable. ¿Qué hacer? La muerte se nos echaba encima sin remisión y no lo podíamos impedir.
Era la muerte más idiota, era el miedo más terrible. Las dudas que sólo nos habíamos atrevido a expresar como conjeturas teóricas, poco más que tesis de trabajo intelectual, comenzaban a entristecer nuestros ojos. La desaparición llegaba a límites, que si las cosas continuaban así, podían ser igual de trágicos en todo el planeta. Notaba que en todos nuestros espíritus el fantasma del suicidio goteaba y empezaba a fabricar su propio cauce.
¿Por qué? Era la pregunta trágica, sin respuesta.
Era nuestra nueva pregunta existencial.
¿O mortal?

8 comentarios:

catherine dijo...

Comentario de los 2 ùltimos capìtulos: la importancia de la radio. A los 16 años un domingo en casa de mi abuela intentaba entender lo que pasaba en Argelia: putsch del "quarteron" de coroneles con paracaidistas en toda la ciudad y amenaza en la metròpoli. Entonces, vuelta al colegio de internos.
En la radio de tu ùltimo capìtulo me divierte que en vez del Papa del Vatican se ofrezcan como mediadores Carrillo de España y Miterrand de Francia!
Ahora estoy como a mis 16 años, tengo que esperar una semana entera para saber lo que ha occurido.

Amando Carabias dijo...

Catherine:
Siempre he sido de radio. Ni siquiera internet me atrae tanto como la radio. Y si hay que estar informado, la sigo prefiriendo.
La prueba de todo es que estando en internet, todavía has de esperar una semana para seguir sabiendo qué ocurre... :).

Flamenco Rojo dijo...

Menos mal que don Ezequiel no pensaba que Reagan era Cristo…

A colación con la entrada de hoy en PAVESAS, “Tribulaciones de un escribidor abochornado” es lo que te comentaba. Me reafirmo en lo que decía esta mañana, sabiendo que esto no ocurrió te zambulles en el relato y por momentos parece que ha ocurrido de verdad. Credibilidad y confianza en un escribidor lo llamo. Afortunadamente todo debió ser un sueño, ¿no?

Definitivamente mañana amanecerá…

Amando Carabias dijo...

Pepe Gonce:
Es que don Ezequiel era bíblico en todo su ser, y no soportaba a los actores de segunda o tercera división.

Digamos que fue un fogonazo vivido como una pesadilla.

Cuando lo escribí, no puse fecha, aunque por mi propia biografía se podría entender,pero en alguna ocasión pensé con pavor que hacía mal en escribirla... por si acaso.

Isolda Wagner dijo...

Creo que sé en qué momento se disparó tu imaginación para escribir esta novela, que como dice Pepe, es más realista cada semana.
Sin embargo, la pregunta que nos hicimos mi marido y yo, era más de andar por casa: nos quedamos o nos vamos a Gibraltar?
Afortunadamente, la radio nos respondió.

Cuando la típica pregunta de las tres cosas que me llevaría a una isla, siempre digo: una radio, pilas y más pilas. Claro que hoy en día, con un pc en condiciones, estarían cubiertas todas las necesidades básicas de comunicación.
Po cierto, en Barcelona asistí por primera vez a la compra de un libro electrónico. Lo que no sé es si llevaba en sus entrañas alguna novela de un tal Carabias.
Llegados a este punto, casi deseo esa isla! Es broma, la calidez humana es imprescindible.

Besos a todos los que se inquietaron una tarde.

Amando Carabias dijo...

Isolda:
Pues no es que me inspirará aquel día, pero digamos que me ayudaron para entender cómo podríamos reaccionar.
Algunas cosas sí son completamente extraídas de lo vivido aquel día. Nosotros (quiero decir el Grupo Literario, que existía realmente) nos planteamos Portugal que nos pillaba más a mano que Gibraltar. Lo de la radio no está mal, incluso probablemnente sea más práctico que el ordenador, salvo que lo tengas de enería solar y haya wiffi allá donde te suelten. :)
Que yo sepa el tal Carabias, al menos Amando, no tiene nada en libro digital. Pero nunca se sabe.

Evaasecas dijo...

Terrible, esa sensación... no puedo ni imaginarlo.

Amando Carabias dijo...

Para los que sois más jóvenes es normal que sea difícil... Y ojlás que siempre sea muy difícil. A mí me sirvió revivir algunos sentimientos que se produjeron durnate la tarde-noche-madrugada del 23-F de 1981. Para entonces ya había pasado la barrera de los 18 añitos.