Las vidas desfilan delante de nosotros como diminutas y traslúcidas gotas de lluvia. Estas vidas que nosotros pretendemos granos de mostaza, si se comparan con la nuestra, siempre importante, siempre redentora de no se sabe qué, o quién, pero redentora, al cabo.
Las vidas.
¿Cuántas vemos pasar a nuestra vera? ¿Quizá miremos una? Y, sin embargo, todas confluyen, desembocan en los mismo: morir.
Simple y llanamente morir. No dramatizaremos, ni lloraremos. Es una realidad tan aplastante, que, por ella misma, vive, ante nuestros ojos. Acaso sea la única verdad inquebrantable. Sin embargo, no pensamos, o lo hacemos en menor medida, en ella, su recuerdo nos queda vestido de raso azul: tenue, alejado, esfuminado. Pero permanece, cotidiano, como el latido del corazón.
Este recuerdo que aún hoy me asusta y me da vértigo, como la sensación de gusto y miedo, a la vez, que entraña el pecado, es un recuerdo ácido, acre y amargo de algo vivido, en pequeñas partículas de rosas entristecidas...
El recuerdo de retazos juveniles que estuvieron a punto de aplastarse contra la destrucción infinita. Esos retazos que, durante mucho tiempo, se silueteaban en la Plaza, círculo de mil sonrisas y lágrimas, donde, sin excepción, aparecíamos todos, para hacer nada. Para demostrar que estábamos fuera, no sé si de nuestras almas, pero allí, esperando que aquel día fuese especial, lleno de inolvidables recuerdos que la pátina y el polvo del tiempo pudiese cubrir. Sin embargo, todos sabíamos que aquel sería como todos los demás momentos de nuestro palpitar en el asfalto: monótono y lento, aburrido y tedioso... Pasar el tiempo por pasarlo, por no permanecer en otro lugar. Igual que allí, podíamos estar en un bar, de hecho lo hacíamos, pero el dinero no nos sobraba, o en el cine, o en la discoteca, o en nuestra casa: era indiferente.
La tristeza del recuerdo, que muchas veces es presente, de una juventud aburrida por todo lo que le echan. Nuestro único consuelo era hacer planes. Soñar con que cada día sería nuestro. Eso nos daba extrañas fuerzas para que los labios se curvaran en una sonrisa. Hasta nosotros sabíamos, y sabemos, que algún día, al fin, ocurriría lo que habitualmente no pasaba...
Y algo muy triste pudo ocurrir, aunque eso no lo teníamos previsto...
La Plaza inserta en Euritmia. Euritmia pina, recoleta y pequeña. Euritmia con su luz, sus templos, sus bancos, sus bares, sus discotecas, su luz, sus euritmitanos, sus madrileños, sus extranjeros, su luz, sus colegios, sus militares, su barra americana, sus poetas, su luz, sus curas, su periódico, su emisora de radio, su luz...
El Puente, con su más de dos mil años, contemplaba/contempla los míos desde sus piedras cárdenas y grises; jóvenes y adultas; rectas y curvas; con sus juegos de luz y sombras. Esa leve mole flotante que observaba/observa, ayer y hoy, los besos callados de las parejas que en su Postigo se juraban/se juran amor eterno. ¿Cuántos enamorados habrá visto pasar desde sus arcos?.
El cielo azul o plomizo nos enmarca y nos protege y nos aplasta y nos redime... Es como el futuro que anhelábamos y temíamos, todo al tiempo.
Aquí, entre estas cosas, donde un joven, aprendiz de poeta, aprendiz de todo, vivía/vive, deambulaba/deambula, vegetaba/vegeta, ascendía/asciende al parnaso, o caía/cae al infierno: el universo entero era/es Euritmia, pues, un pedazo del todo es el todo, también.
Euritmia es la palabra que se me ocurre para hablar de mí. Cual mágico conjuro, digo Euritmia, y me convoco con mi historia a cuestas que comba mis espaldas; pequeña historia, sí, historia famélica, también, pero mía, al fin.
Ese joven que vieron las calles, que de niño quizá fuera empollón y pelota, porque, acaso, tuviera miedo, un miedo inconsciente y horrendo al fracaso, al ridículo...
Un niño sin amigos, solitario, encerrado en los libros y en los cuadernos de caligrafía que llenó y llenó, uno tras otro, a causa de la fealdad ilegible de su letra. Curiosa paradoja de quien soñaba ya con moldear las palabras.
A pesar de los cuadernos, ¿cientos?, mi letra seguía/sigue/seguirá siendo igual de horrible, qué se le va a hacer.
Un niño que, acaso, creciera sin notarlo, sin aventuras, sin sufrimientos excesivos, sin desbordantes alegrías, sin nada destacable, salvo una breve pelea en un portal oscuro y estrecho, frío y desvencijado. Un niño que un día, y eso sólo lo recuerda un lejano latido del corazón, con catorce años, se enamoró de una chica que entonces tendría unos dieciocho y un novio con más de veinte.
Un niño, que a esa misma edad, entró en la Asociación Juvenil del colegio, especie de congregación de jóvenes católicos, apostólicos y romanos que querían salvar, ¿o salvarse?, los últimos lugares de la pureza y la virtud; que hasta los diecisiete no salió de él para entrar en otro Club de las mismas características, pero con vocación ciudadana, no colegial; que quizá abandonara un par de años después.
Un niño que a los trece años ganó un premio por un relato navideño, y a los dieciséis se convirtió en poeta, y escribió dos breves obras de teatro, una se estrenó en su colegio, y publicó, a costa de su padre, un libro de poemas, y escribía en el único periódico local, y...
A veces pienso que he hecho tantas cosas. Quizá demasiadas. O ninguna... Y nunca he sabido por qué: quizá mi soledad, quizá mi vocación, quizá mi deseo de sobresalir en algo... Nunca lo he sabido, y, supongo, que nunca lo sabré. Moriré con la duda.
Todos estuvimos a punto de morir con nuestras indecisiones, nuestras preguntas y nuestras dudas a cuestas..
Sólo el relato de unos retazos juveniles, el recuerdo de las vidas que han vivido, y han pasado delante de mí, y que, por necesidad, acaricié con la mirada. El recuerdo de vidas jóvenes que, sobre todo, son vidas, pero que, otra paradoja, acaso la misma, están llenas de recuerdos vestidos de azul y raso...
Nada más que eso...
Recuerdos...
Advertencias y avisos
Querido lector, querida lectora a partir de este momento, Euritmia en la Red ha eliminado de sus contenidos la novela corta "Alas rotas", cuya primera versión fue escrita en el verano de 2003.
Como explico en el post correspondiente la razón se debe a que la editorial "La Esfera Cultural" ha decidido publicarla en papel.
Puede adquirirse si pulsáis en ESTE ENLACE
VERSIÓN EN AUDIO DE ALAS ROTAS
Introducción a la versión en Audio.
domingo, 16 de agosto de 2009
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15 comentarios:
Euritmia late en cada línea y promete, promete...
Sabe a poco, pero así tendremos el aliciente de la semana que viene.
Besos, escribidor.
Poco a poco te vamos a conocer mejor...
El texto merece la pena volverlo a leer a mediados de la semana que entra.
Un abrazo escribidor.
Isolda y Pepe
Me alegra que os haya gustado. Ya estoy de vuelta y empiezo por aquí, porque es lo más sencillo.
Me ha gustado a mi también pero me habia olvidado dejar un comentario.
El aburrimiento de los adolescentes en los pueblos, las ciudades pequenas, en todas partes quizàs, qué bien lo describes! Imaginate lo que me pasaba en un pueblo a donde venia solo durante las vacaciones y algunos domingos 15 o 17 anos antes de tu propia adolescencia. Lo mejor era irme a otro pueblo, en casa de mi abuela con mi hermana y mis primas.
Sigue asi, te lo pregunto aunque sepa que lo tienes ya todo escrito.
Catherine
Gracias por los ánimos.
Ahora que mis hijas están rondando por la edad de una buena parte de los protagonistas de esta historia, me doy cuenta de que la adolescencia y la primera juventud, son edades duras, pero fantásticas, y creo que el aburrimiento (que es bastante común, ciertamente) se debe más bien a que la vida, cada día, es una sorpresa y muchas veces una sorpresa que nos deja paralizados.
Qué bien reflejas la época de la adolescencia y esa ciudad de Euritmia que no es tan sólo el marco desde el que recuerdas, sino que alcanza nivel de protagonismo. Digo como Gonce que desde este sitio te vamos a conocer más a fondo. Un abrazo.
María Sangüesa:
La primera versión de esta novela la escribí en 1981, es decir con 19 años, con lo que la adolescencia, en realidad primera juventud estaba aún muy fresca en mi memoria. Quizá, no sea tan bueno, porque le falte perspectiva, pero por otro lado le sobrará sinceridad.
Uffff... me encanta muchísimo este comienzo de lo que sin duda, y ya lo ha dicho Pepe, nos ayudará a conocerte, a entenderte, a QUERERTE MÁS AMIGO...
Me parece increible todo lo que este fracmento dice de ti... Me emociona, osea, me gusta... ya todo lo que no me produce "emoción" lo paso por alto...
Lo único certero sin duda es la muerte, con la que más tarde o más temprano tendremos que enfrentarnos... y llegar al fin... Pero amigo... antes de ese desenlace que al menos podamos decir: VIVÍ, con mayúsculas...
Un beso de una lectora impresionada en Tenerife...
Beatriz:
Hay muchas clases de emociones, aunque creo que te entiendo. A mí me pasa un poco lo mismo, y sin llegar a la sensiblería es lo que procuro con mis letras, llegar al corazón, a lo que importa.
Qué razón tienes, lo importante es, cuando llegue el momento ineludible, decir AMÉ LUEGO VIVÍ, esto es lo que verdaderamente cuenta.
Es qué acaso se puede VIVIR sin AMAR???... Eso será otra cosa, pero vida...
Beatriz
No sé si no me he expresado bien, lo que quería decir es que puedo decir que sólo podré decir que he vivido si he amado. Lo demás es dejar que pase el tiempo, que es otra cosa. Creo que decíamos lo mismo.
Y sí, mucha gente, mucha gente, confunde el paso de las manecillas del reloj con la vida. Y de eso sabes tú más que yo.
Lo siento... te entendí perfectamente... lo decía por si algún ocasional lector venía por aquí...
Me temo que no, aún me queda mucho por aprender para desligarme del puñetero reloj...
Aterrizo por aquí (tarea que tenía en la larga lista de pendientes) y me he llevado un disgusto. No se si solo me ocurre a mi. El video del Boss me impide leer el principio de cada capítulo. Soy torpe con las tecnologías, no se si es un problema de mi ordenador,parece que nadie comenta nada al respecto.
Me gustaría saber si puedo hacer algo para solucionarlo, ya que quisiera leerlo todo.
Un abrazo.
Evaasecas
Mira a ver, si así lo he resuelto.
Hasta ahora nadie me lo había dicho y a mí no me suponia ningún problema.
Espero que ellos no tengan problema ahora.
Así a que leer, hacia arriba.
Un beso y gracias
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